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Opinión

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Por la vía de los hechos

Con sorna digna de los cara dura, el desfile militar del 16 de septiembre se le puso el nombre de Desfile Cívico Militar. El eufemismo viene a cuento pues no se recuerda desfile más largo y más militarizado en la historia reciente, que el que se realizó este viernes pasado. Las imágenes son política y dejan claro en un flashazo un mensaje.

Dos cosas me llamaron la atención del desfile. En primer lugar, el izamiento de bandera. Es costumbre que cuando los poderes de la unión se reúnen en un acto político militar, el presidente de la república es flanqueado por sus secretarios de defensa y marina, pero también por los presidentes de los otros dos poderes. El mensaje es claro, la república está unida para izar la bandera y después, se justifica, que el pase de revista se haga con el comandante supremo y sus dos subalternos nada más.

Tan es una práctica conocida, que Santiago Creel presidente de la Cámara de Diputados y el presidente de la Cámara de Senadores iniciaron el acompañamiento hacia la bandera al presidente (faltó el presidente de la corte, hay que notarlo).

A medio camino, sin embargo, un miembro del ejercito les solicitó a ambos que dejaran sólo al presidente y los devolvieron al presídium. El asunto no es de gravedad, salvo por el hecho de que con toda intención el presidente quiso ir sólo y mostrar que él no es florero y que comanda y es el centro del mando de ambas, ahora de las tres, corporaciones que una ley anticonstitucional define como parte de la SEDENA desde la semana pasada.

De ahí proviene mi segunda extrañeza. Es claro que con la presencia de la Guardia Nacional, abriendo el desfile se mandaba otro mensaje: ley o no ley, la GN ya es parte del ámbito militar, les guste o no les guste.

El asunto es grave, con recursos a punto de ser interpuestos por ambas cámaras y partidos de oposición, el presidente va a llevar hasta sus últimas consecuencias su necedad de dejar a todas las fuerzas con armas bajo el mando irrestricto de él y del general secretario.

Quisiera dejar de hablar por las ramas, como ya han sugerido otros. Construye la GN obligando a los policías de la Policía Federal a unirse a ella sin respetar sus derechos laborales. Promete que la GN estaría bajo el mando civil y nombra a un general. Asegura que será temporal la presencia del ejército mientras la GN adquiere las habilidades necesarias para combatir al crimen organizado y acaba promoviendo con la temerosa actitud de los priistas una reforma para alargar su presencia hasta el 2028, lo que de facto valida (o lo intenta) las leyes inconstitucionales que se aprobaron la semana pasada. En las leyes aprobadas, se deja sin beneficios laborales y a prueba a los expolicías federales que se incorporaron a la GN. Como ya hemos dicho antes, con todo este acomodo desnaturaliza el objetivo y la razón de ser de ambas instituciones: ejército y GN. Y, finalmente, cierra con un desfile en dónde todos los que pasan por enfrente del presídium son sus subalternos directos.

La gran pregunta es ¿para qué? La seguridad no mejorará con adscripciones administrativas y si en cambio deja en el país dos fuerzas con armas de alta peligrosidad. El ejército y la delincuencia organizada. A la segunda, en NEXOS de este mes puede leerse un amplio artículo de la influencia que dichos grupos delincuenciales tuvieron en ciertos estados.

Esto no es sólo la militarización del país, tiene un propósito político que desconocémos y que genera su propia lógica y sus propias demandas. Un ejército que nos tiene a su merced y de su jefe, nada más, pero nada menos, también

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Ensayista e interesado en temas legales y de justicia. actualmente profesor de la facultad de derecho de la UNAM.

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