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Sobre confianza y descalificación de quienes consideramos opositores
Toda confrontación se basa en el engaño”.
Paul Watson, ambientalista y escritor canadiense.
Existe un sesgo de conducta que hace que las personas usualmente sobreestimemos nuestra capacidad o nuestro conocimiento en casi cualquier tema. Distintos experimentos han demostrado que, cuando a las personas se nos pregunta si respecto de alguna habilidad nos consideramos en el nivel promedio, por abajo o por arriba del promedio, típicamente tendemos a pensar que estamos en el promedio o arriba del promedio, en cuanto al conocimiento o capacidad del tema en cuestión. Esto estadísticamente es improbable, porque en una muestra aleatoria, deberíamos encontrar una distribución entre personas que tienen capacidades superiores, iguales o inferiores al promedio.
Esto, por supuesto, cuando se trata de temas o de conocimientos que son de carácter general, no de conocimientos especializados en los que evidentemente es más factible que las personas reconozcan su ignorancia o desconocimiento sobre el tema o la carencia de habilidades específicas asociadas.
En temas generales o que son de discusión pública, pese a su nivel de complejidad, es más fácil que las personas tiendan a sobreestimar su conocimiento o la habilidad que tienen al respecto. Particularmente, tratándose de temas de orden político o económico, es muy frecuente que encontremos que las personas tienden a sobreestimar el conocimiento que tienen de los fenómenos políticos o económicos y tienden a pensar en la mayoría de los casos que su conocimiento es superior al por medio de las personas, dando en consecuencia una valía superior a su opinión o visión de la que objetivamente, en la mayoría de los casos, realmente tiene.
En la reciente investigación Doin group biases lead to over confidence in performance? Experimental evidence, de Flores y Fonseca, se aborda de manera puntual este fenómeno de la conducta, para analizar además si existen diferencias en este fenómeno de sobre confianza, dependiendo del entorno de las personas entre las que nos encontremos.
La investigación encontró que este fenómeno tiende a ser pronunciado cuando en el entorno en el que nos encontramos prevalecen personas que tienen opiniones contrarias a las nuestras.
Lo anterior se deriva del hecho de que, además del fenómeno puro de sobrestimar nuestro propio conocimiento y capacidades, cuando nos encontramos en un entorno de quienes consideramos “opositores” a nuestra visión, tenemos además la tendencia de desvalorizar o minimizar el conocimiento de quien consideramos es un “adversario” y eso hace que el margen que percibimos entre lo que le atribuimos de conocimiento o de capacidad a los opositores, respecto del que nos auto asignamos, sea mucho mayor.
Esta percepción distorsionada explica por qué las discusiones entre adversarios con distintos puntos de vista en lo político o económico particularmente tienden a ser tan poco productivas. Porque desde ambos lados de la discusión, se tiende a pensar que nuestras opiniones están fundamentadas y son superiores en calidad al promedio, mientras que pensamos que las opiniones o visiones expresadas por quienes consideramos adversarios son inferiores y consecuentemente limitadas.
Este fenómeno es importante, porque explica en gran medida por qué hoy, en entornos polarizados, la discusión sobre ciertos fenómenos conduce muy pocas veces a acuerdos.
Al mismo tiempo, es preocupante, porque visiones simplificadas como éstas, donde nos atribuimos un conocimiento que no tenemos y denigramos o devaluamos el conocimiento de los que consideramos opuestos, dificulta cualquier establecimiento de diagnósticos o marcos de referencia comunes y por supuesto al establecimiento de coincidencias sobre rutas de acción adecuadas, lo que además lleva a que quienes detentan alguna postura de poder, institucional, mayoritaria o de facto, impongan su visión sin tomar en consideración ningún tipo de valor en las opiniones de los contrarios.