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La patria de Schiller y Goethe
Turingia, el corazón verde de Alemania (das grüne Herz Deutschlands), la región donde nacieron Bach y Schiller, vivieron Lutero y Goethe y se encuentran lugares tan significativos en la historia germana como Weimar, el castillo de Wartburg y Erfurt es ahora donde el partido de extrema derecha Alternativa para Alemania (AfD) le propinó una violenta sacudida al escenario político germano al ganar por primera vez unas elecciones regionales. También AfD obtuvo un resultado exitoso en la no menos histórica Sajonia. La extrema derecha quedó primera en Turingia con el 33.4 por ciento de los votos y segunda con el 31.4 por ciento en Sajonia. Estos dos Länder (estados federados) pertenecieron a la extinta República Democrática Alemana (RDA) y ello explica, en buena medida, el éxito de este partido considerado hasta no hace mucho como “de protesta”. Los estados federados orientales de Alemania son los menos desarrollados, padecen más desempleo y registran los porcentajes más altos de población bajo la línea de pobreza. Desde la reunificación del país, casi 3.7 millones de habitantes (casi una cuarta parte de la población de la ex RDA) han abandonado el Este buscando las oportunidades profesionales, económicas y sociales ausentes en la antigua zona comunista.
En muchos sectores de la ex RDA priva la desilusión y el resentimiento. Inclusos existe cierta añoranza por la etapa comunista: la Ostalgie (nostalgia del Este), una visión idílica del pasado la cual recuerda (o más bien cree recordar) una especie de “paraíso perdido” étnicamente puro, pacífico, seguro e igualitario. Un “mundo feliz” donde la población disfrutaba de servicios públicos universales, gozaba fuertes sentimientos de identidad y estrechos lazos comunitarios. Nada de esto fue así, desde luego, pero las cuitas económicas y sociales y las consecuencias de una reunificación imperfecta hacen de la ex RDA un espacio desorientado y carente de identidad. Por eso fue aquí donde desde hace apenas pocos años empezó a crecer AfD, una organización política de una extrema derecha capaz de explotar los resentimientos y la confusión de una zona a la deriva defendiendo los principios fundamentales de la extrema derecha tradicional alemana: visión gloriosa del pasado, nacionalismo etnicista (Völkisch) y antisemitismo, combinándolas con los conceptos vinculados a la nueva extrema derecha: negacionismo climático, euroescepticismo, antiglobalismo, rechazo por las políticas de género y los movimientos LGTBI y, sobre todo, islamofobia.
La islamofobia y el odio antiinmigracionista recibieron un impulso poco antes de la celebración de estas elecciones regionales con un atentado mortal perpetrado en la ciudad de Solingen por un joven refugiado sirio. Al canciller alemán Olaf Scholz solo le faltaba este suceso para acabar de ensombrecer su ya de por sí oscuro panorama político. Los ultras han aprovechado para cargar contra la política migratoria del gobierno y reivindicado como presunta solución la “remigración” de todos los residentes extranjeros. Y aunque Turingia y Sajonia representan solamente el 8 por ciento del total la población alemana (un total de 83.3 millones), el impacto simbólico de la victoria ultraderechista reverbera en todo el país. Los tres partidos coaligados frente al gobierno federal (socialdemócratas, verdes y liberales) sufrieron una debacle en las urnas. Este tripartito, de por sí debilitado por querellas internas, gracias al agravamiento de la crisis migratoria tiene por delante un difícil año hacia las elecciones generales previstas para septiembre de 2025. Por lo pronto, la AfD está en segundo lugar en las encuestas de opinión nacionales. Son horas oscuras para la democracia alemana.