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Rusia, Unesco y el derecho de la cultura
La cultura tiene diversos campos de entendimiento y práctica en la vida social. Es un ámbito complejo. Uno de esos campos es el simbólico, que suele confundirse a menudo con el jurídico. Este terreno, el simbólico, nos sirve para analizar la manera en que importantes ferias del libro del mundo, cancelaron toda relación con editoriales, autores, editores y agencias literarias rusas, debido a los condenables atentados a Ucrania. Lo mismo han hecho orquestas, agrupaciones musicales, deportivas y marcatenientes de diversos países. En el caso de estos últimos es entendible, son parte del mercado y tienen su propia filosofía empresarial. No así las agrupaciones culturales que, por lo general, pertenecen al Estado y/o están financiadas con recursos públicos, y por tanto, deben actuar con arreglo a los principios fundamentales del derecho de la cultura y el ejercicio de los derechos culturales.
El escrito difundido por más de diez ferias del libro señala: “decidimos suspendercontacto con cualquier editor oficial de la Federación Rusa e invitar a editories y autores de Ucrania exhibir sus títulos en nuestras ferias sin costo alguno”. Firman las ferias de Bogotá, Bolonia, Bruselas, Budapest, Frankfurt, Gotemburgo, Guadalajara, Jerusalén, Leipzig, Praga, Sau Paulo Seúl, Taipei y Varsovia. Lamentable, considérese que el libro, no solo es el bien cultural por antonomasia, sino la base de la cultura.
Saben del enorme poder simbólico que tiene una medida de esta naturaleza, pero no las consecuencias jurídicas. Es necesario recordarles la universalidad del derecho de la cultura y preguntarnos qué tan universales, indivisibles, interdependientes y progresivos son los denominados derechos cutlruales. En este arrebato cancelador debe imperar tanto el derecho universal a la cultura, orientado, entre otros principios, por la libertad creativa, así como el derecho al trabajo y a la no discriminación. Por supuesto, me refiero a artistas que no van por las calles haciendo apología de la guerra, de la invasión, la violencia, o bien, en plan Isabel Peralta (la falangista y neonazi española a quien Alemania le acaba de impedir el ingreso al país, por llegar a Frankfurt con la esvástica en una bandera y un llavero, así como una copia de Mein Kampf). Urge que las instituciones culturales sepan distinguir entre agravantes y atenuantes antes de caer en la censura.
Todo derecho, incluso los fundamentales, tienen un límite. Una guerra puede generar demasiados, por lo que es necesario distinguir entre un Estado agresor y un creador artístico con una nacionalidad que le vincula jurídicamente a la nación sobre la cual opera dicho Estado.
Existe una Convención a Unesco para la Protección de los Bienes Culturales en caso de Conflicto Armado, un tratado internacional que exige a los estados compromisarios proteger el patrimonio cultural en caso de guerra. Es decir, establece un símbolo protector que facilita la identificación de los bienes culturales protegidos en caso de conflicto armado. Una suerte de Cruz Roja de la cultura; aprendizaje de la Segunda Guerra Mundial.
Como ven, hasta en las guerras es posible establecer reglas. Por tanto, y por extención de la citada Convención, es necesaria una tregua permanente para garantizar el diálogo entre culturas a través del ejercicio de las manifestaciones artísticas y culturales.
Véase el caso de las personas que son privadas de su libertad. Su calidad de presos cancela sus derechos políticos, no sus derechos culturales. Bajo esta misma lógica debería actuarse con los creadores artísticos en tiempos de guerra, más cuando no han cometido ningún delito. Pertenecer a un país que está atacando injustificadamente a otro, no es en sí un delito, son artistas no soldados. En esta invasión están siendo perjudicados por discriminación política, por su nacionalidad, un despropósito en el ámbito de los derechos culturales, porque quienes pierden con este tipo de censura son, en primer lugar, el sector más golpeado, ese que tanto ha sobredocumentado la UNESCO: los artistas. En segundo lugar, los ciudadanos.
Por cierto ¿Por qué existen corredores humanitarios o refugios para menores? Porque hay quienes no son parte de la guerra solo por tener vínculos jurídicos con una determinada nación. Será acaso necesaria una Convención para la Protección de los Artistas en caso de Conflicto Armado, para garantizar sus derechos culturales en cualquier parte del mundo, debido a su vínculo jurídico con una determinada nación? No lo creo. Si la Unesco quiere que los gobiernos planeen la cultura como Bien Público Universal (de acuerdo a su último informe), debe comenzar por condenar la violación a los derechos fundamentales de los artistas y creadores en este conflicto.
La libertad de expresión sirve para defender lo que a uno no le gusta (más en las ferias del libro), lo mismo que la libertad creativa o de expresión artística. Porque para defender solo lo que nos gusta… así está el país, así el mundo, sin la posibilidad de que exista una dialéctica constructiva.