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Los BRICS: Menos es Más
La celebración de la 15ª cumbre anual de los BRICS en Johannesburgo patentiza, una vez más, las ingentes dificultades de este grupo de potencias emergentes en sus intenciones de adquirir verdadera relevancia geoestratégica, y no solo por la bochornosa ausencia de Vladimir Putin, quien debió abstenerse a asistir para evitar ser detenido bajo la orden de arresto emitida en su contra por la Corte Penal Internacional, sino porque el tema de su eventual expansión refleja profundas divisiones entre sus miembros. Muchos veían en la creación de los BRICS (2009) una alternativa de poder incontenible. No ha sido así. Sus afiliados se caracterizan por la defensa a ultranza de sus soberanías y por una notable disparidad en los intereses y los objetivos de sus políticas exteriores.
En principio impresiona una supuesta coalición de colosales naciones, las cuales, juntas, ocupan el 22 por ciento de la superficie terrestre, amasan el 27 por ciento del PIB y congregan el 42 por ciento de la población mundial. Pero los BRICS en realidad tienen poco en común, y prevalecen discrepancias de tipo territorial (disputas fronterizas), económicas, ideológicas y migratorias. Y no impresionan tanto si atendemos el Índice de Desarrollo Humano: Brasil ocupa el 70 lugar mundial, seguido de Rusia (73), China (94), Sudáfrica (113) y la India (123). Es decir, se trata de países con profundas disparidades sociales y regionales internas.
Existe consenso entre los estudiosos de la geopolítica en el sentido de nombrar cuatro elementos fundamentales para considerar a una nación una “superpotencia”: una economía fuerte y diversificada; poderío militar de largo alcance; márgenes aceptables de estabilidad política, y amplios intereses económicos y estratégicos extraterritoriales. Si atendemos a estos criterios, sólo China cubre a cabalidad todas las condiciones. Más importante aún, ningún grupo de naciones grandes o pequeñas, poderosas o modestas podrá tener éxito o alcanzar relevancia si no cuenta con una coherencia cardinal en las visiones globales de sus integrantes y si no confluye una base mínima de comunidad de intereses. Estos pisos referenciales básicos no existen aún para las potencias emergentes, cuyos elementos integradores son sumamente circunstanciales y vagos.
Desde luego, hay elementos de unión, el más importante es el deseo común de propiciar un mundo multipolar menos dominado por Estados Unidos. Además, ser parte del grupo otorga cierto prestigio internacional. Por eso ha despertado el interés de una veintena de países como Irán, Argentina, Indonesia, Bangladesh, Egipto, Emiratos Árabes Unidos Arabia Saudita, Turquía y un largo etcétera. Pero los Estados fundadores están divididos sobre la perspectiva de ampliación. China y Rusia quieren nuevos miembros. Más integrantes aumentarían la influencia global de China, la cual aparece como líder indiscutible del grupo. Putin ve en un BRICS más grande una forma de romper su aislamiento. Pero Brasil, Sudáfrica e India no quieren un club aún más centrado en China, ni se sienten cómodos con ser un rival abierto de Occidente. Una acumulación “tutifruti” terminaría en ser una irrelevante ocasión para las photo op, como sucedió con las cumbres iberoamericanas o el G20. A los BRICS les funciona aquel apotegma de Miles van der Rohe: “menos es más”. Ya de por sí es demasiado heterogéneo política, económica y militarmente, y las diferencias serían aún más obvias con un número elevado de miembros.