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Opinión

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La política del salario mínimo: un debate necesario, pero insuficiente

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Foto: EspecialShutterstock

El aumento del salario mínimo en términos reales es una política que ha cobrado gran relevancia desde 2014, año en el que inició un debate sobre la necesidad de recuperar su poder adquisitivo dado su estancamiento por más de dos décadas. Uno de los temores de esta medida es que dadas las condiciones de la economía en cuanto a crecimiento potencial y holgura, los incrementos se traspasarían al resto de la distribución salarial, provocando distorsiones inflacionarias en la economía. 

La evidencia muestra que estas distorsiones no se han dado. Tomando como referencia el periodo entre 2015 y 2022, el salario mínimo ha tenido un crecimiento promedio anual de 8.8% en términos reales, en cambio, el salario promedio de cotización del IMSS en ese mismo periodo solo creció en promedio anual 1.7% y la mediana de ingreso 3.6%. En este sentido, al observar las distribuciones salariales, lo que ha sucedido es una compresión de las colas de la distribución salarial, es decir, que empleos de mayor remuneración se han perdido y los de menores ingresos se han desplazado a la derecha, por lo tanto, los incrementos del salario mínimo han contribuido a elevar el nivel de remuneración de trabajadores de menores ingresos, pero este efecto positivo ha sido limitado ya que ha provocado una mayor concentración en empleos de hasta dos salarios mínimos. En el caso del sector informal, el efecto ha sido nulo, de hecho, tomando de referencia información de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE), en el tercer trimestre de 2015, 19.8% de los trabajadores asalariados remunerados en situación de informalidad laboral tenía ingresos equivalentes de hasta un salario mínimo, para 2022 el porcentaje llegó a 51.6%.

Para 2023 se ha decidido realizar un incremento de 20% lo cual sigue en línea con la recuperación necesaria del salario mínimo, en este contexto habrá que calibrar los efectos sobre todo porque México está en un contexto inédito en donde no se han superado totalmente los estragos de la pandemia y además porque se ha estado en una dinámica de alta inflación durante todo el año, y se tiene prioridad de mantener las expectativas de inflación bien ancladas.

Otra lección aprendida, y probablemente más relevante, es que la política del salario mínimo ha sido insuficiente para atacar los problemas estructurales del mercado laboral, y ha eclipsado la necesidad de discutir elementos más estructurales de la economía que permitan tener un mercado laboral mucho más sólido y un horizonte de creación de empleos con mejor remuneración. Lo anterior, pasa por discutir la necesidad de impulsar la inversión; preguntarse hacia dónde dirigir los esfuerzos de la política pública que fomenten una vocación productiva sostenible para el país, lo cual llevaría a entender y cambiar la tendencia del estancamiento de la productividad laboral, pero todo esto será insuficiente si no se entienden los determinantes de la informalidad y se combate de manera seria. Es necesario discutir las deficiencias en materia laboral y, en general, el enforcement institucional si se quiere generar un entorno productivo con competencia real que no incentive la informalidad productiva y laboral, que al final actúan en deterioro no solo de los trabajadores, sino de la economía en su totalidad reduciendo su potencial de crecimiento en el mediano y largo plazo.

*El autor es economista senior de BBVA México.

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