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Opinión

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La neutralidad corporal

El movimiento de neutralidad corporal surge casi como una contraparte del movimiento de positividad corporal (body positivity) –que nada tiene que ver con el positivismo filosófico–, ambos, parte de un continuo que representa la propia relación con el cuerpo, generalmente en referencia más a la forma y dimensiones que a sus funciones.

En parte, el movimiento de positividad corporal surge como una respuesta al altísimo proceso de estigmatización de los cuerpos grandes que se vive en los últimos tiempos. Las altas prevalencias de sobrepeso y obesidad y sus consecuencias sobre la salud son el estandarte de muchas personas para justificar no sólo la gordofobia, sino también procesos de estigmatización social por el que las personas con obesidad o con sobrepeso son excluidas en diversos ámbitos de la vida social. La estigmatización es el proceso por el que se les atribuyen características negativas que nada tienen que ver con el volumen corporal, como la falta de carácter, de disciplina, la debilidad o la falta de fuerza de voluntad. Ante este proceso que se vive de manera importante en la sociedad, surge el movimiento de positividad corporal, que busca aceptar los cuerpos en cualquier manera que se presenten, no encajando en los estándares comunes de belleza o en los ideales inalcanzables sobre la manera en la que “tiene que” lucir un cuerpo. Como sucede con muchos movimientos sociales, el radicalismo en el body positivity se hizo presente, y hubo quiénes consideraban incluso, que la positividad tenía que ver con atentar contra la propia salud, o incluso, discriminar cuerpos que lucieran más normativos, o sea, que se acercaran más a la norma de lo “socialmente aceptado”.

Ante este radicalismo, surge el movimiento de “neutralidad corporal” que, si bien busca la aceptación de los cuerpos, promueve también el bienestar corporal por medio de los cuidados que se prodiguen al cuerpo, incluyendo la alimentación, el descanso y la actividad física. Es aceptar los cuerpos de diferentes formas, pero cuidando de ellos. En teoría, es casi natural que este movimiento surgiera como respuesta de la positividad corporal, para no desviar la balanza hacia un punto que fuera igual o más estigmatizante de los cuerpos normativos.

La “neutralidad corporal” sin embargo, se queda más en una ambición ideológica que en un verdadero sentido práctico de la relación hacia el cuerpo. Nuestra relación con el cuerpo está construida de manera compleja, donde intervienen factores psicológicos, sociales, antropológicos y fisiológicos para determinar nuestra relación con él. Es curioso tratar a nuestro cuerpo como un ente aparte, cuando finalmente nuestro ser es uno con el cuerpo. De esta manera, una “neutralidad” corporal, un justo medio en cuanto a las ideas que tengamos sobre nuestro cuerpo, constituye una utopía más que una práctica. Lo que sí se puede lograr, es trabajar en nuestro cuerpo y mente para lograr una relación más satisfactoria con la manera en la que nos sentimos habitando nuestro cuerpo, no sólo por la estética, el tamaño o cómo se ve, sino cómo se siente y cómo reacciona ante diferentes estímulos de la vida cotidiana. Esta relación paradójicamente sólo se logra con la toma de conciencia de las sensaciones de lo que es habitar nuestro cuerpo. La neutralidad por lo tanto, no es un estado zen o de madurez a alcanzar, sino un trabajo continuo para poner en el lugar justo las influencias, ideas y palabras sobre nuestro cuerpo que recibimos constantemente del entorno.

Columnista de alimentación y sociedad. Gastronauta, observadora y aficionada a la comida. Es investigadora en sociología de la alimentación, nutricionista. Es presidenta y fundadora de Funalid: Fundación para la Alimentación y el Desarrollo.

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