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Opinión

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La quiebra de Detroit

El éxito pasado de Detroit produjo poderosos sindicatos en el sector privado y público que le ha restado competitividad. Destruyeron su economía y base fiscal.

En 1960, Detroit era una de las ciudades más grande y de mayor ingreso per cápita de Estados Unidos. Su población fue de 1.8 millones en 1950, cuando era la orgullosa capital de la industria automotriz más importante del mundo y punto clave del cinturón industrial de ese país. Después de décadas de crisis económica, la población se redujo a poco más de 700,000 habitantes en el 2010, distribuidos en 140 millas cuadradas de territorio urbano, del cual 33% hoy está despoblado. Hace 1,200 años aproximadamente los mayas abandonaron sus grandes ciudades en la selva de México y Guatemala, Petén, Tikal, Palenque entre otras, en uno de los grandes enigmas de historia. Algunos expertos atribuyen a una mala gestión de la economía el colapso de la civilización maya, debido a la destrucción de la selva. La historia de colapso de Detroit es la reseña de la destrucción de su economía y base fiscal.

El factor clave del éxito de individuos, empresas y gobiernos en una economía capitalista es la capacidad de adaptación a un entorno que cambia continuamente. Hace décadas que Estados Unidos está en transición hacia una economía basada en los servicios, la tecnología y el capital humano, y cada vez menos en las grandes industrias manufactureras del principio del siglo XX.

Muchas ciudades perdieron sus industrias tradicionales, pero la sustituyeron por nuevas actividades económicas que le permiten seguir siendo competitivas. No ha sido el caso de Detroit. Esto en parte se debe a que su éxito pasado produjo poderosos sindicatos en el sector privado y público que le han restados competitividad a Detroit. Las empresas automotrices y de otro tipo se llevaron sus plantas a otras ciudades o al extranjero. Esto disparó un circuito de retroalimentación negativa que termina en la quiebra, se van las empresas, se van los trabajadores, se contrae la base fiscal de la ciudad, de deteriora la infraestructura física, se deteriora la inversión en salud, seguridad y educación, lo que alimenta la salida de más empresas e impide que lleguen otras.

Durante mucho tiempo, en Detroit, los políticos compraron el apoyo de los sindicatos o grupos de burócratas con promesas de mayores pensiones, seguro médico y otros beneficios. El resultado es que estos programas hoy consumen 43% de los ingresos generales de la ciudad y será 64% en el 2017 de continuar la tendencia.

Hasta ahora, la ciudad ha mantenido liquidez forzando la mano a sus pocos ciudadanos, a los que les ha elevado al máximo la carga fiscal y utilizando hasta el límite su acceso al mercado de deuda municipal. Detroit debe 18,000 millones de dólares; es la ciudad del estado de Michigan con mayor carga fiscal per cápita y los peores servicios públicos. Se estima que 60% de los habitantes de Detroit es pobre, 50% es funcionalmente analfabeta y 18% está desempleado versus una tasa de desempleo nacional de 7.6. La tasa de crimen de Detroit es la más alta para un ciudad estadounidense, y el tiempo de respuesta de los servicios de emergencia médica, bomberos y policía es el más alto.

La insolvencia y niveles peligrosos de liquidez forzaron la declaración de bancarrota de la ciudad, la más grande de la historia de Estados Unidos. Detroit no puede ejecutar los servicios básicos de la ciudad, pagar las pensiones y seguros médicos de sus empleados actuales y jubilados, y cumplir el pago pactado de deuda municipal. Se estima que Detroit sólo podrá pagar 2,000 millones de dólares de una deuda no colateralizada de 11,000 millones. El resto de los 18,000 millones es deuda colateralizada de proyectos de inversión pública que cuentan con fuente de pago.

rfeliz@eleconomista.com.mx

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