Lectura 3:00 min
Lecciones de una boda en Oaxaca
Para Gerardo y Sara
Lo conozco desde casi 20 años, es una de las personas que más admiro en la vida, me invitó a pasar el fin de semana en el mágico estado de Oaxaca para la boda de su hijo Pin y Sara. El tener oportunidad de viajar a los estados del sur siempre es gratificante por su lugares, tradiciones y su gente. Al llegar al centro de Oaxaca junto al hotel Los Amantes, con todo alegría recibí su abrazo con cariño mientras observábamos a los novios en la Calenda, bailable que hacen alegremente por las calles acompañados de sus seres queridos, vecinos y la banda de música. Recuerdo haber ido a desayunar al mercado Juárez chocolate con agua, pan, tamales y una tlayuda gigante de tasajo; Doña Josefina tomó la orden a 12 personas que estábamos ahí sin escribir en la comanda porque no sabe cómo tampoco leer, pero su extraordinaria memoria suple perfectamente la falta de escritura porque lleva décadas trabajando siempre con una sonrisa para sus güeros que degustan sus platillos. Lo mismo ocurrió en el “hoyo de humo” un grupo de locales de economía informal que preparan carne asada, tortillas recién hechas y refrescos; José de 14 años sumó en su mente el monto de lo que habíamos consumido, es su trabajo de todos los días también siempre sonriente. Horacio quien lustra zapatos es conocedor de la historia; habla con orgullo no de Benito Juárez sino del otro presidente oaxaqueño, Porfirio Díaz por la falta de crédito que la historia le ha negado a su paisano porque entiende que el gobierno ha querido que sea sólo Benito y no los dos quienes estén en los pedestales. Él mismo está plenamente abierto a escuchar aquella parte de la historia en la que le cuento sobre el cómo se desarrolló la artillería como rama militar del Ejército de EU, por la necesidad que el capitán George Patton tenía de aprender a Pancho Villa que incursionaba constantemente en su territorio.
Sin embargo, estas historias de vida no merecen lo que los políticos le han hecho al estado de Oaxaca, prácticamente se lo acabaron; cientos de miles de millones de pesos, año tras año, década tras década, gobernador tras gobernador, organización tras organización y todo sigue igual. Lo que no ha cambiado es el espíritu de la gente que pese a todo sigue adelante con su vida. Los oaxaqueños no lo merecen como no lo merece el país entero. En este estado como en el resto del país se ha lucrado con la pobreza abusando de la buena fe de las personas. El fin de semana además de estar con los míos, Oaxaca me enseñó que la nobleza de las personas prevalece a pesar de los gobiernos.