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Opinión

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Milei: ¿libertario o populista autoritario?

Vivimos una época de resurgimientos autoritarios donde dirigentes de perfil mesiánico han logrado victorias electorales capitalizando con un discurso confrontativo la representación de sectores sociales descontentos. Independientemente de la tendencia ideológica de estos liderazgos, su consolidación se ha logrado de la mano de procesos donde se construye la imagen de personajes “providenciales”.

Las características inherentes de los gobernantes personalistas (ambiciosos, feroces, autoritarios y egocéntricos) los impulsan irremediablemente al autoritarismo por creer ser ellos la encarnación de un mandato de la historia. Javier Milei tiene muchas de las características de estos líderes autoritarios, a pesar de autonombrarse “libertario” y “anarcocapitalista”, postular un credo hiperindividualista y terminar sus discursos con la proclama: “Viva la libertad, ¡carajo!”.

Con Milei la denuncia contra la “casta política” resurgió con fuerza en Argentina ante el derroche de prebendas y la corrupción galopante de los funcionarios en medio de una pavorosa crisis económica. Otra vez el peronismo quedó evidenciado como sinónimo de fracaso y decadencia nacional.

Los dieciséis años de hegemonía de los Kirchner dejan una Argentina devastada por la pobreza, la violencia, la crisis, el empobrecimiento, la inseguridad y la corrupción. Los peronistas mintieron, pero nadie se sorprenda, poque lo hicieron usando el mismo relato de siempre y exhibiendo sus eternos rasgos distintivos: corrupción, ineficacia, cinismo y una feroz vulgaridad intelectual.

Se dieron las condiciones para propiciar el crecimiento de una opción antipolítica disruptiva: una crisis recesiva e inflacionaria, la pauperización de importantes fracciones que se autoperciben como clases medias, el divorcio de los dirigentes políticos con la realidad. El estrambótico y provocador Javier Milei encarna una respuesta radical contra las elites dirigentes con un discurso ultraliberal.

Se trata de una alternativa centrada en su excéntrica personalidad y en el voto de protesta, a la cual le falta desarrollar propuestas e incorporar expertise en otras áreas del Estado más allá del ultraliberalismo. Ahora, tras su triunfo, el locuaz candidato deberá dejar de lado la provocación permanente para asumir una posición de responsabilidad, y Milei carece claramente del temperamento adecuado.

Explotar las pulsiones ciudadanas adversas a la “casta de los políticos” es un recurso esencial de los populismos de izquierda y derecha, pero casi siempre quienes se suelen montar en la denuncia de las élites políticas terminan por legitimar el ejercicio descarnado de una dominación autocrática. Javier Milei posee una personalidad autoritaria, confrontacionista e intolerante y estos son defectos ausentes en quienes de verdad aman la libertad. ¿Logrará el nuevo presidente llegar a consensos en un Congreso donde no tiene mayoría? ¿Cómo reaccionará si sus medidas radicales provocan protestas callejeras?

Malos augurios se tienen cuando la seguridad nacional estará a cargo de la nueva vicepresidenta, la abogada Victoria Villarruel, quien ha dedicado buena parte de su carrera legal a defender a militares condenados por crímenes de lesa humanidad. Si Milei confirma su aparente incapacidad de construir consensos con quienes no piensan como él la tarea de gobierno mucho se le complicará. Estará al frente de un país plural y muy complejo. Si llega a sentirse frustrado probablemente apele a acicatear una mayor polarización y a aplicar medidas autoritarias, y entonces su nombre agrandará la larga lista de gobernantes argentinos fracasados.

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