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Opinión

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Se desbiela el motor de la confianza

Enrique Campos Suárez

Los mercados, otra vez, nos recordaron que no hay espacio todavía para el optimismo, que estamos lejos de ver el final de esta crisis y que por el contrario, todavía debemos tener la resistencia para soportar malas noticias.

No sólo está a punto de desbielarse el motor que mueve América. Además, una filtración a la prensa del que parece ser el documento final de la Cumbre del G-20, deja claro que los líderes del mundo no serán capaces de nada más allá de un nutrido paquete de promesas.

La triste realidad apunta a darle un golpe seco al orgullo estadounidense: el fabricante más grande de autos del mundo está a un paso de la quiebra. General Motors se ha convertido en un gigante obeso, y no uno musculoso.

Sus arterias están tapadas por las malas relaciones sindicales que han exprimido los beneficios generosos de un mundo que depende del automóvil. Los directivos que no concebían ya la vida sin un jet privado. Y, claro, la soberbia de un país que no creyó que un fabricante japonés le disputaría el primer lugar.

La Casa Blanca dijo ¡no! a un nuevo barril sin fondo para las armadoras. Ya es muy alto el costo financiero y político, del rescate de los bancos, como para repetir el esquema con dos de las tres empresas automotrices que no han sido capaces de proponer su reinvención.

General Motors y Chrysler tuvieron la oportunidad de presentar agresivos planes de reestructura que convencieran a la administración de Barack Obama que valía la pena arriesgar recursos fiscales. Pero no llegaron esos planes. Fueron propuestas mediocres que seguramente se recargaban en la idea que nunca dejarían quebrar a los grandes referentes del American way of life.

Por eso, quizá lo mejor para General Motors y Chrysler es la quiebra, ordenada y protegida, bajo las reglas del Capítulo 11. No implica, para nada, la desaparición de las marcas. Incluso, las operaciones podrían seguir adelante y el gobierno de EU se encargaría de garantizar el servicio al cliente, para evitar el derrumbe de la confianza. Vamos, es todo el plan de una eutanasia.

Y mientras la industria automotriz trata de avanzar, una filtración puede acabar por descarrilar una reunión que todavía no empieza. El borrador que habrán de firmar los mandatarios asistentes a Londres, a la reunión del G-20, se les escapó de las manos. Quizá como producto del espionaje, quizá como una forma de presionar a los líderes mundiales para que se comprometan a hacer más por la recuperación mundial.

De acuerdo con el documento, los países del G-20 se comprometerán a no tomar medidas proteccionistas, a acelerar las negociaciones de la fracasada Ronda de Doha; a propiciar cambios de fondo en organismos como el Fondo Monetario Internacional; a controlar los paraísos fiscales y a propiciar medidas de expansión fiscal. Nada más.

La verdad es que si cumplen con esta modesta agenda, habrán hecho lo que en ninguna otra cumbre. A pesar de que las expectativas del mercado, y de la gente, es que la de Londres sea una convención de magos que salgan del cónclave con las recetas secretas de la recuperación.

LA GRAN DEPRESIÓN

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