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México no es Venezuela
“México no es Venezuela”. Con esta frase categórica se subestiman los riesgos que enfrenta nuestro país para los próximos años y tal vez décadas. Pero día tras día, la trágica metáfora venezolana va dejando de ser sólo una caricatura admonitoria para adquirir rasgos cada vez más reales. Decisiones, promesas, y declaraciones del nuevo gobierno lo advierten. Nadie podrá decirse sorprendido, las señales se prestan a pocos equívocos. Los ominosos hechos y propósitos del presidente López, más que ser desautorizados, rectificados, o desmentidos por el nuevo gobierno, son asumidos y ratificados sin reservas. No hay una sola señal de que el nuevo gobierno pretenda ser autónomo y deslindarse del Caudillo. Se afianza el culto a la personalidad del Caudillo y se conmemorará como fiesta cívica su llegada al poder y su cumpleaños. Lo más inquietante: no se esconde la inminencia de un Maximato detrás de la silla presidencial. Se ostenta fervorosamente la divisa de continuidad y sujeción, mucho más allá de cualquier cauto pragmatismo.
Así, el nuevo gobierno avala la emasculación del Juicio de Amparo, y el otorgamiento de poderes extraordinarios al presidente de la República para encarcelar inocentes y excarcelar delincuentes. Promueve ardorosamente la destrucción del Poder Judicial, que será transformado en apéndice electoral del partido en el poder. Festeja la captura de la Suprema Corte de Justicia con ministras desprestigiadas, notoriamente incompetentes y sometidas al régimen. Justifica el acoso cotidiano a jueces, magistrados y ministros, la persecución judicial y política contra opositores, y la próxima destrucción de los organismos autónomos. No desacredita la captura de los órganos electorales como el TEPJF y el propio INE. Corrobora la re-estatización fósil del sector energético y celebra la reconstitución de monopolios, y el bloqueo a la inversión privada. Mantiene la oposición anti-científica contra el maíz transgénico a pesar de la amenaza de aranceles norteamericanos. Avala la peregrina y ambientalmente catastrófica “autosuficiencia” alimentaria.
No hay una palabra contra la confiscación de pensiones, pero sí, un acercamiento zalamero con la dictadura comunista cubana, y una condescendencia cómplice a la invasión rusa a Ucrania. Mientras, promete consolidar y ampliar el empoderamiento económico y político de las Fuerzas Armadas. El nuevo gobierno se compromete a mantener el despilfarro astronómico en Pemex (“fortaleciéndolo”), sin importar que la paraestatal haya perdido casi un billón de pesos en refinación desde 2019, y se haya convertido en una pesada carga para el Estado. Se propone multiplicar subsidios clientelares en “programas sociales” y pensiones no contributivas, y construir nuevos proyectos “insignia” de ferrocarriles de pasajeros fantasiosos y desde luego, no rentables, sin importar el desenfreno del gasto público, del déficit y de la deuda. Afianzará la militarización sin preocupación alguna sobre la corrupción de las fuerzas armadas con múltiples negocios, contratos y proyectos, ni sobre la opacidad y discrecionalidad en el descomunal gasto militarizado por razones de "Seguridad Nacional”.
Para el nuevo gobierno, no existe la violencia sin precedentes en el país, ni el derrumbe del Estado ni el control de grandes áreas del territorio nacional por parte del crimen organizado. Se sigue pensando que la violencia y el crimen tienen “causas sociales” que se curan con subsidios. Ni una referencia al desmantelamiento de servicios y bienes públicos vitales en áreas como salud, educación e infraestructura productiva. Se tratan de encubrir un crecimiento económico históricamente mediocre (alrededor de 1% anual en promedio entre 2019 y 2024), la caída en el ingreso per cápita (México es más pobre), y un aumento en la pobreza extrema desde 2018.
Cierto, el T-MEC y la inversión extranjera que todavía fluye catalizada por el nearshoring, una frontera de 3 mil kilómetros con Estados Unidos, y el hecho de ser su primer socio comercial pueden significar “anclas” a la institucionalidad democrática y liberal que aún sobrevive. Esto tranquiliza a algunos. Las remesas de migrantes mexicanos en Estados Unidos históricamente altas, las exportaciones a nuestro vecino del norte (por más de 800 mil millones de dólares anuales), el lavado transfronterizo de dinero del Narco, y el diferencial en tasas de interés entre Estados Unidos y México mantienen un tipo de cambio más o menos estable, y reservas internacionales solventes– de 218 mil millones de dólares estadounidenses. El alza en el salario mínimo, y subsidios generalizados (por casi 2.7 billones de pesos en cinco años) han disminuido en algo la pobreza laboral (sin aumentar en un ápice la productividad), y se hacen sentir en el bolsillo de más de 35 millones de personas, quienes votan en consecuencia.
A su vez, el gasto masivo en proyectos megalómanos e improductivos en el sureste ha hecho disminuir el desempleo y aumentar transitoriamente la capacidad adquisitiva. Los subsidios y pensiones, garantía y sangre vital del régimen, no son sostenibles financiera y fiscalmente. Pero no podrán recortarse, y podrán llevar a un déficit desbocado, endeudamiento exponencial, inflación, y ruptura de equilibrios macroeconómicos. Por todo ello, y a pesar de ello, el régimen populista autocrático se sostendrá. Venezuela ya no será sólo una ocurrente y exagerada metáfora para México.
@g_quadri