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Más lectores
Dirán que, como me la paso leyendo libros, y escribo uno que otro, soy parte interesada en el asunto de la promoción de la lectura. Sin duda me interesa, pero por otros motivos antes que los personales: la lectura nos cambia la forma de entender el mundo. Eso, claro, no la hace necesaria, los seres humanos vivimos algunos cientos de miles de años sin leer ni escribir, y pese a ello subsistimos bastante bien, en pequeños clanes familiares. Somos tribales, si no recibimos una educación que lo evite, tendemos a despreciar a los distintos. La lectura y escritura multiplica la empatía, pero, más aún, como bien sustentó Sartori en su Homo Videns, permite la transmisión de ideas que no se pueden transmitir por otros medios. Por ejemplo, no hay forma de que la danza o la pintura o el cine sean capaces de transmitir los detalles de las teorías de la justicia. Sin lectura y escritura, una parte de la abstracción humana se pierde. En fin, si me interesa la promoción de la lectura es porque no habrá democracia ni justicia sin lectores.
Para construir una democracia fuerte se requieren instituciones que persigan ser justas: los impuestos y el gasto público, la salud, la educación, jueces imparciales. Todo eso se construye en un largo proceso de transformación. Pero no alcanza, también necesitamos ciudadanos inmiscuidos en un ethos democrático, una idea del mundo que limite sus conductas, no porque son ilegales, sino porque son contrarias a los principios de la igualdad moral. Este ethos requiere lectores. Por eso, si queremos reducir la cantidad de machos, de racistas, de clasistas, de xenófobos, de discriminadores en general, necesitamos lectores (no confundir necesidad con suficiencia). Ninguna transformación es posible, cuando leen tan pocos) sin aumentar el número de personas que leen. Por eso la república de lectores que pretendía impulsar Paco Ignacio Taibo II era, a mi gusto, parte central de la transformación hacia la vida democrática. Pero el intento no prosperó. Ya escribí la semana pasada que según el Inegi los mexicanos leen menos hoy que en 2016.
Al lanzar el Programa Nacional de la Lectura, Taibo II dijo que según su diagnóstico (no habló de diagnóstico, pero se entiende) una de las razones por las que se lee poco en México es por el elevado precio de los libros. Así, se propuso ayudar, vía coediciones, a bajar los precios de los libros que hace la industria privada. Pues su política no parece haber funcionado significativamente. Según reporte de la Camara Nacional de la Industria Editorial Mexicana (CANIEM) Los libros que venden las editoriales que la conforman pasaron de costar 215.25 pesos en 2019 a costar 255.19 en 2022. Si descontamos la inflación, es cierto, cuestan menos, pero marginalmente. Seguro habría sido mejor una política de apoyo a las editoriales, primero, para sobrevivir a la pandemia y, segundo, para que abarataran sus costos. Pero lo cierto es que el Estado mexicano dejó a su suerte a la industria editorial. Y las editoriales lo pasaron mal. En 2017 los miembros de la CANIEM vendieron 136 millones de ejemplares, en 2021 99 millones (no tengo datos más recientes). Parecería que solo les interesa impulsar la lectura de los libros editados por el Estado.
Ojalá durante las campañas, que empiezan anticipadamente, se discuta el futuro de la promoción de la lectura y las políticas públicas para impulsar la industria editorial mexicana. Como dice el presidente cada vez que le conviene: en democracia no hay, ni debe haber, una sola voz.
Twitter: @munozoliveira