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Los datos personales después de la muerte
En días pasados conocimos que la empresa Microsoft había logrado la patente en Estados Unidos denominada “Creando un chatbot conversacional de una persona específica”. Ello, que a lo mejor al lector no le dice nada, en realidad supone que en un tiempo no muy lejano podamos seguir manteniendo conversaciones con personas fallecidas las cuales, al haber alimentado un “yo digital” en vida, pueden seguir teniendo emanaciones presenciales, aunque sean virtuales, a través de esta tecnología de inteligencia artificial. Sus seres queridos podrán seguir manteniendo la ilusión de verle, leerle y escuchar sus consejos.
Aunque parece sorprendente, no es el único caso que desafía las barreras de la muerte. Desde hace varios años la empresa Lifenaut ha llevado a cabo recopilación de innumerables datos vinculados a las preferencias, gustos, reflexiones personales, imágenes, videos e incluso documentos con el objetivo de “transferir la conciencia humana a computadoras/robots”. Entre más se nutre el avatar personal con toda esta información más se parecerá a nosotros. Crear y alimentar cotidianamente esta conciencia digital permitirá a nuestros familiares seguir interactuando con nosotros tal como si estuviéramos vivos.
La tendencia a obtener datos cada vez más profundos de la personalidad humana comienza a normalizarse en todos los ámbitos de la actividad humana incluso empieza a dejar de sorprendernos la utilización de nuestros datos luego de fallecidos. El poder mantener conversaciones con tus seres queridos luego de morir e interactuar con ellos obteniendo respuestas con un porcentaje altísimo de veracidad y certeza, que reflejen a plenitud el comportamiento de ellos tal como si estuvieren vivos, no es algo ajeno a esta tecnología. La creación de las llamadas “conciencias digitales post mortem” comienza a volverse un negocio lucrativo y mejor aún es que el insumo principal del mismo, los datos, son obsequiados de manera gratuita por las personas que interactuamos en ellas.
Pero esa gratuidad en realidad termina convirtiéndose en un valor económico para estas empresas pues según un estudio publicado por la Asociación Mexicana de Internet (AMIPCI) denominado “El valor económico de tus datos” la información recabada por estas empresas es traducida en dinero. Así, un dato como el domicilio tiene un valor de $230.00 M.N. o un dato como el número de una cuenta bancaria se cuantifica en $227.00 M.N. El valor se incrementa cuando tenemos un conjunto de datos de una sola persona siendo que, por ejemplo, una cuenta en Amazon con perfilamiento de compra tiene un valor de 375 dólares, o una cuenta de Facebook con perfilamiento de comportamiento ronda en los 149 dólares.
La llamada “conciencia digital” que se reproduce después del fallecimiento significará una infinidad de datos, que concatenados nos permite la recreación del comportamiento de una persona que ya no existe, en redes sociales, en plataformas de contenido o entretenimiento y porque no decirlo, se vuelve una herramienta muy útil y con un gran valor económico para las propuestas transhumanistas que pretenden la inserción de dichas “conciencias digitales” en algunos desarrollos de inteligencia artificial. En ese sentido se vuelve apremiante una discusión sobre los llamados neuroderechos como ha ocurrido en Chile a finales del año pasado, sentando las bases de protección de la intimidad de los mismos, para que no puedan utilizarse como pretenden estas plataformas.
Y México ¿está preparado para ello? Claramente no. Mientras en nuestro país no tenemos ni siquiera una política digital y nuestra ley federal de protección de datos personales en posesión de particulares empieza a quedar cada vez más atrasada, en el mundo, los desarrollos tecnológicos avanzan a pasos agigantados y en ocasiones las políticas de privacidad por diseño no son tan claras o son inexistentes provocando la captación y tratamiento de datos de los mexicanos sin el menor de los recatos o impedimentos.
Es imperante abrir un serio debate ético y jurídico con la industria, el gobierno y la academia que nos permita dilucidar los efectos emocionales, psicológicos y económicos de este tipo de productos que comienzan a inundar el mercado sin dar respuestas claras sobre sus beneficios, implicaciones y consecuencias. Mientras tanto es oportuno ser especialmente cuidadoso con el otorgamiento de datos a este tipo de proyectos.
*El autor es Doctor en Derecho. Actualmente es director de la Licenciatura en Gobierno, en la Escuela de Gobierno y Economía de la Universidad Panamericana. Es integrante del Sistema Nacional de investigadores de México. Preside la Asociación Cooperación Iberoamericana de Transparencia y Acceso a la Información. Autor, coautor y coordinador de 15 libros en materia de libertades informativas.