¿Riesgos de una libertad digital?

Estamos viviendo en una época peligrosa. La cacofonía de la desinformación que se emite por medios digitales es impresionante. A un lado quedó el cuestionamiento y el intento de aprendizaje, estudiar historia simplemente da pereza. Ahora lo importante es ser parte de las burbujas de información filtrada que identificó Eli Pariser para estar siempre en lo correcto, no hay apostatas que blasfemen sugiriendo lo contrario.

Lo irónico de la situación es que digitalmente nos acercamos cada vez más a superar la prueba de Turing, dando paso a una inteligencia artificial con la misma capacidad intelectual, predeciblemente por un breve periodo, que los seres humanos. Sin embargo, el accionar de los líderes se asemeja más al del oscurantismo medieval donde los monarcas eran la ley suprema de la tierra y el analfabetismo el pan de cada día de la población.

Ciberespacio dejó de ser demasiado rápido la utopía imaginada por Barlow. Ahora es un criadero de datos que pueden ser, de haber una buena oferta, manipulados para ofrecer al comprador la información que necesita. Desde gobiernos como el de Países Bajos, México o Panamá espiando a sus ciudadanos con sistemas como el Pegasus hasta partidos políticos de Australia, Trinidad & Tobago o los Estados Unidos contratando a expertos de la analítica para manipular elecciones.

El problema es que mientras esto ocurre y la tecnología avanza a pasos agigantados la información real se va despedazando ante el avance de la imaginaria. Como todo lo bombástico, irreverente y maligno llama la atención, distintos polos de desinformación se han ido creando. Si hay demanda, eventualmente se crea la oferta. Una oferta inversamente proporcional a los niveles de ética de sus generadores, mientras menor sea el sentido de culpabilidad, más bizarra será la aseveración.

Uno de los resultados de esta polarización es el surgimiento de un multiverso de realidades en un mismo planeta. Cada seguidor de una ideología parece vivir en un lugar distinto al de quienes no comulgan con su ideología.

El resultado es la proliferación de líderes autocráticos que se excusas con principios democráticos aplicados de forma discrecional para siempre quedar como victimas de quienes le llevan la contraria al pueblo. Sí, porque llevarle la contraria a una sola persona es algo que nunca han podido comprender los nuevos monarcas sin corona.

Lo que sí han sabido asimilar es como utilizar la tecnología a su favor, mientras frenan el acceso a la misma a sus contrincantes. Se puede difamar, se permite revelas datos personales de periodista y hasta insinuar que se poseen poderes omnímodos al posicionarse más arriba de la constitución. Lo que no se vale es utilizar las bases de datos, los repositorios digitales para mostrar los cambios de opinión, las falsedades o las traiciones. Como la foto en una novela de Kundera que va perdiendo personas, hasta dejar al aspirante a dictador totalmente solo. Una soledad pictográfica que emula la de aquellos ciudadanos pensantes que ven como salida el silencio.

No obstante, la innovación tecnológica no frena y los farsantes politiqueros tendrán que investigar e invertir en intentar conocer como poder utilizar a la inteligencia artificial. Una tecnología que, según sus insumos en la forma de datos, podrá condenar o perpetuar al líder. El veneno de las palabras ya puede ser complementado con servicios audiovisuales.

Otro As bajo la manga para los líderes modernos, el culpable ya no es humano sino una colección de circuitos, corriente y tuercas que sirven para culpar a alguien más de las falencias propias. El peligro es que ahora el amor al poder puede inspirar las más crueles estratagemas por medio del uso de la inteligencia artificial. Lo único que se necesita para implementarlas es la vieja formula del insulto, la descalificación y la burla.

La próxima pandemia será detenida por una estampita digital.