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Opinión

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Planeta en llamas, incendios forestales

Nuestro país es afortunado en que la temporada de lluvias coincide con el verano: junio, julio, agosto. Esto inhibe incendios forestales dantescos, como los que ocurren hoy en día en latitudes más templadas y boreales, donde los veranos son cada vez más largos, más secos y con temperaturas más elevadas. Los bosques y selvas de México quedan así relativamente protegidos por el manto húmedo monzónico. Aunque se presenten incendios más o menos graves durante el estiaje en los meses de marzo, abril y mayo. Hay una gran diferencia entre los incendios forestales mexicanos y los apocalípticos incendios que ocurren entre California y Columbia Británica, en Siberia, Europa Mediterránea y Australia. En nuestro país (igual que en la Amazonia), prácticamente la totalidad de los incendios son provocados por humanos, por agricultores que queman sus tierras para eliminar malezas, o bien para abrir nuevas parcelas al cultivo comercial, o a través de la ancestral y ahora terriblemente perniciosa rosa-tumba y quema. También, por ganaderos que buscan ampliar áreas de pastoreo a costa de ecosistemas forestales, principalmente selvas tropicales. En México solía existir el Programa de Empleo Temporal con el cual se capacitaba a campesinos, se les equipaba y se les organizaba para el combate a incendios forestales, a través de la SEMARNAT. Este programa fue destruido recientemente, al tiempo que se hicieron recortes presupuestales incapacitantes en la Comisión Nacional Forestal y en la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas.

En contraste, en los bosque templados y boreales de Estados Unidos, Canadá, Siberia, Europa Mediterránea, y también australes, en Australia, Chile y Argentina, la ignición es un fenómeno natural producto de tormentas eléctricas, y no, normalmente, de acciones humanas. Ahí, la temporada de secas coincide con veranos tórridos, cada vez más secos, calientes y más largos por el cambio climático. Con las lluvias de invierno y primavera se desarrolla y acumula una gran cantidad de materia vegetal en el sotobosque (la vegetación a ras del suelo y debajo del dosel arbóreo), que, a la llegada del seco verano, y con temperaturas récord cada vez más altas, se ofrece como poderoso material combustible para los incendios forestales. Por su lado, las Turbas o Turberas (material orgánico en suelos y en descomposición durante siglos o milenios, muy comunes en altas latitudes), por su gran contenido energético, magnifican la intensidad de los incendios. En estos bosques templados, boreales y australes los gobiernos enfrentan un dilema existencial: impedir y combatir los incendios a toda costa (lo que se hizo durante muchas décadas), o provocar y permitir que fuegos moderados se expandan para consumir todo el material combustible del sotobosque (vegetación herbácea y plántulas) mitigando así la magnitud de los incendios naturales que inevitablemente ocurren; sobre todo, para evitar que se conviertan en incendios devastadores de copa que matan a los grandes árboles, y causan grandes daños y pérdida de vidas. En esas latitudes los incendios han estado históricamente presentes; incluso, muchas especies de árboles se han adaptado al fuego, que es necesario para la liberación y germinación de sus semillas, y/o han desarrollado cortezas suficientemente gruesas y resistentes (como Red Woods, Sequoias Gigantes, Lodgepole Pine, Knobcone pine, Sargent Cypress, etcétera). El calentamiento global ha inducido en los últimos años una brutal secuencia de incendios forestales catastróficos, en el sudeste de Australia, en la costa oeste de los Estados Unidos, en Canadá, y en Siberia, donde incluso, el fuego permanece latente de un año al otro debajo de la nieve invernal para resurgir en el verano siguiente. En Siberia, durante los últimos 3 años se ha consumido una superficie forestal equivalente a toda la Gran Bretaña. En 2021 y 2022, domos de calor asociados al calentamiento global hicieron que, en Lytton, Canadá, las temperaturas de verano llegaran a más de 49°C, algo insólito, mientras que casi 2 millones de hectáreas de bosques templados y boreales canadienses (13 veces la superficie de la CDMX) fueron exterminados por fuegos implacables en 2023. En Europa Mediterránea, en Grecia, sólo en 2022, más de 100 mil hectáreas de bosques fueron arrasadas por el fuego.

Se trata de un perverso circuito de retroalimentación: el calentamiento global hace mucho más probables incendios forestales masivos, mientras que tales incendios emiten a la atmósfera volúmenes astronómicos de CO2 que, a su vez, acelera el calentamiento global, siendo clara una tendencia al incremento en el número, intensidad (medida en Gigawatts) y extensión de incendios forestales. Después de los incendios, la recuperación de los bosques templados y boreales, y por tanto, la recaptura de CO2, lleva muchas décadas o incluso siglos. En México, en contraste, las selvas tropicales deforestadas o quemadas pueden regenerarse en poco tiempo con un gran potencial de captura de CO2, y de recuperación y conservación de la biodiversidad. Debiera existir en México un programa serio de captura de carbono a través de la restauración de selvas tropicales en tierras agrícolas y ganaderas deforestadas de baja productividad, que sustituyera al absurdo programa “Sembrando Vida”.

@g_quadri

Político, ecologista liberal e investigador mexicano, ha fungido como funcionario público y activista en el sector privado. Fue candidato del partido Nueva Alianza a Presidente de México en las elecciones de 2012.

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