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Opinión

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Malas señales internas también le pegan al peso

El peso mexicano, la divisa más depreciada del mundo en las últimas jornadas, resiente los efectos de la convulsión mundial por la escalada violenta en el Medio Oriente, pero también es víctima de las noticias locales.

El mundo está envuelto en dos guerras que involucran a potencias militares que pueden provocar que los efectos económico-financieros se expandan por todo el planeta.

Parecemos por ahora olvidar que Rusia invadió un país europeo y que no es difícil que un accidente de guerra involucre a alguna nación integrante de la Organización del Tratado del Atlántico Norte.

Y mucho más cercano a un contagio global está la situación en el Medio Oriente, donde Estados Unidos, de un lado, e Irán, del otro, pueden ser involucrados en una guerra entre países de capacidad nuclear.

Estas guerras estresan a los mercados que ya debatían de manera nerviosa la relación entre la inflación, las políticas monetarias y la resiliencia de las economías.

México es un país que vive con la volatilidad de ser un mercado emergente, pero también con la responsabilidad de respaldar una de las monedas más líquidas y utilizadas en el mundo.

El peso es un instrumento de comunicación financiera que se ha ganado el prestigio de representar a un país que, a través de las malas experiencias, aprendió el valor de la salud macroeconómica. 

Pero en ese país que se ganó la fama de tener instituciones fuertes y solidez económica están de vuelta las prácticas populistas del pasado que llevó a México a sus peores crisis económicas durante el Siglo XX.

En medio de las guerras y de la tensión que genera la Reserva Federal y sus posibles decisiones, llega una obediente mayoría del partido político Morena y sus aliados que cumplen las instrucciones presidenciales de aprobar sin cambiar una sola coma la Ley de Ingresos para el 2024.

La obediencia mostrada por los legisladores del Presidente en la Comisión de Hacienda de la Cámara de Diputados no será diferente a la que muestren en el pleno y entonces avalarán estimaciones que saben que son irreales para el 2024.

Un crecimiento de hasta 3.5%, una inflación de 3.8%, un tipo de cambio de 17.60, son metas que parecen altamente improbables de alcanzar durante el próximo año, mientras que un precio del barril de petróleo en 56.70 dólares parece un estimado bajo. Claro, puede ser este su as bajo la manga para el último minuto.

Pero, a la par de este cuento financiero que relata el oficialismo está el descomunal endeudamiento aprobado de 1.9 billones de pesos ($1,900,000,000,000) que pegan directamente en la línea de flotación de la estabilidad del país, sobre todo porque son básicamente gasto electoral improductivo.

Cuando esta parte de los ingresos quede aprobada también por los senadores del Presidente y se complemente con el Presupuesto de Egresos, el resultado será un déficit presupuestario de un escandaloso 4.9% del Producto Interno Bruto para el 2024, que confirmarán las malas noticias internas que alimentan la especulación en los mercados.

Así, la moneda más depreciada del mundo encuentra también razones internas para estar en esa espiral de desconfianza, en momentos en los que lo más recomendable debería ser la prudencia de las autoridades fiscales mexicanas.

México es un país que vive con la volatilidad de ser un mercado emergente, pero también con la responsabilidad de respaldar una de las monedas más líquidas y utilizadas en el mundo.

ecampos@eleconomista.mx

Su trayectoria profesional ha estado dedicada a diferentes medios. Actualmente es columnista del diario El Economista y conductor de noticieros en Televisa. Es titular del espacio noticioso de las 14 horas en Foro TV.

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