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Libertad, ética y valores, la base de la educación para un país próspero
En publicaciones anteriores hemos abordado la importancia de desarrollar habilidades para la vida, utilizar la tecnología de manera efectiva y fomentar la capacitación docente como pilares fundamentales en la educación de nuestro país. Sin embargo, en esta ocasión, quiero enfatizar un elemento que debe ser considerado como el pilar fundamental de nuestro sistema educativo, la libertad, acompañada de la enseñanza de ética y valores como la honestidad, generosidad y la empatía. Estos elementos son indispensables para el progreso de nuestra nación y, sin ellos, difícilmente podremos construir un país próspero.
La educación con ética y valores es esencial en las escuelas, ya que forma ciudadanos conscientes, responsables y respetuosos. La enseñanza de la ética en el aula debe ir más allá de la teoría; debe ser vivencial, presentando a los estudiantes situaciones reales donde puedan aplicar estos principios. De esta manera, se fomenta no solo el conocimiento, sino también la empatía, la solidaridad y el respeto por las diferencias. Estos valores son cruciales para el desarrollo de una sociedad equitativa y armónica.
La libertad, consolidada como pilar esencial del proceso educativo, es el punto de partida para poder desarrollar pensamiento crítico, creatividad e innovación entre los estudiantes. Al fomentar la libertad de pensamiento, expresión y de trabajo dentro del aula, se crea un ecosistema educativo donde los jóvenes se sienten seguros y motivados para compartir abiertamente sus ideas, alimentando así un caldo de cultivo en el que la creatividad y la innovación no solo son posibles, sino altamente estimuladas. La Fundación Libertad y Progreso respalda esta visión con datos contundentes, señalando que el ingreso per cápita en sociedades que disfrutan de libertad plena supera en 12.8 veces al de aquellas donde las libertades se encuentran suprimidas. Este contraste subraya no solo el valor intrínseco de la libertad como derecho humano fundamental, sino también su papel en el fortalecimiento económico y social.
Es imperativo recordar que sin libertad el progreso se ve muy limitado. Cuando un país no avanza en términos económicos y tecnológicos, ni en términos de derechos y libertades individuales, inmediatamente se ve interrumpida su prosperidad. La educación es la herramienta más poderosa que tenemos para garantizar el progreso sostenido de nuestro país, y este progreso debe estar cimentado en la libertad, la ética y los valores.
La inclusión de la libertad como un valor central en el currículo educativo es esencial. Esto significa no solo permitir la libre expresión y fomentar el debate y la discusión en las aulas, sino también promover la autonomía del pensamiento y la capacidad de cuestionar y reflexionar críticamente sobre la realidad. Es fundamental generar reflexión en el aula sobre cómo la libertad de trabajo, libertad de emprender, la libertad económica y el libre mercado genera progreso y prosperidad. El estado nunca debe decidir dónde debes trabajar, que debes estudiar ni mucho menos que debes pensar. La educación pública tiene la obligación de enseñar los diferentes tipos de pensamiento, promover el debate y que cada estudiante tenga la capacidad de generar un pensamiento independiente. Jamás la educación debe influenciar sobre corrientes políticas o económicas, y siempre debe defender la libertad como el motor de progreso de las sociedades modernas.
Finalmente, es momento de reconocer y actuar sobre la importancia de la libertad, la ética y los valores como pilares fundamentales en la educación de nuestro país. Solo así podremos aspirar a un futuro en el que el progreso sea una realidad palpable para todos, fundado en el respeto, la justicia y la igualdad de oportunidades. No podemos esperar para fomentar el debate en las escuelas sobre la importancia de la libertad. La libertad es un valor que lamentablemente se aprecia cuando la pierdes, cuando los ciudadanos tienen la bota militar en el cuello, cuando el deterioro económico en la sociedad es tal que, si se trabaja o no, se obtiene el mismo resultado, cuando se cree que una necesidad se convierte en un derecho aún sin trabajar por él.
*El autor es director general de Fundación Azteca de Grupo Salinas