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Opinión

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Más es menos, menos es más

En un artículo reciente para Harvard Business Review, Greg McKeown, autor del best-seller Essentialism: The disciplined Pursuit of Less (que Aguilar publicó en español con la cuestionable traducción del título: Esencialismo: Logra el máximo de resultados con el mínimo de esfuerzo), aborda un tema curioso. ¿Por qué la gente y las empresas exitosas no se vuelven muy exitosas?

McKeown da una posible explicación en la paradoja de la claridad, fenómeno que se da en cuatro etapas: (1) Cuando realmente tenemos claridad en nuestras metas, esta nos lleva al éxito. (2) Cuando tenemos éxito, este nos lleva a más opciones y oportunidades (3) Cuando tenemos más opciones y oportunidades, nuestros esfuerzos se dispersan. (4) Los esfuerzos dispersos sabotean la claridad que nos llevó inicialmente al éxito.

La paradoja, en palabras de McKeown, puede reducirse como “el éxito es un catalizador para el fracaso”. Punto que pone en entredicho buena parte de las filosofías simplonas con que la autoayuda empresarial busca conjurar el esquivo éxito.

Viene a cuento uno de los libros más populares de James C. Collins (también conocido como Jim Collins). Un matemático de Stanford que transitó hacia la consultoría donde estudió los mejores hábitos de las empresas en su primer libro (best-seller internacional). Desde entonces escribió cuatro más, analizando por qué algunas empresas fracasaban y otras no. Una de las razones que las llevaban a fracasar, irónicamente, era su “búsqueda indisciplinada de más”.

McKeown ofrece sugerencias para evitar este fenómeno. La primera es utilizar un criterio más estricto. Cuando pensamos en “una buena oportunidad” podemos encontrar docenas de opciones. Cuando pensamos “qué nos apasiona” o “qué conecta directamente con mis habilidades”, el número de opciones se reduce significativamente.

Esta sugerencia aplica tanto para un turista visitando por un par de días una ciudad nueva (donde el tiempo limita los sitios qué puede conocer), como para los lectores (o amantes del cine) cuando nos enfrentamos a los miles de libros (o películas) disponibles. Usar criterios más extremos es lo que pomposamente llamamos “curaduría”. Elegir lo absolutamente esencial. ¿Para quién? para quien somos.

McKeown lo reduce a “determina qué es lo esencial y elimina el resto”. Sugerencia que va de la mano con minimalismo: en el arte, la cocina, nuestro trabajo o en el orden de nuestro closet (al estilo Marie Kondo). La popular filosofía de Kondo (como puede verse en su programa en Netflix), se desmarca de las simplificaciones  del minimalismo: “El minimalismo dice: vive con menos, Marie dice “vive con las cosas que realmente amas”.

Esto, según el artículo, implica dos actividades: 1- Realizar una auditoria vital para elegir las ideas realmente importantes y desechar el resto. 2- Siempre eliminar una actividad vieja antes de emprender una nueva (lo que asegura que no añadas actividades menos valiosas a las que ya tienes).

La última sugerencia de McKeown es una advertencia sobre uno de los errores de razonamiento mencionados por Rolf Dobelli en su extraordinario The art of thinking clearly: El efecto de dotación. O sea, nuestra tendencia a otorgar más valor a un objeto una vez que es de nuestra propiedad.

Dobelli menciona el experimento social realizado por el psicólogo Dan Ariely. Ariely sorteó entre sus alumnos boletos para un partido deportivo. Después preguntó a los que no obtuvieron boleto cuánto pagarían por uno (la media: ciento setenta dólares); a continuación interrogó a los que sí obtuvieron boleto en cuánto lo venderían (la media: dos mil cuatrocientos dólares).

McKeown cita otro estudio: el realizado por Kahneman, Knetsch y Thaler, donde se entregaron al azar a un grupo dos objetos con un valor similar (tazas y plumas). La teoría económica tradicional afirma que la mitad de la gente con tazas y plumas las intercambiarían. La investigación probó que el porcentaje fue mucho menor. El puro hecho de poseerlas (imposible no pensar en Gollum y su precioso anillo) hacía que no quisieran deshacerse de ellos.

Como posible solución el artículo cita una recomendación del psicólogo de la Universidad de Sheffield Tom Stafford: “En lugar de preguntarnos, ¿cuánto valoro esta cosa?, nos debemos preguntar: si no poseyera esto ¿cuánto estaría dispuesto a pagar para obtenerlo?”. Trazando un paralelismo profesional: “en lugar de preguntarse ¿Cuánto valoro esta oportunidad?, preguntarse: Si no tuviera esta oportunidad ¿cuánto estaría dispuesto a sacrificar para obtenerla?”

El artículo cierra la vuelta a su tesis inicial. Si el éxito cataliza el fracaso, es por su búsqueda indisciplinada de “más”. El antídoto es entonces “la búsqueda disciplinada de menos”. No rechazar oportunidades o ideas sin reflexión, sino hacerlo estratégicamente, todo el tiempo, como filosofía vital. Provocando que simplifiquemos, y nos enfoquemos en lo esencial, eliminando la basura, sí, pero también una que otra “buena oportunidad”.

Twitter @rgarciamainou

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