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Opinión

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Taiwán una isla atrapada entre la democracia y el despotismo

Este año más de 70 países donde habita más de la mitad de la población mundial celebrarán elecciones. Nuevos gobiernos podrían redefinir la configuración del mundo como lo conocemos hasta el momento.

Unas de las que más influirán en esta configuración mundial son las que se llevarán a cabo esta semana en la Republica de China, mejor conocida como Taiwán. Por octava vez los electores taiwaneses podrán ir democráticamente a las urnas para tener elecciones presidenciales, y sus votos podrían recrudecer el tono de la geopolítica internacional principalmente frente a China y Estados Unidos.

Para China, Taiwán representa una provincia de su territorio que con ánimos rebeldes ha optado por obtener cada vez más autonomía pero que eventualmente debería ser anexada totalmente en términos jurídicos, políticos y territoriales a la República Popular China. Este limbo en el que navega Taiwán actualmente le ha permitido mantener hasta cierto grado relaciones medianamente útiles con China en ámbitos deportivos, económicos o culturales, pero China se abstiene y opone a reconocerla oficialmente.

El meollo principal de estas elecciones radica no solo en que las elecciones libres manifiestan un Taiwán empoderado dispuesto a tomar sus propias decisiones para ellos mismos, sino en que la terna de aspirantes a la presidencia se muestra muy decididos en seguir apoyando la independencia de Taiwán frente a China.

El candidato oficialista del Partido Democrático Progresista (PDP), el vicepresidente William Lai (Lai Ching-te) ocupa la delantera en las encuestas y durante los debates de campaña se promulga como defensor de la autonomía y soberanía de Taiwán frente a la Republica Popular China o Pekin. Seguido de Lai Ching-te se encuentra Hou Yu-Ih, del Partido Kuomitang, así como el representante del Partido Popular de Taiwán (TPP), Ko Wen-je.

Todos los candidatos se decantan por emprender desde la presidencia una lucha por el mayor grado de independencia de Taiwán por lo que China al sentirse amenazada ha intensificado la presión política y militar para hacer valer sus pretensiones de control y soberanía sobre Taiwán.

Pekin o la República Popular de China legitima todas sus acciones de guerra electoral bajo el paraguas de la Ley anti división que legitima, incluso, el uso de la fuerza en el estrecho que divide el continente y la zona insular para reprimir el frenesí independentista de Taiwán.

Por el momento, China no ha ejercido su poder militar territorialmente, el cual es sin duda uno de los más completos con 2.9 millones de fuerzas armadas, con el tercer lugar mundial de ojivas nucleares y misiles de alto alcance, por lo que desplegar tal musculo armamentístico sería prematuro para el estado que encuentra la relación bilateral con Taiwán. Especialmente porque aún China mantiene la táctica de que a través de técnicas disuasivas podrá impedir la alienación de Taiwán.

Una de sus técnicas de combate suave ha sido la ya clásica estrategia rusa de emplear tecnología de inteligencia artificial con el emprendimiento de una guerra cognitiva enviando globos aerotransportados como intrusión en la zona gris de Taiwán. Si China consigue intervenir moralmente en el resultado de la votación en Taiwán aplicará las mismas técnicas de persuasión a otras democracias para promover su orden internacional preferido.

Estados Unidos no se quedará de brazos cruzados a sabiendas que la efervescencia del conflicto China-Taiwán puede de nuevo brotar. Esta isla de 23 millones de habitantes a 128 kilómetros de la costa de China, siempre ha sido un punto de tensión en las relaciones bilaterales EEUU-China, por lo que el ascenso de la rivalidad entre China y EEUU se hará más visible si gana el Vicepresidente Lai, ya que este resultado podría estimular la predominancia del país hegemon para las próximas décadas.

Además, una crisis en Asia tendría impactos sumamente desestabilizadores para la economía mundial teniendo en consideración el peso de la industria de semiconductores y chips que alberga Taiwán, además del involucramiento de países como EEUU o Rusia quienes no vacilarían en imponer sanciones económicas que afecten al comercio internacional en caso de que las tensiones por la soberanía de Taiwán crecieran.

*La autora es Licenciada en Relaciones Internacionales. Se graduó de la Universidad Iberoamericana y se ha especializado en derecho internacional y comercio exterior. Durante su carrera ha trabajado en la Secretaría de Relaciones Exteriores en la Dirección General para Naciones Unidas y se desempeñó como Directora de Asuntos Internacionales y Normalización en la Secretaría de Economía, participando en la negociación de múltiples acuerdos comerciales de México, principalmente el TMEC. Durante su paso por el Gobierno también fungió como Parlamentaria en el Congreso de la Ciudad de México coordinando la Comisión de equidad de género. Actualmente se desempeña como Secretaria de Asuntos Internacionales en la Red Nacional del PRI y Secretaria Ejecutiva de la COPPPAL Juvenil. Participa como analista internacional en medios de comunicación y es asociada del PJ del Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales (COMEXI).

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