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También en telecomunicaciones toca reconstruir el país
A tres semanas de la elección de Estado… No, suena muy pomposo y parece indicar que en México existe algo así como un Estado… No, digamos mejor: a pocas semanas de que decidamos entre la libertad y la tiranía de un grupúsculo de ladrones miserables, este corto artículo es anticlimático. ¿A quién pueden interesarle las telecomunicaciones y las tecnologías de la información si la democracia y la propiedad privada están en riesgo? ¿Para qué hablar de libertad de expresión si Jenaro Villamil puede llegar a controlar los medios de comunicación con su indudable imparcialidad y carisma? ¿Para qué preocuparnos del costo de espectro radioeléctrico si el gobierno lo acaparará todo para esa bazofia propuesta por Sheinbaum y que en un déja vu pretende llamar Red Nacional de Telecomunicaciones?... Porque estoy convencido de que el número de los agraviados por este sexenio infernal es infinitamente superior al número de mascotas con croquetas, y siendo así, más vale ponernos a trabajar porque nuestro querido México no se reconstruirá solo.
López Obrador dejará unos órganos constitucionales autónomos disminuidos casi hasta la extinción y el Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT) no es la excepción. Sus comisionados están agazapados hasta que pase la tormenta, pero una vez integrada la próxima legislatura el Senado de la República podrá designar a las tres comisionadas que faltan para tener al Pleno completo. Conjurado el golpe que el obradorato pretende dar a la Suprema Corte de Justicia de la Nación, tal vez ahora sí el IFT analice a profundidad sus atribuciones en materia de administración del espectro radioeléctrico y promueva una controversia constitucional contra el Congreso de la Unión por la invasión de facultades que ha derivado en los exorbitantes derechos que pagan los concesionarios, fuera de toda referencia internacional.
También, con una administración sensata que no rinda tributo a las empresas paraestatales, tal vez esa pésima idea que fue Altán Redes, y que sólo sirvió para que burócratas se llevaran moches por compras de equipos, y para que algunos particulares hicieran negocios con subsidios y capital de la banca de desarrollo, quiebre de una vez por todas, deje de succionar la ubre del gobierno y permita una competencia en igualdad de condiciones para el resto de los concesionarios.
Tal vez, también, los medios públicos se conviertan en medios de Estado, y dejen de ser voceros de esa camarilla de ignorantes resentidos que llegaron para destruir todo, la mayoría más por torpeza que por estrategia, pero igualmente dañinos. Tal vez haya quedado claro que ese grupo de revolucionarios de café que se hacen llamar defensores de las audiencias y que hoy cobran (sin desquitar su sueldo) en los medios públicos por hacer genuflexiones frente al ganso mayor, solo buscaban un hueso que roer y un líder que los encaminara al paraíso de la dictadura del cafetariado.
Quizá después de su bochornoso tránsito por los medios públicos, en los que todos los derechos de las audiencias que decían defender son violados de manera sistemática, quede claro que su objetivo era ser censores de la radio y la televisión privadas; nunca les interesó la verdad, lo que querían (y quieren) es el monopolio del discurso con el pretexto de proteger nuestros castos oídos de eternos menores de edad sujetos a la tutela del padre firme y mentiroso. Ninguno de ellos ha dicho pío ante las sandeces que transmiten los canales 11 y 22 (entre otros), otrora referentes de la cultura en México, y ahora guiados por esos Goebbels tropicales que con dinero del Estado hacen escarnio del poder judicial y de las víctimas de la maldad encarnada en la más torpe de las corruptelas: el negocio de los medicamentos patito vendidos a precio de oro por los parientes del primo hermano.
En fin: hay mucho trabajo por delante si queremos llegar al camino del desarrollo que abandonamos cuando un falso profeta vomitó mentiras para apropiarse del púlpito.
@gsoriag