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La inminente intervención de EU en México
Durante los últimos años se ha acumulado una larga lista de insinuaciones de una intervención unilateral del gobierno de los Estados Unidos ante el fracaso de las autoridades mexicanas en detener el flujo de narcóticos en la frontera. El presidente Donald Trump y sus asesores barajearon la posibilidad de intervenir en territorio mexicano para exterminar los cárteles mexicanos con un golpe contundente, idea que fue desechada por la cúpula militar norteamericana por implicar la violación a la soberanía de un país aliado. El general Glen D. VanHerck, comandante del Comando Norte declaró el 16 de marzo de 2021 que estimaba que los cárteles controlaban alrededor de una tercera parte del territorio mexicano. En fechas recientes, el exfiscal estadounidense William Bar y el congresista republicano Dan Crenshaw han hecho llamados similares para liberar todo el poderío militar norteamericano contra los cárteles, con o sin consentimiento del gobierno mexicano.
Aunque se escuche como un plan sólido e impresionante, la intervención militar norteamericana no sería una solución a la crisis de violencia que atraviesa México, sino que muy probablemente la agravaría. Los soldados norteamericanos son especialmente incompetentes en la conducción de operaciones de contrainsurgencia y anti-terrorismo, siendo Vietnam, Irak y Afganistán sus más grandes fracasos. Adicionalmente, es iluso pensar que los norteamericanos podrán lograr con una fuerza expedicionaria lo que no ha logrado el gobierno de México desplegando 600,000 elementos en los últimos 15 años, siendo aproximadamente 50% soldados/marinos y el resto policías estatales y municipales.
Si el gobierno de México intentara resistirse haciendo uso de sus fuerzas armadas, las tropas americanas entrarían a un combate con abrumadora ventaja. Una campaña aérea como la ejecutada en 1991 en la Guerra del Golfo que combine aeronaves y misiles podría diezmar todos los batallones, regimientos y polvorines mexicanos en menos de 48 horas.
México carece de contramedidas para la superioridad aérea norteamericana. El Escuadrón 401 de la Fuerza Aérea Mexicana cuenta solo con un puñado de aviones F-5 en condición de museo y el Arma de Artillería no cuenta con una sola pieza de artillería antiaérea.
La única esperanza de supervivencia de las tropas mexicanas consiste en dispersarse y emplear tácticas irregulares (guerrilla, sabotaje, etc.). Sin embargo, ningún ejército puede luchar sin suministros. Sin una estructura logística de reabastecimiento, las unidades poco a poco se rendirán a los americanos o se aliarán con los cárteles.
Incluso si todo el presupuesto de defensa mexicano se volcara de la noche a la mañana a la construcción de capacidades para resistir a una invasión, la compra de equipo nuevo y la construcción de capacidades requiere décadas. Suponiendo que en 2030 se adquirieran nuevas aeronaves de combate y misiles antiaéreos S-400, aún habría que redactar doctrina sobre cómo usarlos y entrenar soldados para ocuparlos.
El problema que subsiste es la política de prohibición de las drogas. Si las drogas fueran legales, su producción, transporte y venta serían iguales a los de cualquier otro producto. Al ser ilegal, la violencia se convierte en una estrategia legítima de control en dicho mercado.
La guerra contra el narcotráfico es una guerra contra la geografía (muchas de estas sustancias crecen naturalmente en climas semidesérticos y tropicales) y contra el placer (el criterio más fundamental con que el ser humano toma decisiones, placer/dolor). Y los propios americanos saben que toda guerra contra el placer empieza perdida. La prohibición del alcohol fracasó estrepitosamente en EEUU porque donde hay demanda, siempre habrá alguien dispuesto a proveer la oferta.
Abandonemos el suicidio colectivo, la despenalización de las drogas quitaría ese mercado de manos criminales para ponerlas en manos de empresarios. La prohibición es insostenible.