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¿Quién dijo que los boomers no saben qué es el ghosting?
Es difícil imaginar al director general de una empresa seria haciendo ghosting a sus pares y colegas. Dejar los mensajes en visto, no regresar llamadas y de la nada dejar de participar en un grupo sin avisar puede ser un patrón de comportamiento tan usual (aunque francamente reprobable) en la vida personal de zoomers y millenials que ya tiene su propio término. Pero en el plano profesional, para cualquier grupo de edad, no hay forma de aplicarlo sin acabar corrido o desprestigiado. No es digno de un CEO.
Nada de eso ha detenido a Octavio Romero, de Pemex, de dejar colgados a los CEO de BP, Chevron, CNPC, Eni, Equinor, ExxonMobil, Occidental, Petrobras, Repsol, Aramco, Shell y Total que se congregan personalmente a través del Oil and Gas Climate Initiative (OGCI), una especie de G13 petrolero dedicado a temas de sustentabilidad. Desde septiembre del 2019, cuando este grupo se reunió para pactar reducir sus emisiones de carbono a la atmósfera, Pemex había brillado por su ausencia.
Desde la sede de la organización, me explican que “Pemex permanece en el OGCI, pero la compañía no ha participado en la iniciativa recientemente. Esperamos continuar trabajando con Pemex tan pronto como sea posible ya que las compañías de OGCI buscan impulsar la respuesta de la industria al cambio climático”. Son palabras diplomáticas. Pero, por lo pronto, Pemex ya no aparece en el listado de miembros de OGCI, que ahora solo incluye 12 logos. La firma de Romero no apareció en la carta pública que OGCI envió, en plena pandemia, haciendo un llamado a centrarse en lo importante y redoblar los esfuerzos de mitigación de cambio climático. Vaya momento para desaparecerse.
Quizás Romero esté evitando a sus pares por problemas de dinero. Sus pérdidas de 2019 y del primer trimestre de 2020 marcaron récords históricos. Pero con los estrafalarios gastos en Dos Bocas y el programa de inversiones, es difícil argumentar que Pemex no tiene dinero para gastar en nada. Esto parece un problema más amplio, de preferencias.
Ni a Pemex ni a las autoridades energéticas mexicanas les gusta colaborar con grupos multilaterales bajo criterios transparentes. Hace unas semanas prefirieron suplementar, a la mala, un acuerdo colectivo público de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) con una colaboración opaca con el gobierno de Trump. Han cancelado cualquier posibilidad de hacer equipo con otras petroleras de forma transparente vía rondas o farmouts para moverse en los viejos recovecos de los contratos de servicios. No dejan de desaprovechar sus espacios en la Agencia Internacional de Energía y de la Extractive Industries Transparency Initiative, desapareciendo del mapa de los miembros activos y comprometidos. El aislacionismo mexicano sigue un patrón implícito en el ghosting de Romero al OGCI. Se agudiza siempre que el tema siquiera rima con sustentabilidad. Hay varios ejemplos: el desaire del gobierno mexicano a la COP en Madrid, la cancelación de último momento del foro de colaboración con el gobierno alemán en temas de energías limpias. Es más, conforme el tema se acerca al corazón de la agenda de sustentabilidad, inexplicablemente delegada a pre-boomers, el gobierno mexicano pasa de ghosting pasivo al ataque agresivo. La descarada campaña regulatoria y retórica de la CFE contra todo lo renovable lo ha ilustrado.
Entre tanta evidencia, no queda más que regresar a lo básico: ¿En este momento, el gobierno mexicano siquiera cree que el cambio climático antropogénico y la contaminación troposférica son problemas reales, que demandan soluciones inmediatas? Urge aclarar.

