Refrigeradores comunitarios ¿solución contra el desperdicio?

Recientemente, en algunas de las ciudades más grandes de Estados Unidos, han aparecido los refrigeradores comunitarios en las calles. Se trata de refrigeradores puestos a disposición de cualquier persona que quiera hacer uso de las sobras de comida perecederas de otras personas. Es decir, cuando por ejemplo una familia no consume toda la comida que se preparó y está en buen estado, la envuelven, la rotulan con fecha de elaboración y la depositan en el refrigerador comunitario, donde alguien en situación de inseguridad alimentaria puede acercarse a consumir lo que alguien más dejó ahí.

En gran medida, estos refrigeradores representan una solución a uno de los mayores problemas en el consumo de las sociedades posmodernas: el del desperdicio de comida, que no sólo es una paradoja pues existen personas en situación de inseguridad alimentaria, sino que el desperdicio también genera impactos ecológicos en la forma en la que esos alimentos son producidos para finalmente no ser consumidos. Es entonces donde estas acciones comunitarias buscan solucionar este problema tan arraigado en las sociedades de primer mundo.

Además de lo anterior, los refrigeradores solucionan una cuestión que para muchas personas en inseguridad alimentaria resulta también problemática: muchas de ellas, no se acercan a los comedores comunitarios por una cuestión de vergüenza o presión social ante la carencia. Los refrigeradores solucionan esta cuestión. El hecho de poder abrir un refrigerador para tomar las sobras de comida en buen estado de alguien más, no se reserva a personas en inseguridad alimentaria, puesto que cualquiera puede llegar a tomar la comida. Los voluntarios y las asociaciones que se encargan de cuidar, mantener, limpiar y ordenar estos refrigeradores, remarcan en sus experiencias que aunque pudiera parecer lo contrario, son efectivamente una mayoría de personas en inseguridad alimentaria los beneficiarios de estos alimentos. Sin embargo, es tanta la demanda de estas comidas, que una vez que se llena un refrigerador con las sobras de comida, rápidamente se vacía por personas que están pendientes del llenado de los refrigeradores.

Para muchos, aunque esta opción representa una alternativa, la realidad es que el funcionamiento de este sistema depende en gran medida, de qué tan desintegrado o integrado está el tejido social, puesto que representa en gran medida, relaciones de confianza entre quienes dan la ayuda y quienes realmente la necesitan. Además, dentro de las estrategias para redistribuir los alimentos que se desperdician, una de las preocupaciones es que la redistribución en sí misma requiera de recursos que generen una huella de carbono que a su vez tenga un impacto negativo en el ambiente. Ante esta preocupación, muchas de las asociaciones han instalado refrigeradores de bajo consumo energético o incluso, refrigeradores que funcionan a través de paneles solares.

Más allá del éxito o fracaso de esta iniciativa como una propuesta a desarrollar a largo plazo para solucionar temas de inseguridad alimentaria de una comunidad, es un ejemplo de acción comunitaria promovida desde la sociedad civil. Como una tendencia global, son las acciones colectivas desde miembros de la sociedad civil las que hasta el momento han encontrado impactos positivos entre los miembros de una comunidad, más allá de las negligencias de las autoridades o instituciones encargadas de reducir la inseguridad alimentaria de los ciudadanos. Sin duda, existen aún muchas variables a tomar en cuenta dentro de cada comunidad para que estos esfuerzos funcionen, pero las experiencias compartidas sirven también de aprendizaje para otros contextos.