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Opinión

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¿Por qué perdió la oposición?

El 2 de junio fue una derrota histórica para la Oposición. Es falso que haya habido un fraude generalizado. Aunque sin duda hubo irregularidades claras, delitos electorales, inequidades, interferencia del presidente López, campañas anticipadas, y mucho dinero público transferido a operadores de Morena. Las encuestas no mintieron. No quisimos creerlas, rebotamos nuestras convicciones dentro de una hermética caja de cristal, de la mano de una inédita, emotiva y gran movilización de la Sociedad Civil. Hablar de fraude es una fantasía. Las razones de la derrota son otras. Ahí está la incapacidad de la Oposición para reivindicar e internalizar en los ciudadanos los indudables y grandes avances que tuvo México desde los años 80´s hasta 2018, que hicieron de nuestro país una potencia emergente. Y el no haber dado la batalla ideológica mediática en favor de un proyecto nacional de democracia liberal, sustentabilidad ambiental, y economía de mercado. (Se le dejó al PVEM la agenda ambiental). El PRI quedó manchado por los escándalos del gobierno anterior, y contaminó al PAN en la alianza, lo que contribuyó al desprestigio de la Oposición. No se articuló, ni se le dio base social a un proyecto liberal moderno. La Oposición trató infructuosamente de competir en la cancha de una izquierda populista: más subsidios; más pensiones; tolerancia a la debacle de Pemex y al estatismo energético; nada de Familia; vaga oferta de seguridad, economía, salud, educación y medio ambiente; y más wokismo progre e ideología de género, lo que alienó a la militancia del PAN, y vació el espacio de la centro-derecha cultural, política y electoral. No fue posible formular una propuesta ideológica y programática firme, coherente y convincente desde el centro-derecha hasta el centro-izquierda. El PRI no supo conservar a sus excelentes cuadros técnicos y políticos que antes ostentaba. El PRD no pudo presentarse como una alternativa social-demócrata moderna, y tampoco reivindicó suficientemente como suyos los programas sociales. Además, no renovó dirigencias ni reclutó nuevas generaciones. Acabó suicidándose.

La habilidad comunicacional del presidente López hizo que la población ignorara y no hiciera preguntas sobre el palmarés ex - priista, ex – panista y ex – perredista de prácticamente todos los dirigentes y candidatos de Morena. Logró desviar magistralmente la atención del fracaso de su gobierno en casi todos los órdenes (corrupción, seguridad, energía, economía, salud, educación, medio ambiente, relaciones exteriores, cultura), culpando a gobiernos anteriores, y haciéndolo irrelevante para el ciudadano de a pie, hipnotizado por el carisma populachero y por las masivas e invencibles dádivas de los programas sociales a más de 30 millones de electores: casi 2.5 billones de pesos en cinco años. A esto hay que añadir un eficaz aumento en el salario mínimo. La política social se transfiguró hábilmente en política clientelar-electoral. Con dinero adicional en el bolsillo, a nadie le importó que 50 millones de personas se hayan quedado sin servicios médicos por la destrucción del seguro popular, ni tampoco que millones de niños se quedaran sin escuelas de tiempo completo (y sus madres, sin poder trabajar). Tampoco, el aumento de la pobreza extrema, ni la militarización del país, ni la corrupción rebosante, ni los niveles sin precedentes de violencia, ni el control del territorio nacional por parte del crimen organizado, ni el raquítico crecimiento económico, ni el déficit, ni la deuda, ni la caída del Ingreso (PIB) per cápita. Importó más una exitosa dignificación mediática de las clases populares, que la destrucción sistemática de instituciones, de servicios y bienes públicos y del Estado en su conjunto. Un presidente popular y todopoderoso de indudable pericia política, y un Estado cada vez más débil. Gigantescos proyectos de infraestructura en el sureste (Tren Maya, Dos Bocas) contribuyeron claramente a ese sentido de dignificación, aunque fuesen un absurdo económico, un despilfarro fiscal astronómico, y una tragedia ambiental.

También, pesó mucho la astucia del presidente López para mantenerse en campaña desde el primer día de su gobierno. Identificó, explotó y potenció un fondo profundo de resentimiento entre la población hacia las élites económicas, sociales e intelectuales, como mafia adversaria del “pueblo” y causante de todas sus desgracias. Fue capaz de galvanizar rencores y ponerlos al servicio de su causa. Logró dividir y polarizar a la sociedad como resorte de poder, y movilizar el sentimiento popular contra las élites. El odio siempre paga, cuando es utilizado desde el poder con destreza política. (Algo de ello sabía Goebbels). Comunicó sin cesar, exitosamente, con gracejadas, mentiras, balandronadas y vulgaridades calculadas para conmover y generar empatía, para identificarse e integrarse como interlocutor legítimo y parte del “pueblo”.

En fin, perdimos. Pero sintámonos orgullosos de haber dado la batalla democrática con todas nuestras fuerzas y compromiso con México. Ojalá nos mantengamos unidos y en pie, sin claudicar ni retroceder. México necesita de todos nosotros más que nunca. No olvidemos que nuestro deber es permanente, que no es lucha de un día, sino brega de eternidad, en palabras de Manuel Gómez Morín.

@g_quadri

Político, ecologista liberal e investigador mexicano, ha fungido como funcionario público y activista en el sector privado. Fue candidato del partido Nueva Alianza a Presidente de México en las elecciones de 2012.

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