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Reflexiones sobre Basilea II y el modelo de equilibrio general estocástico dinámico en relación con la prevención de las crisis financieras
El muy sofisticado por su estructura matemática modelo de equilibrio general estocástico dinámico (MEGED), plantea que, la evolución de la economía en mercados capitalistas, con agentes económicos ultra-racionales que, planean a largo plazo, sigue una senda suave de crecimiento, perturbada de vez en cuando por choques externos, que son absorbidos rápidamente por las reacciones oportunas y adecuadas de dichos agentes, por su conocimiento completo de la información relevante que poseen. El MEGED se guía bajo el predominio del individualismo metodológico, donde la microeconomía modela a la macroeconomía. A este modelo de la economía real, para que funcione sin fricciones, se le añadieron reglas de política monetaria muy estrictas que, se fueron perfeccionando a lo largo del tiempo (regla de Fisher del dólar compensado, regla de Hayek, regla de Friedman de control de los agregados monetarios, y regla de Taylor para la determinación de las tasas de interés de corto plazo), con la finalidad de aminorar los choques monetarios. Se suponía que con estas reglas se determinaba un sistema monetario que, por fin funcionaba automáticamente, sin crear choques perturbadores. John Hicks consideró vano este intento (“Teoría monetaria e Historia: intento de perspectiva”. Edward Shann Lecture, Australia, 1967). No obstante, la sabia advertencia del premio Nobel de economía 1972, el modelo MEGED, guio a la política económica que fue denominada la época de la Gran Moderación, en la que, con una menor intervención del Estado, mercados con precios flexibles (el más importante el mercado laboral a través del outsourcing), y reglas monetarias precisas, la volatilidad macroeconómica se reduciría, y gradualmente los ciclos económicos irían desapareciendo. En este contexto, se anunció el fin de los ciclos económicos Steven Weber se preguntaba en 1997 si el mundo desarrollado estaba entrando al fin de los ciclos económicos (¿“The End o f the Business Cycles?” Foreign Affairs Vol. 76. No.4, 1997). Esta idea del fin de los ciclos fue ganando arraigo en la ortodoxia económica que, orientó la política económica neoliberal por casi cuatro décadas. Se dijo con gran confianza, que, bajo la idea de la neutralidad monetaria, los ciclos económicos solo provendrían, de agentes económicos (productores, consumidores) del mundo real y cuya reacción racional absorbería cualquier desviación del equilibrio económico. Se les asignó a los bancos e intermediarios financieros en el modelo ortodoxo del fin de los ciclos económicos relevancia puramente marginal, se la envió al desván de las teorías económicas obsoletas (Kydland, Finn E., and Edward C. Prescott “Business Cycles: Real Facts and Monetary Mith”, Federal Reserve Bank of Minneapolis, 1990).
En un simposio célebre realizado por la Wharton School para analizar la gran crisis financiera de 2008, el profesor emérito Franklin Allen de la escuela de finanzas de la Wharton School expresó un juicio contundente de autocrítica (casi nula en los círculos de la ortodoxia económica) señalando el grave error de dejarse influenciar por la tesis de Kydland y Prescott del “mito monetario” y mantener en el olvido la política fiscal y monetaria: “En muchos de los principales departamentos de economía de Estados Unidos -señaló Allen- y de otros países los estudiantes de posgrado no aprendían nada sobre banca en ninguno de los cursos” (“Why Economists Failed to Predict the Financial Crisis”, Knowledge at Wharton, 2009). El decano de la investigación sobre banca Charles Woodhart, claramente adjudicó al uso del modelo de equilibrio general dinámico estocástico por los bancos centrales su incapacidad para prevenir las crisis financieras, en especial la de 2008, en virtud de que dichos modelos se limitan a la llamada economía real y no tienen presente los flujos monetarios, la intermediación financiera, las primas de riesgos, y en general, todas aquellas variables que interesan a un banco central durante una crisis” (Manuel Conthe “Entrevista a Charles Goodhart”, Marzo de 2009).
Charles Goodhart es uno de los economistas monetarios más importante del siglo XX y del primer cuarto del siglo XXI, su informe “The Regulatory Response to the Financial Crisis” (2008) examina críticamente los factores de la crisis que, se inició en 2007 y se desplegó virulentamente en 2008, donde le adjudica Goodhart a Basilea II un papel no menor por basar el enfoque de riesgos en la metodología Alchian/Klein que, da un peso relevante a la valoración de mercados en activos no estables (crítica aparecida en otro artículo que Goodhart escribió para el Economic Journal en 2001, fecha esta última en que se fue gestando las reglas de Basilea II). De los primeros escritos monetarios que leí de la época que siguió al colapso de Bretton Woods fueron los de Charles Goodhart “The Evolution of Central Banks” (MIT 1988) y “The Central Banks and the Financial System” escrito para Palgrave Macmillan (1995), así como el libro de Paul Davidson “Money and the Real World”(1972), donde el postkeynesiano desarrolló su idea de incertidumbre radical, y emitió su célebre axioma de la economía no ergódica como característica ineluctable del capitalismo inestable. En el contexto optimista de la economía capitalista de fin de siglo XX, se consideraba que crisis como la bancarrota del Franklin National Bank (1974), eran incidentes menores a pesar de las serias advertencias de académicos renombrados como Joan Edelman Spero (“The Failure of the Franklin National Bank: Challenge to the International Banking System”, 1981). Se consideró entonces que, sólo con un enfoque de riesgos seria factible una buena regulación financiera, sin perturbar la capacidad de los agentes financieros para autogestionar los riesgos bancarios. Este enfoque, fue adoptado en la regulación de Basilea II. El Comité de Supervisión Bancaria de Basilea en un informe de 2004, señaló que “Basilea II tiene por objetivo construir una base sólida para la regulación prudencial del capital, la supervisión y la disciplina de mercado, así como perfeccionar la gestión del riesgo y la estabilidad financiera”. Se introduce el enfoque de riesgos. En una época (2008) en que ya había indicios de fallas de la regulación de Basilea II, Jesús Saurina, director del Departamento de Estabilidad Financiera del Banco de España negó enfáticamente que, la regulación de Basilea II condujera a exacerbar los auges y las crisis, ya que aseguraba que Basilea II tiene sólidos mecanismos que, evitarán incrementar significativamente los requisitos de capital en la fase descendente, y los redujeran severamente y de manera excesiva en la fase ascendente del ciclo. Los tres pilares de Basilea II, generaban mecanismos suaves y flexibles para evitar que, una indebida gestión de riesgos fuera demasiado procíclica. Citaba Saurina un ejemplo, “La evidencia empírica muestra que para las carteras de préstamos hipotecarios (o de cualquier otro tipo), los requisitos de capital fluctuarán a lo largo de un ciclo económico significativamente menos, si se utiliza una probabilidad media de incumplimiento que, si se toma la probabilidad en un momento determinado”. Sobre esta evidencia pensaba el funcionario del Banco de España que, Basilea II constituía un poderoso mecanismo de regulación financiera, era por lo tanto la senda correcta de la regulación de la banca (Carlos Saurina “La senda correcta para la banca” Finanzas & Desarrollo, FMI, junio de 2008).La crítica de Sheila Bair a Basilea II. La expresidenta de la FDIC (el IPAB de Estados Unidos), vio con aprensión la instrumentación de la regulación de Basilea II como un debilitamiento de la supervisión bancaria por descansar en excesivos mecanismos de gestión de riesgos de mercado. Pensaba, que la regulación bancaria descansando en una gestión de riesgos basada en valuaciones internas de mercado, podría conducir a reducciones significativas de requerimientos de capital de las Instituciones bancarias y financieras en la época de auge, por lo que propuso salvaguardas de capital. La valuación de mercado funcionaba bien en épocas de sosiego, pero no en épocas en que aparecen tumultuosos cisnes negros, ya que en ese caso se subestiman los riesgos en la fase ascendente por lo que se exige menos requerimientos de capital, y se sobrestiman los valores económicos en épocas de crisis. Bancos, e intermediarios y reguladores financieros bajo la filosofía optimista de Basilea II (los intermediarios gestionan bien los riesgos en todo momento) se impuso contra toda opinión diferente. Sin embargo, el equipo técnico de Sheila Bair, estimó en el año de auge 2006 que, la aplicación de Basilea II liberaría importantes requerimientos de capital en EUA, especialmente de los bancos Big to Fail; calculó que Citigroup liberó con Basilea II capital por 2.5 mil millones de dólares, Bank of America por 14.6 mil millones de dólares, un Non Bank Bank como Washington Mutual que se declararía en bancarrota, liberó requerimientos de capital por 2.3 mil millones de dólares. Para los Big Banks, Sheila Bair y su equipo estimaron que, las reglas de Basilea II liberaron requerimientos de capital por 22 por ciento con una mediana de declive para bancos individuales por 33 por ciento (Sheila Bair “Bull by the Horns: Fighting to Save Main Street From Wall Street and Wall Street from Itself”, 2012).
La trascendental reunión de Mérida del Comité de Basilea y la batalla infructuosa de Sheila Bair contra Basilea II. “En octubre de 2006, se celebró una reunión clave del Comité de Basilea -cuenta Sheila- en la ciudad de Mérida, México, y previo al evento tuve una comunicación con el presidente del Comité de Basilea, el holandés Nout Welling, que como representante de un país chico en donde los activos bancarios excedían el PIB de su país, mantenía muchas dudas de las reglas de Basilea II, propusimos establecer un colchón de requerimiento de capital mínimo, un ratio de capital que reflejara una importante limitación al grado de apalancamiento de los bancos, denominado International Leverage Ratio”. En esa reunión, los reguladores más ortodoxos que abrazaban como altamente benéfica la idea de desregular, por considerar que de no hacerlo se afectaría drásticamente la innovación financiera, atacaron la idea de establecer un International Leverage Ratio (ratio conocida como Ratio Bair-Welling). Contra esta propuesta, iniciaron el ataque Daniel Nouy, gobernador del Banco Central de Francia, el de Alemania, y la mayoría de los miembros del Comité de Basilea, todos atacaron a Sheila Bair y su propuesta; incluso The Economist se unió al ataque al acusar a Bair de intentar descarrilar 7 años de intensos trabajos para establecer reglas de regulación, promotoras de la innovación financiera. Llamó el diario inglés a Bair “la Ludita del siglo XXI”. De esta manera, los reguladores financieros conservadores aislaron de manera efectiva a Sheila Bair y arrumbaron sus propósitos de regulación financiera. Así, en Estados Unidos, en junio de 2004, John Dugan jefe todopoderoso de la SEC, se apresuró en autorizar a los bancos de inversión de Wall Street a efecto de que aplicaran Basilea II y con ello liberaran capital con la consecuencia de incrementar su nivel de apalancamiento. El despacho de asesoría McKinsey Company jugó un papel central en el proceso, fue contratado por el alcalde Michael Bloomberg de acuerdo con Bair y, emitió un informe en 2007 muy favorable a Basilea II, señalando sus muchas virtudes. No fue casualidad que la firma de asesoría ganara muchos contratos con los Big Banks para coadyuvar como asesores de los bancos de Wall Street en la aplicación de las reglas de Basilea II.
La sabiduría convencional dice John Kenneth Galbraith no es derrotada por el debate intelectual, sino por el estallido de crisis que, la hacen inútil. Basilea II facilitó (si es que no fue un factor decisivo) la crisis financiera de 2008, con sus modelos de autoevaluación de riesgos, y la magnitud de esa crisis fue su gran derrota. Avinash D. Persaud presidente, de “Intelligence Capital Limited; Fideicomisario, Global Association of Risk Professionals”, señaló con su habitual claridad y tono implacable lo siguiente: “Basilea II es mala ciencia económica. Trata de usar los precios de mercado para predecir los fracasos del mercado, destruye la diversidad natural, generadora de liquidez, de las evaluaciones del riesgo” (Avinash D. Persaud “Llevar al rebaño nuevamente al precipicio”, FMI, 2009). Las palabras de Persuad son más iluminantes, si se considera que no es miembro de la heterodoxia económica. Sin embargo, el ataúd en el clavo de Basilea II, la ofreció su otrora más férreo defensor, Alan Greenspan quien, ante el Congreso estadounidense, un fatídico viernes de octubre de 2008 declaró: “Cometí un error fatal en suponer que, los intereses propios de las organizaciones, específicamente bancos y otros, eran tales que eran los más capaces para proteger a sus accionistas y sus intereses en las empresas (…) en mi ideología de libre mercado he encontrado una falla. No sé qué tan significativa o permanente es, pero he estado muy angustiado por ese hecho”.