Buscar
Opinión

Lectura 5:00 min

La industria agroalimentaria mata

La industria agroalimentaria es sin ninguna duda el sector económico que mayor responsabilidad tiene y ha tenido en la destrucción de la biodiversidad a escala planetaria. En contraste con el sector energético, el transporte o el resto de las industrias, el sector agroalimentario posee una relación íntima con la naturaleza, ya que trata con el territorio y con seres vivos. Las prácticas intensivas y extensivas de producción de alimentos han devastado masivamente los ecosistemas terrestres y marinos. De hecho, la industria agroalimentaria es responsable de más del 80% de la deforestación en el mundo, así como del agotamiento de recursos y ecosistemas en los mares. México no es la excepción. En los últimos años, alrededor de 150 mil hectáreas anuales de bosques y selvas han sido eliminadas en promedio en nuestro país, como consecuencia de la ganadería, agricultura industrial y agricultura y pastoreo de subsistencia. En los mares, los palangres gigantescos (líneas con miles de anzuelos), redes agalleras y de cerco, y redes de arrastre (verdaderos bulldozers que devastan los fondos marinos), matan cada año millones de especímenes de peces, mamíferos marinos, tortugas, y muchos más. Alrededor de 6 millones de tiburones son muertos en los mares mexicanos cada año por la industria pesquera, lo que ha llevado a varias especies al borde de la extinción. Más aún, la industria agroalimentaria es causante de la sobrexplotación y agotamiento de recursos hídricos, dado que casi el 75% del agua en México es utilizada por la agricultura de riego.

Sin embargo, la industria agroalimentaria no parece conmoverse por todo ello. La discusión pública sobre la sostenibilidad de la industria alimentaria se ha concentrado y limitado a las emisiones de Gases de Efecto Invernadero, al desperdicio de alimentos, y a los empaques o envases de los productos. La gran mayoría de los planes y políticas corporativas de sustentabilidad en la industria agroalimentaria invisibilizan los terribles problemas de biodiversidad y agua, mientras están ausentes políticas ambientales relevantes de gobierno. Y esta omisión existencial se da a pesar de que tanto la biodiversidad como el agua son el cimiento de todos los sistemas agroalimentarios. Sin biodiversidad no hay polinización, ni fijación de nitrógeno en los suelos, ni reciclaje de nutrientes, ni control de plagas y enfermedades, ni estabilidad climática, ni recarga de acuíferos. Sin agua no hay agricultura de riego. La industria agroalimentaria correrá enormes riesgos reputacionales, y de boicot de consumidores. Tal es el caso de empresas que compran y usan aceite de palma; de productos cárnicos; comercializadoras y que utilizan o producen soya; que producen lácteos y usan alfalfa para alimento de ganado lechero en zonas desérticas (lo que consume volúmenes astronómicos de agua); empresas pesqueras de atún y sardinas; empresas que compran camarón de arrastre o de granja (que ha destruido ecosistemas de manglares); empresas de cereales industrializados; cerveceras; empresas de frituras (que, además de la obesidad, promueven agotamiento de recursos hídricos, y erosión de suelos, como el caso de la papa); y, empresas tequileras que inducen la deforestación en Jalisco y Nayarit y la extinción de murciélagos polinizadores. En algún momento, también deberán asumir los riesgos y costos legales por demandas civiles y penales, y otros recursos jurídicos, aparte de riesgos financieros, y riesgos regulatorios derivados de normas, reglamentos y leyes que serán promulgados más temprano que tarde por los gobiernos. Todo ello debe quitarle el sueño a propietarios, directivos, accionistas y empleados de estas empresas. Deben emprender de inmediato nuevas políticas corporativas.

Existen indicadores de medida de los impactos de la industria agroalimentaria para la mayor parte de los contextos geográficos y ecológicos globales de producción, en forma de indicadores de Presión (uso de la tierra, agua e insumos), de Estado, sobre la integridad de los ecosistemas, y de Respuesta, que permiten hacer una relación entre las acciones correctivas y sus consecuencias. (Institut national de recherche pour l’agriculture, l’alimentation et l’environnement, INRAE). También, existen metodologías de análisis de Ciclo de Vida que definen reglas contables de afectación ecológica de cada producto agroalimentario desde sus insumos hasta su presencia en los pasillos de los mercados y supermercados. Aquí, es claro (como todos los análisis lo indican) que la carne de res representa el alimento con el mayor impacto ambiental y climático, en términos de deforestación y emisiones de gases de efecto invernadero (sin contar la vertiente ética de las terribles torturas y trato inhumano a los animales). Tales instrumentos analíticos deberán dar pie en breve a regulaciones gubernamentales ambientales sobre la industria agroalimentaria. Por su lado, organizaciones, empresas y otras instituciones habrán de desarrollar sistemas de acreditación y certificación de productos agroalimentarios en función de las metodologías mencionadas, con la finalidad de informar y orientar a los consumidores. En todo caso, políticas de ordenamiento territorial, de Áreas Naturales Protegidas terrestres y marinas, de Pago por Servicios Ambientales, de Corredores Biológicos, de Restauración Forestal, y otras, deben crear el contexto institucional y de política para la sustentabilidad de la industria agroalimentaria.

@g_quadri

Político, ecologista liberal e investigador mexicano, ha fungido como funcionario público y activista en el sector privado. Fue candidato del partido Nueva Alianza a Presidente de México en las elecciones de 2012.

Únete infórmate descubre

Suscríbete a nuestros
Newsletters

Ve a nuestros Newslettersregístrate aquí
tracking reference image

Últimas noticias

Noticias Recomendadas

Suscríbete