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Opinión

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Luis Robles en su dimensión pública

A dos años de su partida, son muchos los ámbitos en los que se podría hablar de lo que Luis Robles nos dejó. Estas líneas se ocupan de su legado público.

Aún siendo un poco mayor que yo, tuvimos la oportunidad de acompañarnos en nuestras respectivas trayectorias y, en mi caso, abrevarme de su visión y talento.

Me tocó conocer a este mexicano de excepción en la década de los 90, cuando se tenían que instrumentar los artículos transitorios de la ley del IPAB. Estos resultaron de un consenso político amplio, después de un largo debate que implicó cuestionamientos y profundas reflexiones. 

Desahogar los temas pendientes de la crisis implicaba devolverle la credibilidad al sistema bancario. Luis Robles fue, desde entonces y por muchos años más, la figura visible y exponente de esos valores dentro de la institución en que laboraba y en la Asociación Mexicana de Bancos. En un contexto en el que no había espacio alguno para el error o la duda, la banca puso por delante a su mejor hombre.

Luis tenía entonces el puesto que por casi 30 años ostentó mi abuelo. Bancomer y su director jurídico ocupaban un espacio enorme en el imaginario de mi familia.

Mi abuelo, José Kuri Breña fue renacentista en sus intereses, agudo en su capacidad de análisis jurídico, profundo en su fe y congruente en su vida personal. Él se habría sentido orgulloso de que su puesto fuera ocupado por Luis Robles, quien compartía muchas de esas características.

Con Luis Robles cerramos el saneamiento pendiente de instituciones vinculadas a Bancomer, y procedimos al canje de pagarés. Se cerraba de esta forma un capítulo difícil en nuestra historia financiera que nos dejó lecciones e instituciones para que este tipo de situaciones no volvieran a repetirse.

Ese Bancomer del que Luis fue arquitecto se convirtió con el tiempo en BBVA, una de las instituciones bancarias más importantes del México actual.

Nos volvimos a encontrar en el cambio de sexenio, en el 2000. Agustín Carstens, recién designado subsecretario de Hacienda, había identificado una gran oportunidad para México: acceder a la línea de crédito flexible del Fondo Monetario Internacional, vigente hasta nuestro días y que ha sido reflejo de la estabilidad que se ha construido en los últimos lustros. Esta posibilidad ponía sobre la mesa varios miles de millones de dólares a los que el país podría tener acceso sin condición alguna.

Para ello, las autoridades del FMI pedían que nuestro sistema bancario no fuera fuente de preocupación sino de fortalezas y soluciones. Fue así como se aprobó en el 2002 en el Congreso un amplísimo paquete de reformas a nuestro sector financiero que le dieron la forma y fortalezas que hoy sigue ostentando.

Con la activa participación de Luis Robles, se construyeron, además de las fortalezas antes mencionadas, las sociedades de información crediticia. Antes de Luis, el Buró de Crédito era una excepción al secreto bancario. Después de él, un actor central de nuestro sistema financiero con un marco jurídico propio.

Sin nunca perder la cercanía y amistad, volvimos a coincidir en el arranque de la administración del presidente Calderón. Nos tocó enfrentar juntos la crisis financiera internacional. Logramos fortalecer las finanzas públicas sin recurrir a salidas fáciles que habríamos pagado con menos desarrollo en los años por venir.

En ese entonces, se hablaba de un impuesto a las transacciones financieras, un esquema que logramos evitar gracias a la visión de Luis Robles y su gran labor de convencimiento. Ello demuestra que en muchas ocasiones los legados institucionales se explican también por lo que se evitó que sucediera.

Ya en la administración pasada, se abrieron nuevas oportunidades para seguir cooperando desde distintas trincheras. Con una visión global como pocas, Luis coadyuvó con la Cancillería para abrir espacios renovados de diálogo con la Alianza del Pacífico, con Iberoamérica y con el recién creado MIKTA, ese foro que reúne hasta la fecha a México, Indonesia, Turquía, Corea del Sur y Australia. Exhibía Luis grandes dotes diplomáticas en adición a su capacidad financiera.

Cuando enfrentamos el sismo del 2017, Luis Robles y el banco se pusieron al frente de un esfuerzo inmenso y creativo. Junto con Juan Pablo Castañón, quien presidía en ese entonces el Consejo Coordinador Empresarial, ayudó a crear mercado donde no la había y acercó a la banca y al sector empresarial con las poblaciones afectadas, llevando no solo sus servicios sino su solidaridad. No fue una convicción de coyuntura, la fundación de BBVA llevaba años apoyando y transformando comunidades y vidas por la vía de la educación.

En lo más duro y difícil que México enfrentó en el marco de la elección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos, vislumbrando un escenario complicado para el país, Luis Robles siempre pensó que las fortalezas de México nos ayudarían a sortear lo complejo del momento. Junto al Presidente del consejo de BBVA, comprometieron sendas inversiones a realizarse justo durante esos meses.

Luis Robles dio testimonio con su vida de que se podría ser un gran banquero y diplomático y al mismo tiempo un hombre de familia ejemplar sin comprometer sus valores y su fe.

Pasados dos años de su partida, con el recuerdo de las experiencias vividas, no imagino mi trayectoria ni la de muchos funcionarios que tuvimos el privilegio de caminar a su lado sin su acompañamiento y apoyo. No imagino a mi país sin su talento, creatividad y capacidad de construir.

twitter:@JoseAMeadeK

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