Rajoy no conjuga la política con Cataluña

Mariano Rajoy reemplazará de sus funciones al presidente Carles Puigdemont, al vicepresidente Oriol Junqueras y a todos los consejeros (secretarios), en el momento en el que el Senado apruebe la aplicación del artículo 155 de la Constitución. Es decir, el viernes.

El Partido Popular (PP) representa 8.14% de los escaños del Parlamento catalán (legalmente electo en el 2015), 11 diputados de los 135. La presencia del PP en Cataluña es minoritaria; sin embrago, las atribuciones presidenciales de Rajoy le dan la potestad de destituir a Carles Puigdemont, legalmente electo por 72 de los 145 diputados, es decir, por 53% del Parlamento. Dicha asimetría refleja la impotencia y malestar en la sociedad catalana.

Desde el viernes, el Parlamento catalán quedará estéril; la democracia, suspendida, y la sociedad, rota.

Algo más: las elecciones del 2015 tuvieron una acepción independentista. La coalición ganadora, Junts pel Sí, se conformó por Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), cuyo objetivo primigenio es la independencia, y por el Partido Demócrata (PdCAT, el viejo Convergència i Unió), un instituto que nunca había sido independentista pero se convirtió a partir del día en que el Tribunal Constitucional rechazó el Estatuto catalán.

¿Qué hizo el presidente de España desde el 27 de septiembre del 2015 al 1 de octubre del 2017, fecha del referéndum inconstitucional? Si Rajoy es presidente de España, ¿por qué no entabló una negociación urgente con el entonces nuevo gobierno de Puigdemont desde la mañana del 28 de septiembre?

Las respuestas son evidentes: desde el 2006, año en que el entonces presidente del PP, Mariano Rajoy, salió a las calles de España (excepto en Cataluña) a pedir firmas en contra del Estatuto, su relación con dicha autonomía se distingue por dos rasgos: desdén y paternalismo.

La “solución” maximalista de Rajoy “podría” encarrilar el proceso soberanista sobre la Constitución pero agravará el problema político en Cataluña. Como indicó en La Vanguardia Antoni Puigverd, Rajoy “sigue sin reconocer al sujeto social contra el que actúa (...) Siguió sin citar a los más de dos millones de catalanes que dan apoyo al independentismo en manifestaciones, refrendos y elecciones”. Para Rajoy el problema inicia y termina con el reemplazo de los dirigentes políticos que han diseñado la hoja de ruta del proceso independentista sin comprender que al ánimo soberanista se le ha agregado una demografía “tensa, triste, indignada, con desconcierto”, como me escribe desde Barcelona, Berenguer Camps.

La aplicación del 155 representa el peor de los agravios para la mayoría de los catalanes, incluidos, por supuesto, muchísimos que no quieren la independencia.

La decisión de Rajoy unirá a los soberanistas con los moderados. Lo hizo el 1 de octubre, el día del referéndum. Varias personas con las que platiqué me confiaron que no iban a votar; sin embargo, al ver las escenas de represión policiaca, decidieron salir a votar.

En los 40 años de vida democrática española nunca se había aplicado el 155. Quizá por lo que representa: la derrota del diálogo. Nunca un presidente le ha fallado tanto a una autonomía como Rajoy lo ha hecho con Cataluña.

Puigdemont y el Parlamento descarrilaron de la Constitución al proceso desde el 6 de septiembre. Se les tendrá que castigar. Pero el castigo tendría que extenderse al presidente de España que ha desdeñado a Cataluña .