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¿Qué representa la candidatura de Massa a la presidencia argentina?
Agosto 12 y octubre 22 son las fechas en que se definirán muchas cosas para la vida pública de la Argentina. En agosto se llevarán a cabo las elecciones primarias y en octubre las generales. Entre los candidatos más polémicos para la candidatura presidencial se encuentra Sergio Massa, actual ministro de Economía, auspiciado por Unión por la Patria, la opción oficialista.
Massa, hijo de inmigrantes italianos, se ha caracterizado largamente por dos cosas: por una búsqueda temprana e incesante de poder político y por una deslumbrante falta de coherencia en sus declaraciones y principios. Denostó de manera muy áspera las políticas y la ética de Cristina Fernández y de su difunto esposo Néstor Kirchner, por ejemplo, para luego sumarse este año al actual gobierno en el que Fernández es vicepresidenta, y ama y señora.
Pero él asume esas contradicciones con desparpajo pleno. Incluso en este mes de julio llegó a decir, entre aplausos en un acto de inauguración peronista —el movimiento de derecha populista en que se sostiene el gobierno con un lenguaje “izquierdoso”—, que el Fondo Monetario Internacional pedía que se parara la construcción del gasoducto inaugurado, el gasoducto “Néstor Kirchner”, cuando, en realidad, el Fondo había urgido por escrito al gobierno a no rezagarse en su construcción, según los acuerdos.
De manera que con Massa no es bueno atenerse a sus escrúpulos, sino a sus resultados y a sus márgenes de maniobra. Sus dos resultados más notorios para la población de todos los estratos, en cuanto ministro de Economía, son la inflación y la paridad peso-dólar. Massa llegó como bateador emergente una vez que la gestión de Martín Guzmán en Economía viviera un rebote a la inflación descendente que había conseguido al inicio de su gestión.¹ El rebote fue mucho mayor a ese descenso inicial a 36% llegando de 54% en diciembre de 2019, y a 71% en julio de 2022. A ese guarismo Massa le añadió, en un año, 44.6 puntos más, hasta llegar a 115.6 % en junio de 2023.
Por lo que hace al tipo de cambio los resultados de Massa no fueron mejores. Durante el mismo período, que va del cierre de julio de 2022 a junio de 2023 el peso argentino pasó de
128.4 pesos por dólar a 216.5, según datos de la OCDE. Esto implica una menor capacidad de compra interna y externa del peso. Por el lado interno, el de la inflación, el peso compra 62.8% menos en bienes domésticos; por el lado externo, el peso compra 68.6% menos en bienes foráneos.
Pero atrás de estos dos indicadores rotundos del empobrecimiento popular conducido los últimos meses por Massa hay, evidentemente, causas, que dan los márgenes de maniobra. La primera es técnica: una masa de dinero y cuasi-dinero creciente en los circuitos financieros argentinos, más que proporcional a su demanda, que paga los enormes intereses que devenga con emisión adicional de la autoridad monetaria. El FMI ha estado deteniendo el estallido de esta bomba económica, hasta ahora.
La segunda es política: se trata de un régimen de transferencias monetarias que sustenta apoyos políticos a un Estado muy obeso, clientelar, que el peronismo —la derecha populista argentina— tiene como su símbolo de identidad nacional. De no ser abordados por Massa, como no lo han sido durante su período en Economía, estos problemas llevarán a la Argentina a una espiral inflacionaria mucho peor, a mayor caos en un mercado cambiario con numerosas paridades y, eventualmente, a un severo colapso de todas las variables nominales.
[¹]. Silvina Batakis, “la griega”, fue nombrada ministra de Economía previamente a Massa, pero no cumplió ni siquiera un mes en el cargo.
*Los autores pertenecen al Seminario de Credibilidad Macroeconómica de la Facultad de Economía, UNAM.