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Opinión

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La mitad del mundo a las urnas

A lo largo de los siglos las sociedades han encontrado en la democracia el camino más estable para organizarse y convivir. Aunque por naturaleza, el ser humano es racional y social, también llega a ser conflictivo y violento. La democracia ha ayudado a resolver pacíficamente las diferencias entre los ciudadanos al mismo tiempo que ha permitido el avance de una basta cantidad de derechos de las personas que van desde el derecho a la vida, hasta el derecho de tener una vida libre de violencia. Ha llevado siglos el moldeando de un andamiaje de reglas de convivencia entre ciudadanos y entre estos y su gobierno. El poder elegir de manera periódica a los gobernantes y representantes, evaluarlos, exigirles cuentas y removerlos representa el logro histórico más importante del ciudadano. Quienes acceden al poder buscan ejercerlo y conservarlo, por su parte, los ciudadanos aspiran a tener garantías suficientes para decidir quién los gobernará y cuándo es pertinente removerlos. Así, elementos centrales de la democracia como voto libre y secreto, votar y ser votado, con la posibilidad de todos los ciudadanos, incluidos los clérigos, puedan acceder a cargo de elección, con órganos electorales autónomos y elecciones periódicas han formado la sólida estructura de lo que conocemos como democracia liberal. Las naciones más desarrolladas son democráticas. Aunque existen amplios estudios que señalan que buena parte de la población mundial está descontenta con la democracia, es igualmente cierto que, hasta el momento, no se ha encontrado una manera más eficaz para organizar la convivencia pacífica entre las personas. También es claro que las naciones con el mayor índice de bienestar y menos pobreza son aquellas que tienen un sistema político basado en la democracia liberal.

Actualmente asistimos a lo que han dado en llamar democracia iliberal que consiste en que cierto grupo de personas llega al poder exactamente con las reglas de la democracia liberal y, una vez instalados, buscan a toda costa desaparecerlas. Son electos con el voto popular, calificados por árbitros electorales y tribunales autónomos, pero en el ejercicio de sus facultades, como grupo gobernante, buscan cambiar las reglas del juego, suprimir órganos electorales, impedir elecciones y desconocer resultados. El caso más visible es el de Donald Trump quien desconoció el resultado adverso a su reelección y evidentemente buscó impedir el cambio de poderes argumentando “fraude electoral” sin comprobarlo. Otro caso es el de Daniel Ortega que, en efecto, fue electo democráticamente por 5 años en 2007 y es la fecha en que no deja el poder. En este 2024 más de la mitad de la población mundial tendrá el derecho de escoger a sus autoridades. Habrá elecciones en Rusia, EU, Brasil, México, India, Inglaterra, entre muchas otras, hasta llegar a 46 naciones. Son tiempos apasionantes que no darán la posibilidad de presenciar si los promotores de los valores democráticos libres permanecen o son desplazados por quienes buscan llegar al poder por la vía democrática para luego destruir la democracia.

Doctor en Desarrollo Económico, Doctor en Derecho y Doctor en Historia del Pensamiento Filosófico Especialidades en desarrollo económico en Oxford University y en Economía Internacional en Georgetown University. Profesor en la Universidad Panamericana y la Ibero. Ha colaborado en la Presidencia de la República, el Banco de México, la Secretaria de Hacienda y Crédito Público, fue Ministro de Asuntos Economicos de la Embajada de Mexico en EEUU (Washington). Autor de libros en Regulación Financiera, Historia Económica, Política Fiscal, Políticas Públicas y Ética.

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