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Opinión

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Tendencias y retos en el comercio global

La reciente pandemia por Covid-19 alteró el orden mundial; desaceleró la actividad económica, trajo acciones sin precedentes de bancos centrales y gobiernos, y disminuyó el comercio internacional. Bajo este contexto es de vital importancia analizar la actividad comercial: tendencias, cambios en necesidades de consumidores y efectos que podría tener en países emergentes hacia adelante.

El comercio internacional es el intercambio de bienes y servicios que permite a los países expandir su producción y consumo a otros mercados, entre otras causas, por falta de capacidad para producir o por ventajas comparativas en los factores de producción. La balanza comercial es parte de las cuentas externas, que son las transacciones que tiene una economía con el resto del mundo. Éstas son muy relevantes dado que brindan información acerca del nivel de financiamiento de un país, qué tan sostenible es y qué tanto podría fomentar o inhibir el crecimiento económico.

La evolución del comercio ha sido muy dinámica. De acuerdo con el Banco Mundial, de 1988 a 2008, el comercio global incrementó 8.5% promedio por año, expandiéndose 2.4 veces más rápido que el PIB global, debido al aumento en acuerdos comerciales multilaterales y reducciones en aranceles. Sin embargo, a partir de la crisis financiera de 2008 la tendencia cambió debido a incrementos en tensiones políticas y proteccionismo; de 2009 a 2019 creció solamente 3.1% promedio por año, ligeramente por debajo del crecimiento económico global (3.4%).

En los últimos meses, con el brote del COVID-19, esta tendencia bajista se ha acelerado. Ante numerosas pérdidas de empleo, gobernantes han incentivado medidas proteccionistas. La Organización Mundial de Comercio estima para el cierre de 2020 una caída en el volumen de comercio global entre -13% y -32%, comparado contra la contracción en crecimiento global que el Banco Mundial estima de -5.2%.

En este sentido, la desaceleración en comercio de mercancías y servicios presentan riesgos relevantes, sobre todo si se acentúan acciones proteccionistas. El impacto podría ser más pronunciado en países emergentes, ya que la pérdida repentina de flujos complica el pago de deudas externas. En lo que va del año, 80 países han recibido asistencia financiera por el IMF vs. 8 países en 2019. Además, al perder ventajas comparativas, la producción local podría encarecer bienes y servicios, incluso pudiendo causar incrementos de segundo orden en precios relativos, exacerbando dificultades.

Algunas de las caídas de este año se revertirán en el futuro al estabilizarse la actividad económica; sin embargo, habrá cambios de tendencia que serán más duraderos dado cambios estructurales, beneficiando algunos segmentos y reorientando flujos de inversión. Según datos de la OMC, segmentos relacionados a servicios digitales han tenido un incremento substancial, por ejemplo, el comercio global en servicios de computación y almacenamiento de datos creció 11% en 2019 siguiendo una expansión de diez años. Esto continuará ante el desarrollo y la expansión de nuevas tecnologías.

Sin duda el escenario actual es complejo y presenta riesgos importantes. Las empresas tendrán que revisar la exposición que tienen a regiones con riesgo de imposición de tarifas y generar planes de acción en escenarios de estrés. Por su parte, las agendas gubernamentales deberán asignar recursos eficientemente hacia donde se pueda ser más competitivo, adaptándose a los cambios tecnológicos y de necesidades.

Es vital buscar un clima de inversión saludable e impulsar una mayor productividad, capacitando trabajadores para evitar que sean desplazados por cambios en estructuras laborales que se darán en los próximos años.  Este escenario también presenta grandes oportunidades para algunos países dado que, con el aumento de tarifas e incrementos en costos de producción, algunas empresas buscarán diversificar y reorientar sus locaciones, generando ventanas de oportunidad, por lo que los países que respondan más hábilmente podrán resultar muy beneficiados.

Finalmente, en lo que a las finanzas personales se refiere, como inversionista es importante tomar en cuenta que también un buen clima de inversión saludable se puede lograr cuidando y acrecentando el ahorro a través de diversos instrumentos de inversión que se adecúen a las metas particulares de cada individuo y con la ayuda de un asesor financiero, encontrar las oportunidades que los mercados de inversión ofrecen.

*El autor es VP Portfolio Manager Asset Allocation.

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