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Opinión

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Renegociación del T-MEC en tiempos del Mundial 2026

En 2026 tendrá lugar la Copa Mundial de Futbol en México, EUA y Canadá y, de igual forma, corresponde renegociar el T-MEC entre los mismos países. De tal forma, serán acontecimientos que sucedan de manera paralela, la pregunta es si serán consonantes con un avance en el proceso de integración o serán disonantes y, mientras en el deporte “estamos unidos”, en el comercio tendemos a la confrontación o separación

En el T-MEC se acordó hacer revisiones sexenales, por lo que en 2026 se cumplen 6 años de su entrada en vigor y corresponde iniciar este proceso trilateral de posibles ajustes. En esta renegociación en puerta hay tres factores que pueden influir: 1. El proceso mundial de relocalización de inversiones e industrias; 2. La posible asunción al poder de Trump con una postura anti T-MEC y 3. La Copa Mundial de Futbol 2026. Tema este último en el que me centraré en este texto.

Pero antes de ir al “futbol”, es relevante mencionar que el proceso de relocalización industrial y de inversiones que tiende a trasladar los activos estadunidenses de China a América, teniendo a México como uno de los principales enclaves receptores, propiciaría una profundización en la integración comercial en el T-MEC 2026. Estas posibles buenas nuevas podrían verse disipadas si Donald Trump regresa a la presidencia de la Unión Americana en 2024 e inicia una previsible campaña contra el T-MEC. Este escenario pondría en riesgo al propio tratado o propiciar que en sus entrañas se reforzara el proteccionismo.

Respecto al Mundial, es importante revisar lo que hizo Qatar en 2022. Dicho país apostó por organizar la Copa para posicionarse geopolíticamente en los próximos 30 años. Después de realizar exitosamente su Mundial ha empezado a cosechar lo sembrado. Lo mismo es mediador entre Israel y Hamás, que organizador de un encuentro entre las principales candidatas a la presidencia de la República en México con los diplomáticos extranjeros acreditados en el país. Es innegable el fortalecimiento de la imagen y reputación de ese pequeño estado árabe, así como el aumento de su influencia o soft power a partir de esta utilización del deporte. No es casual que su vecino, y rival regional, Arabia Saudita, no se haya quedado atrás y hospede la Copa del Mundo en 2034.

En este sentido, el Mundial 2026 de manera orgánica fortalecerá la noción de unión en Norteamérica. No es casualidad que el slogan de FIFA para el evento sea #Somos26, en español y #United2026, en inglés. Falta ver si los gobiernos de los tres países, especialmente las nuevas Administraciones que iniciarán en México y EUA aprovecharán esta ventana al mundo para, primero, fortalecer su presencia en él, y segundo, impulsar la integración comercial y, quizá, la de otros sectores de estas naciones.

Si bien, en la Unión Americana se desarrollará la mayoría de los partidos, la principal afición que asista a ellos en los tres países será mexicana y mexicoamericana. Tan solo en Qatar 2022 la tercera afición más numerosa provino de EUA (seguramente muchos mexicoamericanos) y la quinta fue la proveniente de México. En este sentido, la narrativa que nuestro país podría explotar es que será el Mundial más mexicano del siglo XXI.

El Gobierno de Sheinbaum podría explotar este sentimiento de comunidad norteamericana para contrarrestar los posibles embates al T-MEC del hipotético Gobierno de Trump. Pero más aún, si la Administración demócrata continúa en la Casa Blanca, México debería aprovechar la ola del Mundial para, ya no sólo en su interpretación promocional de la competencia, sino en la agenda trilateral poner a lo humano, a las sociedades en el centro de este diálogo de integración. Es decir, usar el peso del Mundial y su mensaje de unidad para presionar a EUA y Canadá a que amplíen la concepción comercial de la integración y finalmente incorporen a este proceso a su población. Para México significaría mejorar las condiciones de la diáspora migrante de millones de connacionales que viven del otro lado de la frontera.

Incluso el propio Mundial de Norteamérica tendrá ganancias exorbitantes gracias al consumo de los mexicanos y mexicoamericanos. La estimación de ingresos para la FIFA ronda los 7,000 millones de dólares de manera conservadora. La derrama económica para México y Canadá podría ser similar, para EUA posiblemente el doble de esa cifra. En este sentido, la Copa del Mundo también debería poner en el centro a la comunidad mexicana, no sólo como generadora de ingresos, también en su esencia inspiracional y, sería ideal, regresando parte de lo obtenido para atender a los sectores más necesitados de esa sociedad.

En suma, de haber voluntad, planeación y contextos propicios, nos encontramos frente a un posible circulo virtuoso por caminar, en el que el Mundial fortalezca la integración económica en el T-MEC y considere a la integración social en Norteamérica ¿se imaginan una Copa Mundial que por primera vez beneficie a la transformación económica y social de toda una región?

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