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Pobreza y pandemia ¿Cuál es la tendencia?
Según estimaciones del Banco Mundial, alrededor de 736 millones de personas en el mundo estaban en pobreza extrema en 2018, es decir, tenían un ingreso diario por persona menor a $1.90 dólares. Es un dato devastador, representa casi 6 veces la población total de México. Sin embargo, al menos hasta antes de la pandemia, había buenas noticias. La pobreza extrema en el mundo caía a una velocidad sin paralelo en la historia mundial. Mientras que en 1900 la mayor parte de la población mundial estaba en lo que hoy consideramos pobreza extrema, para 1980 era el 44% y en 2018 alrededor del 10%. Este avance no sólo refleja mejoras en el ingreso de las personas, sino también mayor acceso a satisfactores básicos, servicios de salud, educación, sanidad pública, mejor acceso a alimentos y otros avances, aunque sin alcanzar a todos. Para dimensionar los cambios, pensemos en el caso de Nathan Rothschild, el hombre más rico del mundo al tiempo de su muerte en 1836, quien según ouroerldindata.org, sucumbió a una infección que hoy puede ser tratada por pocos pesos y de muy amplio acceso, excepto para algunos de los más pobres. De los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) adoptados en 2015 por casi 200 países incluyendo México, el Objetivo 1 se refiere al “Fin de la Pobreza” y establece metas retadoras pero alcanzables si continuábamos y reforzábamos la tendencia a la baja en la pobreza mundial. Pero se atravesó la pandemia y la crisis económica y, por primera vez en décadas, se revertió la tendencia a la baja.
A pesar de lo que algunos dicen, la pobreza también descendió en México en las últimas décadas. Usando la medida internacional de $1.90 dólares al día señalada arriba, mientras que el 7.7% de la población estaba en pobreza extrema en 1990, para 2016 era el 2.5%, a pesar del incremento en la pobreza derivado de la crisis de 1994-95. El CONEVAL mide la pobreza de una manera distinta y más completa, usando un umbral de ingreso más alto y considerando dimensiones adicionales al ingreso. Esta medida también arroja resultados favorables, aunque quizá menores a los que desearíamos. Comparando los resultados de los 10 últimos años para los que existen cifras, vemos que la proporción de la población en pobreza multidimensional pasó de 44.4% en 2008 a 41.9% en 2018 y la pobreza extrema de 11% a 7.4%.
No será hasta el año que entra que tendremos la medición oficial para 2020, sin embargo diversos análisis señalan un aumento significativo en la pobreza este año. El propio CONEVAL estimaba en mayo que tendríamos hasta 9.8 millones de pobres adicionales y hasta 10.7 millones de pobres extremos adicionales este año, cifra seguramente subestimada ya que suponía una contracción económica para 2020 significativamente menor a la arrojada por datos recientes. A su vez, el Instituto de Investigaciones para el Desarrollo con Equidad (EQUIDE) de la UIA, usando los datos de octubre de una encuesta, estima que la pobreza pasó de 41.9% en 2018 a 51% y la pobreza extrema de 7% a 13%. Hace unos días, CONEVAL estimó que la llamada “pobreza laboral”, que se refiere a un ingreso por trabajo inferior al costo de una canasta alimentaria, pasó de representar el 35.7% de la población en el primer trimestre de 2020 a 44.5% en el 3er trimestre. Según EQUIDE, 60% de los hogares encuestados en octubre reportaron una reducción en el ingreso respecto de febrero. Más grave aún, 42% reportó haber perdido 30% o más de su ingreso y el 30% haber perdido 50% o más de su ingreso, lo que muestra que el brutal incremento en la pobreza proviene primordialmente de la pérdida de ingresos por actividad económica.
Las crisis económicas suelen incrementar la pobreza. Las acciones oportunas ayudan, como ocurrió con la crisis de 2008-2009 en donde las medidas dirigidas a proteger los pobres extremos resultaron en un impacto reducido y considerablemente menor a lo que hubiera sucedido sin ellas. También ayuda mucho la velocidad con que se recupere la economía. Lamentablemente la crisis en México es particularmente severa y las acciones para proteger a los más pobres y a facilitar la reactivación económica han sido débiles y mal dirigidas. Entre los apoyos sociales principales estuvo el anticipar pensiones a adultos mayores y aumentar la cobertura de becas para estudiantes, acciones que pueden ser positivas pero que tienen poco impacto sobre los más afectados, es decir, quienes vieron reducido su ingreso laboral por desempleo, subempleo o pérdida de actividad económica. Es un tema mayor al que no se le ha puesto insuficiente atención. La tragedia humana es evidente y los efectos perdurables, particularmente en el desarrollo de capacidades humanas básicas. La mala e insuficiente alimentación, atención inadecuada a la salud, educación deficiente o abandono escolar, destruyeron ya ganancias logradas en desarrollo y crean obstáculos para un mayor crecimiento económico y bienestar futuro para todos, empezando por los pobres.
*El autor es profesor de la Escuela de Gobierno del Tecnológico de Monterrey.
Twitter: @GustavoMerinoJ