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Opinión

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Lecciones del Vive Latino

El festival Vive Latino nos volvió a reunir en un mismo lugar. Nos hizo vernos las caras, devolvernos nuestra condición de animales sociales y congregarnos para escuchar música con la mejor compañía, la que estaba ahí a tu lado mientras cantabas. Nos hizo recordar lo mucho que nos gustan los conciertos en vivo y que tras dos años de verlos en nuestras diminutas pantallas con pésima resolución y un audio mediocre nos hacían mucha falta.

La generación que ha crecido con el Vive Latino ha sido afortunada porque hemos tenido un espacio para escuchar y conocer nueva música. A diferencia de nuestros antecesores, que vivieron la represión y la falta de espacios culturales masivos, ha sido un privilegio poder tener un foro de este tipo donde puedes escuchar artistas que van desde unos veteranos como Pixies, Mogwai, Los Fabulosos Cadillacs y Cecilia Toussaint hasta C Tangana, uno de los artistas hispanos más interesantes del momento.

En medio de este cóctel podrás encontrar una gran gama de sonidos, desde blues (Los Señores), música mexicana contemporánea (Gran Sur y La Isla Centeno), hip hop (Residente), rock (Los Cogelones, Maldita Vecindad), punk (Elis Paprika), electrónica (Groove Armada) y hasta música regional. Es un festival que siempre te guarda una sorpresa que descubres cuando llegas inadvertidamente a uno de sus escenarios sin saber quién tocará en ese momento. Es un lugar para ver a tus artistas favoritos y también para que puedas conectarte con tu yo de la nostalgia.

Su apertura musical nos habla también de un cambio en cómo las nuevas audiencias escuchan música y ya no sólo se quedan resguardadas en una tribu de un género. Aunque este es un cambio que ha costado tiempo y que también nos debe hacer recordar las épocas cuando le arrojaron a bandas como Kittie objetos desde el público o los que rechazaban a Natalia Lafourcade y sus contemporáneas por “no ser rockeras”, lo que sea que eso signifique. Y claro tampoco podemos olvidar las conductas retrógradas que por muchos años fueron aceptadas como una mala copia de Woodstock ’99.

En las más de dos décadas de existencia, los organizadores del festival han aprendido a cómo hacer una experiencia más amigable, incluyente, y placentera, donde no hay que sufrir largas filas, pésimas instalaciones o la escasez de bebidas. Aunque siempre hay que estar en todo momento pendiente de que no te saquen el celular o la cartera.

La noche del sábado brillaron las presentaciones de Mogwai, Los Señores, Elis Paprika, Limp Bizkit y Maldita Vecindad. Tras su cancelación en el 2020, Mogwai regresó para darnos un show imponente lleno de texturas, distorsión y muchos decibeles. Los Señores dieron una master class de blues clásico donde invocan los espíritus de B.B. King, Muddy Waters, Elmore James con la maestría de Bon y Marcello Lara, el maestro José Areán y el poder percusivo de Elohim Corona. Elis Paprika dio un show lleno de guitarras, distorsión, girlpower y mucha actitud punk. Limp Bizkit nos transportó al Y2K cuando el nü metal estaba de moda. Y la Maldita Vecindad nos dio un show lleno de emociones y con un emotivo homenaje para el partido Sax.

El domingo Gran Sur puso a cantar a toda la Carpa Intolerante a todo pulmón con sus canciones de desamor y sus melodías de nueva música mexicana. Pixies volvió a demostrar por qué son una de las bandas más importantes de las últimas cuatro décadas, aunque fue el madrileño de C Tangana quien se llevó la noche. La presentación de El Madrileño llevaba consigo mucho alcohol, altas temperaturas, flamenco, bossa nova, trap y un público que se entregó al espectáculo de la misma manera que todos sus intérpretes sobre el escenario.

Groove Armada nos puso a bailar hasta la madrugada y nos exprimió las últimas gotas de energía mientras coreamos el estribillo de At The River: “If you’re fond of sand dunes and salty air, quaint Little villages here and there”.

Al terminar la función y después de dos días de mucho canto, baile, la garganta afónica y unas cuantas extremidades adoloridas, hay que celebrar que regresaron los conciertos y los festivales.

antonio.becerril@eleconomista.mx

Coordinador de Operaciones Online. Periodista. Desde el 2019 escribe la columna semanal sobre música “Mixtape” en El Economista. Ha sido reportero de tecnología y negocios, startups, cultura pop, y coeditor del suplemento de The Washington Post y RIPE.

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