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Pemex y la próxima administración
Una de las herencias más problemáticas para el próximo gobierno es Pemex. Sería mentira decir que la administración de AMLO recibió una empresa funcional. La administración de Peña Nieto dejó una empresa con niveles de deuda altísimos, producción en caída libre, un sistema de refinación obsoleto con pérdidas y una burocracia poco ágil.
Pero pensar que las cosas mejoraron en este sexenio sería creerse cuentos. La producción, aunque se estabilizó, sigue en caída. La deuda sigue inmanejable y prácticamente la misma: 104,000 millones de dólares en 2018 a 103,000 en 2023 según el reporte 20F que Pemex presenta a la SEC. Hubo algún cambio en los plazos de la deuda, pero más allá de que eso ayudó a no incumplir, fue refinanciada a mayores tasas debido al aumento de las tasas globales y al riesgo de Pemex.
En producción, a pesar de haber contenido la caída, estamos lejos de las promesas de AMLO de 2.4 millones de barriles diarios. Según los últimos datos de la Comisión Nacional de Hidrocarburos, en mayo la producción de petróleo crudo de Pemex fue de 1,479 millones de barriles diarios y la de condensados de 269,000; en diciembre de 2018 eran 1,676 millones de crudo y 20,000 de condensados. El aumento en condensados se debe principalmente a la explotación de Ixachi, descubierto en noviembre de 2017.
Pero el mayor desastre está en refinación. Por una misiva ideológica se aumentó el volumen de refinación, llevando a pérdidas acumuladas de 2019 a 2023 de 45,000 millones de dólares. Aumentar este volumen requiere inyectar más crudo pesado a nuestras refinerías, para lo que no fueron construidas, lo que reduce la eficiencia y lleva a mayores pérdidas produciendo más combustóleo.
¿Qué puede hacer el próximo gobierno para frenar la hemorragia?
Lo primero es que el Estado mexicano debe materializar lo que ya es un hecho: que la deuda de Pemex es deuda soberana. Si esto se hace a través de una recompra o de un swap dependerá de las condiciones, pero una parte importante de la deuda de Pemex tiene que pasar a ser deuda soberana.
En cuanto a producción, este debe ser el sector donde Pemex más invierta. Pemex podría llevar a cabo un proceso similar al de Petrobras entre 2016 y 2021, donde “racionalizó” sus activos productivos. Mantuvo los activos más atractivos y rentables y vendió ciertos campos que no podía explotar exitosamente. Con este proceso ingresó 20,000 millones de dólares, reduciendo su deuda y enfocándose en los activos más valiosos. Además, Pemex debería desarrollar sus reservas de gas natural, que es el combustible más consumido en México y que, a pesar de tener reservas importantes, importamos casi todo de Texas.
Los volúmenes de procesamiento en el SNR parecen haber disminuido, lo cual es positivo según lo reportó este medio ayer. Hacia adelante, es crucial regresar a un modelo que optimice los márgenes de refinación y no el volumen procesado. Una vez que Dos Bocas sea realmente operativa y tenga la infraestructura necesaria para sacar sus productos, para lo cual falta tiempo y recursos, más allá de la retórica de campaña, habrá que evaluar si no es preferible cerrar alguna refinería por razones económicas y/o ambientales.
Quién sea que llegue a despachar a Marina Nacional se enfrentará a uno de los retos administrativos más complejos de la historia moderna de México. Existen soluciones viables, pero requerirán abandonar dogmas ideológicos trasnochados. Si es es una fantasía o posible, solo el tiempo lo dirá, pero no actuar implica seguir inyectando recursos que el gobierno no tiene a un pozo sin fondo.