Buscar
Opinión

Lectura 5:00 min

Memoria para un cumpleaños

Cuando nació José Emilio Pacheco, el 30 de junio de 1939, el Castillo de Chapultepec acababa de convertirse en el Museo Nacional de Historia. La ciudad de México todavía era la región más transparente y sus calles y plazas, inspiración de cancioneros y escritores; una locación ideal  del cine de oro nacional. La asombrada metrópoli miraba cómo la modernidad la alcanzaba, cada vez más relumbrante y rápida. Las letras de Pacheco hablarían de la inmensidad de arenas y mares que también eran citadinas y nos dijeron que muy probablemente había sido un niño de la Colonia Roma.

Quizá por eso sus lectores quisimos pensar que la historia de Carlitos – el héroe de Las Batallas en el Desierto que también acaba de cumplir años-  era la suya propia, con otro nombre y otros adjetivos, la de “un niño héroe librando el más solitario de los  combates”, como algún día lo dijo Vicente Quirarte.Poco antes de cumplir veinte años, Pacheco publicó su primer libro La Sangre de Medusa y otros cuentos marginales. El calendario indica que en el mismo año, 1958, Juan José Arreola publicó su Bestiario pero nadie nos había dicho que la relación entre estos dos escritores había sido cercana. El mismo José Emilio Pacheco, que poco hablaba de sí mismo, lo contó en una entrevista: “En aquel tiempo no existían los talleres literarios. Me hubiese gustado mucho ir a uno porque así no habría tenido luego la necesidad de corregirme tanto. Ahora, debo decir que fui muy cercano a Juan José Arreola. Estuve con él y fui su amanuense, me dictó su libro Bestiario. Como él tenía que entregar ese texto y se enfrentaba a algunos problemas de diversa índole, le dije: “acuéstese, me dicta, lo tomo a mano, lo paso a máquina y usted corrige”. Así fue. “Lo único que le reprocho a Arreola es que él, que corrigió a todo el mundo, no me quiso corregir a mí, bajo el argumento de que así estaba bien mi trabajo."  Sospechamos, lector querido, que José Emilio Pacheco  siempre sospechaba de sus textos. Sabemos que sus versos y sus composiciones no buscaban la fama y la fortuna y los consideraba “intentos”, en su opinión, siempre modestos. Parece condesarlo en su poema “A quien pueda interesar”:

Que otros hagan aún el gran poema los libros unitarios, las rotundasobras que sean espejo de armonía A mí sólo me importa el testimoniodel momento inasible, las palabras que dicta en su fluir el tiempo en vuelo. La poesía anhelada es como un diarioen donde no hay proyecto ni medida.

Pero no sólo de poesía vivó el poeta, lector querido, y no iba con la lírica y la musa a todas partes. Pacheco estudió en la Facultad de Derecho y también en la de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México. No solamente escribió verso. También entró a los terrenos de la investigación literaria, hizo notables traducciones, rigurosos ensayos y fue  director y editor de colecciones bibliográficas, colaborando en diversas publicaciones, suplementos y revistas culturales, además de haber sido maestro en varias universidades del mundo. Muy larga, constante e importante también su labor periodística Baste acudir a la antología en tres tomos de su columna semanal, Inventario, que abarca su trabajo desde 1973 hasta 2014.Vaya de regalo para usted, lector querido, un fragmento del Inventario publicado el 12 de mayo de 1986:

De acuerdo con Unamuno, no importa lo que un autor quiere decir sino lo que dice sin querer. Siempre he creído que un texto impreso es la mitad del poema. La poesía sucede o no en el encuentro con la experiencia ajena, por definición impredecible y fascinante. Cuanto “quise decir” está en la página. Cuanto “dije sin querer” lo revelarán los lectores.

Muchos libros nos regaló José Emilio Pacheco. Libros favoritos de títulos perfectos – No me preguntes cómo pasa el tiempo, Irás y no volverás, Morirás lejos-; poemas para aprendernos de memoria (Mira las cosas que se van, recuérdalas, porque no volverás a verlas a nunca); palabras y versos que nos enseñaron muchas cosas: que el tiempo está todo el tiempo, que la vida transcurre, que de lo perdido siempre aparece algo, que aunque renazca el Sol, los días no vuelven.Nos enseñó también que más allá del género, hay que empuñar la pluma muchas veces para que en pocas líneas todo quede dicho.Cuando José Emilio Pacheco cumplió los setenta años hubo un homenaje nacional. Hacía mucho no se presentaba en ningún lugar público donde alguien llegara a preguntarle cosas. No le gustaba  dar entrevistas, leer en voz alta, ni dirigirse a nadie desde un estrado. Ya lo había escrito y lo volvió a decir: “Si leo mis poemas en público, le quito su único sentido a la poesía: Hacer que mis palabras sean tu voz, por un instante al menos”.Para celebrar el aniversario número 82 de José Emilio Pacheco  propongo un intercambio: para él una lectura a solas de sus versos y la constancia de su memoria para usted.

Únete infórmate descubre

Suscríbete a nuestros
Newsletters

Ve a nuestros Newslettersregístrate aquí

Últimas noticias

Noticias Recomendadas

Suscríbete