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Opinión

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¿Por qué se drogan los estadounidenses? 

Hace unos días en su conferencia mañanera y en medio del debate sobre la crisis de fentanilo en los Estados Unidos, el presidente Lopez Obrador hizo referencia a una serie producida por Hulu llamada Dopesick, que sigue la historia de la epidemia de opiáceos, desde la creación de la píldora Oxycontin hasta una histórica batalla legal en la que Purdue Pharma admitió promocionar engañosamente su medicamento como menos adictivo que otros opiáceos recetados. La tesis de la serie, basada en el libro de la periodista Beth Macy, pone en la raíz de esta crisis al analgésico Oxycontin, fabricado por la familia Sackler.

Más allá de la histórica relación de los Estados Unidos con las drogas, a últimas fechas la epidemia de opioides ha afectado a millones de personas en todo el país, y se estima que más de 800 mil personas han muerto por una sobredosis de estas sustancias. Dopesick sigue a varios personajes, desde ejecutivos de Purdue Pharma y fiscales federales, hasta un médico de los Apalaches y sus pacientes con dolor.

El uso ilegal de opioides recetados se ha convertido en una epidemia en los Estados Unidos, debido en gran parte a su papel en el alivio del dolor crónico. El dolor crónico, el que dura más de tres meses o más allá del tiempo de curación normal, es en sí mismo un grave problema de salud pública en los Estados Unidos. Un manejo del dolor, que según la serie y el libro de Macy, se entiende como un fenómeno empujado por farmacéuticas como Purdue Pharma para crear una necesidad de bienestar absoluto, libre de todo dolor o molestia por más mínima que esta sea. 

Un impulsor definitivo de esta epidemia de opioides sucede cuando los usuarios pasan de abusar de medicamentos recetados a alternativas ilícitas, como la heroína. Al reconocer una oportunidad lucrativa, los cárteles mexicanos y narcomenudistas estadounidenses han cambiado sus modelos comerciales para abastecer este mercado. 

Pero para comprender mejor la realidad del consumo de drogas en todo Estados Unidos, debemos entender que el consumo de drogas y revisar cómo la crisis de las drogas en ese país afecta a casi todos los grupos demográficos y la historia que tienen a lo largo de los años con este tipo de mercado.

El consumo de drogas ha prevalecido en la sociedad estadounidense desde mediados de 1880, cuando la morfina se comercializaba entre los consumidores como medicamentos curativos, pero la Ley de Exclusión del Opio para Fumar de 1909, dirigida a los inmigrantes chinos, prohibió la importación y el uso de opio para fumar. 

En la década de 1960, el uso de drogas medicinales y recreativas en los Estados Unidos comenzó a convertirse en un importante problema y Richard Nixon aprovechó estos temores y la preocupación pública por las altas tasas de consumo de drogas entre las tropas estadounidenses que regresaban de Vietnam para que en 1970 el Congreso aprobara la Ley de Sustancias Controladas, que creó cinco listas dentro de las cuales regular diferentes drogas basadas principalmente en el riesgo de adicción.

La guerra contra las drogas, después de Carter, continuó nuevamente en la década de los 80 cuando una epidemia de crack y cocaína comenzó a recorrer Estados Unidos. Esto llevó al recién elegido presidente Ronald Reagan a reforzar y expandir muchas de las políticas antidrogas de Nixon con la misma y fallida guerra en contra de las drogas. Después llegaría Clinton con otra Ley contra el crimen y las drogas, hasta que Donald Trump declaró en 2017 la epidemia de opioides como una emergencia nacional de salud pública. 

Pero lejos de funcionar, las leyes y políticas públicas han aumentado las detenciones y población carcelaria, mientras que los números de adictos han ido en aumento. Según el Centro Nacional de Estadísticas sobre el Abuso de Drogas (NCDAS), casi 32 millones de personas (el 11,7 % de la población) consumían activamente drogas a partir de 2021, siendo la marihuana, los estimulantes y analgesicos recetados y las metanfetaminas las drogas más populares. Agregando el consumo de alcohol y tabaco, más del 60% de la población de los Estados Unidos usan activamente algún tipo de sustancia.

Según las mismas cifras del NCDAS, 2.9 millones de personas en Estados Unidos consumen marihuana, 2.9 millones analgésicos recetados, 2.2 millones anfetaminas, 2.1 estimulantes recetados, 957 mil heroína, 638 mil cocaína y 319 mil sedantes recetados. Todos aquellos que son recetados, tienen un potencial de ser abusados y consumidos posteriormente en el mercado negro. 

Según datos oficiales, el consumo de drogas ha aumentado considerablemente entre las personas de 50 años o más. Puede ser una sorpresa para muchos, que imaginarían el consumo de drogas como un problema entre las generaciones más jóvenes. El uso excesivo de alcohol en la universidad está bien documentado y es ampliamente conocido. Drogas como la marihuana y los medicamentos recetados son otras sustancias con las que los estudiantes tienden a experimentar durante sus años universitarios.

Y es que son muchos los factores han contribuido al aumento del consumo de drogas en los Estados Unidos. El problema no está relacionado con la juventud o la pobreza. Personas de todas las edades y niveles de ingresos las consumen y luchan contra algún tipo de trastorno por el uso de estas sustancias. Mientras eso sucede, el uso de drogas es cada vez más aceptado en la sociedad. Es cada vez más común ver en la televisión o escuchar algún tipo de música que hable o haga referencias a beber, fumar o consumir algún tipo de drogas. El consumo de alcohol y drogas a menudo se presenta como una forma aceptable de socializar o como una parte normal de la vida cotidiana.

Los jóvenes y adultos que no tienen habilidades para atender su salud mental recurren al uso de sustancias para lidiar con los factores estresantes que los rodean. El ejército y los veteranos sufren de trastorno de estrés postraumático después de regresar para automedicarse con drogas ante el abandono del Estado. La pandemia empeoró los problemas sociales existentes desde hace mucho tiempo y los estadounidenses sienten cada vez más la presión causada por problemas como la violencia armada, el racismo, la injusticia social y la polarización. 

Lo que en algún momento fue motivo de orgullo ante la riqueza y las libertades, hoy se ha convertido en un problema multifactorial que es ya parte integral de las fibras sociales de los Estados Unidos que ve hacia afuera las soluciones que no puede encontrar adentro a medida que el sueño americano se va esfumando y las oportunidades se limitan. El fenómeno no es nuevo, pero las preguntas al problema siguen sin cambiar. 

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