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Opinión

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La tragedia de nuestra economía V

Las posibilidades de que una nación se desarrolle dotando de oportunidades a sus ciudadanos para poseer bienes, educarse, tener acceso a servicios de salud y una forma digna de vivir producto de su propio trabajo, sólo puede lograrse con periodos de crecimiento prolongados. En las pasadas entregas apuntamos que, dentro de la historia económica de México, existen elementos clave que han impedido que seamos la gran economía de América Latina y una de las más importantes del mundo en cuanto todos los índices de desarrollo humano y regional. Ha sido la falta de crecimiento sostenido en el tiempo, la inexistencia de Estado de Derecho con leyes aplicables solo a unos cuantos, decisión unipersonal del gobierno para otorgar también a unos cuantos los medios para generar riqueza mediante la explotación de bienes y servicios públicos y, la impresionante y desgastante implementación de modelos de desarrollo sin que ninguno de ellos haya tenido oportunidad de mostrar sus ventajas. A esta larga cadena de deficiencias estructurales podemos agregar la histórica falta de consistencia tanto en la política fiscal como monetaria.

En efecto, México no ha contado por periodos prolongados de implementación de políticas fiscales y monetarias consistentes entre sí, enfocadas en preservar estadios de desarrollo adecuados. Así, por décadas, el manejo de la liquidez, la impresión de dinero, las reservas internacionales y el mercado de divisas, así como la regulación del sistema financiero fueron utilizados a contentillo de la clase gobernante quienes usaron sin miramientos, criterios político-electores en el manejo de estos componentes monetarios. Es de todos conocido, los innumerables episodios de devaluaciones, control de cambios, privatización-expropiación-privatización de la banca, el uso y abuso de dinero. El valor de nuestra moneda por décadas dependió del contubernio político-empresarial en detrimento de la capacidad de compra vía salarios de la mayoría de la población. Lo mismo ha ocurrido con la política fiscal que, por más que transcurren los años, los políticos han sido incapaces de darle congruencia a los impuestos con el gasto de gobierno y el manejo de la deuda pública. Han pasado dos siglos y es el momento en que tan sólo el 40% de la economía nacional es formal. El gasto de gobierno hace bastante tiempo que dejó de ser un factor real de crecimiento y desarrollo. Tenemos años de ver el despliegue del gasto para construir grandes hospitales, universidades públicas, construcción de escuelas dignas y obras de infraestructura que permitan equipar al país con suficiente capital humano y físico para mantener a México creciendo consistentemente. Por el contrario, el gasto y la deuda han servido para financiar gasto corriente básicamente por una interminable creación de programas sociales sin que, con ello, la marginación y pobreza hayan disminuido de forma significativa. Hasta ahora, gracias a la autonomía de Banxico conseguida en 1995 se ha mantenido cierta disciplina monetaria. La política fiscal sigue siendo el gran pendiente. Empero no sabemos por cuánto tiempo preservaremos la reciente disciplina monetaria y cuándo el 100% de la economía sea formal y, el gasto de gobierno, sea por fin, un factor real de crecimiento económico.

Doctor en Desarrollo Económico, Doctor en Derecho y Doctor en Historia del Pensamiento Filosófico Especialidades en desarrollo económico en Oxford University y en Economía Internacional en Georgetown University. Profesor en la Universidad Panamericana y la Ibero. Ha colaborado en la Presidencia de la República, el Banco de México, la Secretaria de Hacienda y Crédito Público, fue Ministro de Asuntos Economicos de la Embajada de Mexico en EEUU (Washington). Autor de libros en Regulación Financiera, Historia Económica, Política Fiscal, Políticas Públicas y Ética.

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