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Opinión

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Las diplomacias de Damasco

La Primavera de Damasco fue un ajedrez que tendría como desenlace la sucesión de Hafez Al Assad, y que, sería el preámbulo de la presidencia de Bashar Al-Assad en 2001, y cuya prioridad consistió en establecer capacidades que aseguraran la subsistencia del Estado y evadir la espiral de una revolución inminente. El apoyo de aliados regionales e intervenciones extrarregionales fueron determinantes, al igual que lo serían en el futuro.

En 2011, tras una década de conflicto latente, la Primavera Árabe comenzó a recorrer el mundo árabe a través de protestas, símbolos y movimientos armados, en el caso de Siria, no fue distinto. Para Siria, ello fue la víspera de una guerra civil que daría paso a una historia de 5.6 millones de refugiados, así como 6.2 desplazamientos forzados internos. El objetivo de la política exterior se centró, una vez más, en la subsistencia, la defensa de ciudades y puntos fronterizos clave, así como reconstruir una economía devastada y sitiada por sanciones económicas.

Zoulfa Katouh, escritora siria, escribió, en Siria, “nunca sabemos si nos volveremos a ver, cada minuto es un adiós”. A partir de 2016, las fases postconflicto no han sido necesariamente mejores, principalmente en la franja norte, en la que persiste la actividad del Frente Al Nusra, Al Qaeda y el Estado Islámico. Al igual que como ocurre en el Líbano, Libia, Afganistán o Iraq, en Siria existen desarrollos internos moldeados por intervenciones, heterogeneidad étnica y cultural, pero también por anacronismos que pertenencen a un orden global que finalizó décadas atrás.

Recientemente, Siria ha conseguido aumentar su presencia a partir de coyunturas. La Declaración Trilateral Conjunta, mediada por China, fue un mensaje para desescalar conflictos subregionales, principalmente en el Líbano y Yemen. Para Siria, el proceso se ha caracterizado por el rastreo de alternativas a las sanciones económicas, recuperar el control de territorios, la reconstrucción de ciudades y el restablecimiento de relaciones diplomáticas con países del Golfo, así como el reingreso a la Liga Árabe.

En el terremoto de febrero de 2023, se estima que, 8.8 millones de personas fueron afectadas en Siria, aumentado la dependencia a la ayuda humanitaria del exterior. Por otro lado, el sismo transfirió capital diplomático a Bashar Al Assad, quien recibió llamadas de apoyo en un momento que coincidió con la proximidad del fin del conflicto y del aislamiento diplomático. Mientras que, la vinculación entre el gobierno de Al Assad e Irán y Rusia, y otros actores como Hezbolla, las denuncias de represión por parte del Consejo de Cooperación del Golfo, la crisis fronteriza con Türkiye y las tensiones con Israel, son obstáculos que no desaparecen.

El reingreso a la Liga Árabe representó la recuperación de un diálogo regional extraviado y se percibió como un símbolo de una distención parcial, dando paso a una dinámica denominada por el pragmatismo, aunque, interrumpida por la situación en Palestina.

Las prioridades de Damasco ahora distan de aquellas de 2001 o 2011, a partir de avances militares, de una red de apoyos internacionales y la adopción del pragmatismo regional, escenarios que han sido precedidos por una crisis humanitaria que no debe ser olvidada. Los acuerdos no desaparecen divergencias, el presente no borra el pasado, y la diplomacia no diluye realidades.

*El autor es analista de seguridad internacional y de temas de Medio Oriente. Miembro de la Unidad de Estudio y Reflexión África, Medio Oriente y Sudoeste Asiático de COMEXI.

X: DaanMaur

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