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Opinión

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Propuestas y propuestas

Los debates políticos, con miras a las elecciones de este año y el 2012, deben centrarse más en el cómo y menos en el qué.

A estas alturas del calendario político mexicano, a escasos 18 meses de la próxima contienda presidencial, se empiezan a escuchar nombres y junto con los nombres, las propuestas.

Y, sin embargo, en este último rubro parecería que los contenidos se repiten o quedan estancados en eterna vaguedad.

En materia fiscal, por ejemplo, las propuestas coinciden en que debemos implicar el laberinto de tributación que enfrenta la economía mexicana; pero, por el lado de egresos, todos los candidatos se congratulan al pedir más o prometer más, sin jamás explicar que cada peso adicional que se gastan tendrá que ser retirado de la ciudadanía fiscal, ya sea por medio de un tributo presente o un tributo en el futuro (deuda pública).

En la precarrera presidencial, por lo pronto, destaca una ausencia sobresaliente de propuestas dignas de un debate de altura, sobre todo, ya no tanto qué se requiere hacer, sino cómo se pretende realizar. El diablo está en los detalles.

Las promesas políticas abundan: pleno empleo, bienestar, educación, todo para todos (a costas de todos los demás).

Sin embargo, el acto de la promesa política ha perdido la piedra angular del mismo proceso de prometer: credibilidad. No resulta suficiente comprometerse con la educación, la salud o el bienestar económico.

Ello debe descontarse, siendo que es una finalidad que todos y en todos lados, a todo momento, persiguen. El factor de diferenciación es: cómo.

En consecuencia, un debate en torno a las elecciones, tanto de este año como del año entrante, debe centrarse en el cómo , no en el qué .

Y para ello habrá que demostrar imaginación en la formulación de las políticas públicas y las propuestas concretas: pensar en lo absurdo, como diría Juan Pardinas, fuera de la caja convencional.

Esto es lo que hace falta: propuestas de cómo acabar con el estancamiento fiscal, de cómo crecer a un nivel que permita una acumulación acelerada de poder adquisitivo, de cómo generar riqueza en vez de repartir el pastel, de cómo asegurar la paz de la ciudadanía en vez de declarar la guerra en contra del crimen y la violencia (vaya, del punto de vista político, de sostener una polis, ¿quién no está en contra de ello?).

La ausencia de imaginación puede convertir la contienda preelectoral en otra comedia más, llena de errores y acusaciones, carente de confianza, y de promesas creíbles que le hagan caso a la voz del pueblo.

rsalinas@eleconomista.com.mx

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