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La náusea
Dos niños pequeños corren junto a su papá hacia el refugio luego de observar el ingreso de terroristas a su casa. Son pocos metros, pero para ellos fue una eternidad. Atraviesan un pequeño patio y al entrar al refugio un terrorista lanza una granada. El padre de los niños se desploma sin vida y ellos corren hacia la sala. Lloran. Observaron a su papá sin vida.
Los niños son arrastrados hacia la sala por uno de los terroristas. Sentado, uno de los menores menciona a su papá. “Quiero a mi papá”, dice entre lágrimas.
Su hermano tiene un ojo ensangrentado. No ve. ¿Puedes ver? Le pregunta desesperado su hermano. “No”.
Sediento, el terrorista, abre el refrigerador y les pregunta a los niños si desean tomar agua. Los menores de edad no quieren, están en shock. El terrorista elige un refresco. Lo toma.
El terrorista se va y deja a los niños. Ellos salen corriendo de la casa.
En otro video, la mamá de los dos niños aparece acompañada por dos soldados israelíes. Los tres están junto al refugio donde el esposo yace en el suelo. La señora llora y los militares tratan de contener sus movimientos.
Lo anterior es una prueba del proceso deshumanizador sufrido por miles de civiles en Israel la mañana del 7 de octubre.
Ayer vi una película de 43 minutos de duración con escenas similares.
La embajada de Israel invitó a un grupo de periodistas a charlar con la embajadora Einat Kranz Neiger y a escuchar al agregado de Defensa Amir Shalom.
La empatía por la humanidad no apela al color de banderas o de actas de nacimiento. Los dogmas sobran cuando se habla de civiles asesinados. Los políticos estorban cuando mueren inocentes.
De las terribles historias que observé, la que más me impactó fue la que narré en los primeros párrafos. Quizá haya otras de mayor sufrimiento para las víctimas. Particularmente de gente quemada en su totalidad. Pero lo ocurrido a los niños vincula la muerte con la vida en la misma escena. Vidas rotas.
La muerte de miles de víctimas invita a realizar una reflexión individual; sean israelíes o palestinos civiles e inocentes.
No hay justificación alguna para gozar la muerte de los otros. Insisto, lo mismo israelíes que palestinos.
En el video de 43 minutos de duración se observaron o escucharon risas y gritos de triunfo por parte de algunos terroristas.
Uno de ellos, a través de una llamada telefónica a sus padres, les dice que ha matado a 10 judíos. Está feliz. Son su trofeo. Su madre llora.
El odio incubado se manifiesta a través de gestos deshumanos.
No todos los integrantes de la clase política condenaron los ataques de Hamás del 7 de octubre. Por el contrario, el presidente de Bolivia rompió relaciones con Israel luego de la respuesta que ha dado en la Franja de Gaza.
Es evidente que el primer ministro Benjamin Netanyahu ha llevado a mal puerto a su país. Particularmente por lo que toca a los asentamientos ilegales en Cisjordania. Y es evidente por la clara violación al derecho internacional. Junto a Netanyahu, Estados Unidos y Europa han demostrado visiones discrecionales porque sancionan a Rusia por el tema de Ucrania, pero no a Israel por el tema de los asentamientos.
La democracia se encargará de sacar a Netanyahu del poder. El derecho internacional también se le tendría que aplicar luego de lo que ocurre en la Franja de Gaza.
Pero lo ocurrido el 7 de octubre no solo es un acto en contra de Israel; es un duro golpe contra la democracia y la libertad.
Celebrar la muerte durante una bacanal apocalíptica representa un rasgo triste por ser deshumanizante. Aplaudir a Hamás es un acto deshumanizante.
@faustopretelin