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Opinión

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La sociedad israelí salvará a su democracia

Yariv Levin entró a una sala de juntas del ministerio de Justicia para reunirse con un pequeño grupo de periodistas latinoamericanos un mediodía de la primera semana de este mes.

La mesa se encontraba perfectamente diseñada para el encuentro. Cada uno de los que estábamos presentes teníamos como distintivo una bandera del país de origen. Banderas de Argentina, Brasil, Uruguay, Costa Rica, Ecuador, Panamá, Venezuela, Chile y México.

Levin confesó que no desaprovecharía la ocasión, hablaría en español. Lo habla muy bien.

Yariv Levin es ministro de Justicia del gobierno de Benjamin Netanyahu. Ambos pertenecen al mismo partido político: Likud, de centroderecha, fundado en 1973 por Menájem Beguín que ganó las elecciones de 1977 y se mantuvo en el poder hasta 1992.

El ministro de Justicia se encuentra en el ojo del huracán: es el creador de la reforma judicial que ha generado enojo entre una parte de la población israelí.

Ya son alrededor de 30 sábados consecutivos en los que miles de israelíes han protestado en las calles de Tel Aviv. Gente que tiene miedo de ver degradada su calidad democrática.

Con algunos de ellos platiqué al finalizar una de las manifestaciones. Uno de ellos me comentó que tiene miedo que la reforma judicial sea la puerta de entrada del gobierno para hacer varios cambios y termine por convertir Israel en “un Irán”.

El ministro de Justicia explicó que son nueve las personas que controlan el destino judicial del país, es decir, es el grupo que se encarga de nombrar a los jueces. Para Levin, los nueve siempre nombran a sus cercanos amigos.

La separación de poderes es mucho más tolerable entre los gobiernos de centro y liberales que aquellos que se encuentran en las antípodas del arco parlamentario.

Los gobiernos extremistas, lo mismo de izquierda o derecha, no soportan la división de poderes.

El gobierno de Netanyahu es producto de la quinta elección legislativa desde 2019 y fue instaurado en diciembre pasado. El primer ministro llegó a las elecciones muy desgastado, pero logró la meta al poder formar gobierno.

Es un gobierno de coalición con claro acento de extrema derecha; lo conforman partidos religiosos y conservadores. El primer ministro saliente, Yair Lapid lo calificó como el “gobierno más extremo en la historia del país”. Además del Likud (32 escaños), el gobierno lo integran: Judaísmo Unido de la Torá (11 escaños y representan el conservadurismo religioso israelí; defienden en particular a las personas que dedican sus horas a los estudios de la Torá y el Talmud); Partido Shas (7 escaños; promueven un estilo de vida ultraortodoxo y piden una mayor influencia de la halajá, la ley religiosa judía); Colonos del Sionismo Religioso (7 escaños; representan el ala más a la derecha de los religiosos israelíes); partido Poder Judío (6 escaños; es un partido al que pertenece Itamar Ben Gvir, ministro de Seguridad Nacional quien ha sido señalado como miembro de la extrema derecha).

El pasado domingo, un día antes de que la mayoría del parlamento aprobara la ley de razonabilidad, donde los jueces no podrán limitar, como hasta el lunes, las decisiones del gobierno basándose en la doctrina de si son o no razonables, el expresidente de Israel, Reuven Rivlin, de 83 años, participó en una manifestación en Jerusalén.

Rivlin se paró en la esquina de las calles Kaplan y Rabin y dirigió unas palabras a quienes lo rodeaban: “Nuestro trabajo es ver si podemos salvar nuestro maravilloso país en las próximas 24 horas”.

La sociedad israelí es una de las más cohesionadas del mundo: salvarán a su democracia. Sin duda.

En México, AMLO tiene la tentación de seguir los pasos de Netanyahu. Desea degradar la democracia para concentrar poder. Cuidado.

Twitter: @faustopretelin

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Fue profesor investigador en el departamento de Estudios Internacionales del ITAM, publicó el libro Referéndum Twitter y fue editor y colaborador en diversos periódicos como 24 Horas, El Universal, Milenio. Ha publicado en revistas como Foreign Affairs, Le Monde Diplomatique, Life&Style, Chilango y Revuelta. Actualmente es editor y columnista en El Economista.

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