Lectura 5:00 min
¿Por qué vivimos aglomerados los mexicanos?
Distintos hechos irrefutables codificados por la naturaleza han puesto en marcha una gran inercia demográfica que aún nos determina, por lo que es preciso diseñar y ejecutar políticas de sustentabilidad urbana

53% de los mexicanos vivimos aglomerados en un pedazo de tierra contiguo que representa sólo el 8% del territorio nacional. Se trata de 16 millones de hectáreas ubicadas en el centro del país en la zona de influencia de Eje Neovolcánico. Esto se puede ilustrar elocuentemente con un mapa de iluminación nocturna del territorio, que expresa las densidades de población. (es.pinterest.com/pin/428967933230443656/). Esta zona centro del país no es la más plana ni la más acogedora. Es sumamente montañosa, lo que difiere de la mayor parte de los países o regiones del mundo en donde la población tiende a concentrarse en zonas planas, con ríos o puertos accesibles, como es el caso de Estados Unidos, Europa, China, y la India. Las zonas planas son fáciles de irrigar, de acceso fácil, y donde se puede construir casas habitación e infraestructura y equipamiento a menor costo. Menores costos permiten mayor eficiencia y acumulación de riqueza. ¿Por qué en México ocurre al revés? Y este no es un fenómeno nuevo; en el siglo XIX e incluso en épocas prehispánicas, la concentración demográfica en el centro del país era aún más pronunciada. No ha cambiado sustancialmente a lo largo de la historia; lo que difiere de manera notable, por ejemplo, con los Estados Unidos, en donde la distribución de población cambió radicalmente del siglo XIX al siglo XX desde la costa este al centro, sur y oeste del país. En México, el llamado “Imperio Azteca” (que no fue ningún Estado-Nación) subyugó regiones sobre todo en el sur y el oriente del Eje Neovolcánico, ya que, al centro y al poniente, los tlaxcaltecas y purépechas (respectivamente) resistieron la sangrienta dominación de los mexicas. Por cierto, totonacos (de Veracruz) y tlaxcaltecas emprendieron su guerra de liberación en alianza con Hernán Cortés.
El hecho que nos interesa es que la población de México ha estado concentrada durante siglos en las mismas regiones. ¿Por qué? La agricultura explica las concentraciones de población, lo que implica la disponibilidad de agua superficial para riego; sin embargo, la latitud del centro de México sería, en principio, poco propicia para la prevalencia de lluvias suficientes. (Estamos a la misma latitud que el Sahara). Pero, las montañas del centro de México cambian esta condición conjuntamente con la humedad monzónica que entra del Golfo de México y del Océano Pacífico. Recordemos que el aíre húmedo del mar ingresa a nuestro país por las bajas presiones de verano generadas por el ascenso de masas de aire calientes, el cual choca con las montañas, elevándose para producir condensación y precipitación. También, altitudes considerables significan temperaturas más o menos agradables, ni muy cálidas, ni muy frías. O sea, en las zonas de influencia del Eje Neovolcánico tenemos lluvias suficientes, y temperaturas moderadas, e igualmente, en las montañas, imponentes bosques de pinos, encinos y oyameles que han ofrecido valiosos recursos a la población. Entre las montañas existen valles que operan como cuencas endorreicas, donde el agua que escurre de las montañas deposita nutrientes y no puede escapar, es decir, el agua fertiliza, no tiene salida natural y se acumula en lagos, que a su vez permiten una irrigación a bajo costo o la agricultura en chinampas, y favorecen el transporte en canoas. Así mismo, el agua se infiltra y se almacena en gigantescos acuíferos subterráneos que hoy abastecen a las grandes ciudades modernas. Además, los lagos aportaban peces y otra fauna que diversificaron la alimentación de poblaciones humanas: Texcoco, Zumpango, Xaltocan, Xochimilco, Tláhuac, Pátzcuaro, Cuitzeo, y diversos lagos hoy virtualmente extintos en Tlaxcala y Puebla. Agua, sedimentos, y fondos planos de los valles crearon un ambiente perfecto. Por ello, no debe extrañar que esta región haya sido la cuna de la agricultura en Mesoamérica. De hecho, los aztecas obtenían hasta cinco cosechas al año, lo que permitió una gran concentración de población, y una ciudad – Tenochtitlan – con algunos cientos de miles de habitantes, lo que la hizo una de las ciudades más grandes de su época en el mundo. Y hay otro ingrediente esencial: los volcanes en el Eje Neovolcánico, de los cuales hay decenas. Estos se han generado como consecuencia de la Tectónica de Placas, en la que chocan e interactúan la placa del Pacífico, la placa de América del Norte, la placa de Cocos y la placa del Caribe. Las placas oceánicas son más pesadas y penetran por debajo a las placas continentales. La fricción calienta las rocas basálticas, lo que las hace menos densas, por ello, emergen como magma creando volcanes. Y los volcanes, además de lluvia y agua, con sus erupciones, prodigan cenizas y una gran fertilidad de los suelos. Obviamente, todo esto puso en marcha una gran inercia demográfica, que aún nos determina. Aquí vivimos, y no nos vamos a ir, aunque la lógica de los asentamientos humanos haya cambiado radicalmente. Es preciso diseñar y ejecutar las políticas necesarias para darle eficiencia y sustentabilidad urbana a estos hechos irrefutables codificados por la naturaleza.
@g_quadri

