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La intrascendente oposición
Andrés Manuel López Obrador ganó las elecciones del 2 de junio. Ganó gubernaturas, incluso la de Yucatán; triunfó en la CDMX y busca tener la mayoría relativa en el Congreso, pero en el momento que escribo estas líneas todavía está a discusión el criterio de sobrerrepresentación. El pasado lunes 3 de junio, la secretaria de Gobernación, Luisa María Alcalde, asignó un número de diputados y senadores, tarea que sólo compete al INE. Por si fuera poco, la distribución estuvo cargada a favor de las fuerzas de su partido y aliados. Esta ilegalidad, como otras, se disfrazó de “información”.
Por supuesto, la joya de la corona fue la elección presidencial, que también la ganó. Claudia Sheinbaum fue la que se llevó los votos y será la presidenta, pero la operación de su candidatura y la de MORENA estuvo a cargo del presidente. La candidata triunfante se suscribió a un guion, al igual que otros de los candidatos y candidatas ganadores.
En medio de la confusión por la contundencia de la derrota, la oposición trata de descubrir el fraude del 2 de junio y documenta una lluvia de irregularidades. Pero la revisión de votos que se llevó a cabo desde el pasado miércoles 5 de junio no ha modificado la correlación de fuerzas. Personalmente, no creo que encuentren evidencias de un fraude mayor. El propio AMLO ha dicho que deben abrirse los paquetes que hagan falta. La virtual ganadora incluso ha agregado que por ella pueden abrirse todos los paquetes. Ambos parecen saber qué cambiarán poco las cosas.
Pero la trampa no estuvo ahí, se construyó cuidadosamente desde hace años. Una penetrante narrativa populista que caló en una población cansada de los excesos de los viejos partidos; un discurso nacionalista que desafiaba al “imperio” estadounidense, pero que en los hechos se mostraba obediente en grado sumo; miles de millones de pesos en programas sociales que fueron entregados por un ejército de siervos de la nación que insistían, una y otra vez, que eran apoyos que les mandaba el presidente (el nuevo Tata), en abierta violación a las leyes que señalan que no se pueden entregar recursos haciendo propaganda partidista o personal; una campaña de odio y calumnias contra medios y periodistas críticos; una descalificación sistemática de todo organismo autónomo que no estuviera bajo su control; un ataque constante contra los opositores, sobre la base del rencor y de las muchas deudas que dejaron los políticos de antes (muchos de los cuales ahora están en MORENA o sus satélites); en todo esto, ¿dónde estuvieron el INE, el TEPJF, la oposición partidista y los medios que aceptaron ilegalidades y golpes bajos?
Adicionalmente, MORENA y aliados se adelantaron a los tiempos legales de campaña y dispusieron de recursos probablemente públicos o de fuentes dudosas, incluso se habla de recursos procedentes del crimen organizado. Desde Palacio Nacional se minimizó la crisis del sistema de salud que cobró cientos de miles de víctimas a causa del COVID, enfermedades no atendidas o carencia de medicamentos; también se obviaron los más de 186 mil muertes por la estrategia equivocada del gobierno en el combate al crimen organizado y el control que este ejerce en cada vez más zonas del país.
Por supuesto, todo esto influyó en los votantes, pero cabe preguntar: ¿esto basta para pedir la anulación de las elecciones? Sostengo que fue una elección de Estado manipulada desde el poder. Sin embargo, los votos están ahí. De no haberse dado este cúmulo de abusos e ilegalidades probablemente hubiera ganado AMLO con su candidata, pero no con esta diferencia.
¿Todo esto fue ignorado por los votantes que sufragaron por la opción que les proporcionó AMLO?, ¿fueron desagradecidos con los nobles intelectuales que nos quitaron las cadenas en los 80 y 90?, ¿se trata de ciudadanos “de baja intensidad” que son comprables?, ¿votaron el franelero, las sirvientas, las clases bajas que no aprecian los frutos jugosos de la democracia?
Me parece que el tsunami también golpeó la capacidad de análisis de algunas de las brillantes mentes que ahora buscan culpables en donde no los hay. Los datos preliminares indican que votaron mayoritariamente por Claudia Sheinbaum hombres y mujeres, de todos los rangos de edad y niveles escolares (la excepción fue en el rubro de educación superior en el que Xóchitl tuvo una leve ventaja), de los diferentes niveles de ingresos (incluso los que ganan 50 mil pesos o más) y de diversos empleos. Fue, como dicen, una apabullante victoria transversal.
Ahora, toca defender el Congreso para desde ahí poner un límite a las ambiciones autoritarias, analizar las causas de la derrota y no perder la unidad. Es hora de sanear los viejos partidos. Tal vez los intelectuales tienen tiempo para seguir haciendo mesas de análisis, pero las oposiciones y los ciudadanos que no queremos un avance autoritario tenemos que redoblar esfuerzos. De lo contrario, la oposición se volverá intrascendente.