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Tesla, razones más allá de Nuevo León
Cuando Elon Musk se tomó un par de minutos en una reunión con medios de comunicación para anunciar la suspensión de la llamada Gigafactory en Nuevo León, en el fondo, no hablaba de las condiciones de desventaja de México, sino de cómo su apuesta por los autos eléctricos finalmente se podría encontrar con su destino.
Y puede ser su adorado y financiado candidato presidencial Donald Trump quien precipite las cosas con aquel arranque de pretender imponer aranceles a los autos eléctricos chinos que entren en el mercado estadounidense.
El republicano pretende que los fabricantes asiáticos de autos de electromovilidad se establezcan en territorio de Estados Unidos para ensamblar esos vehículos.
Sería difícil que el gobierno chino confiara en la estabilidad de las políticas de Trump para invertir miles de millones de dólares en territorio estadounidense, pero si lo hicieran, evidentemente que en la lista de los más afectados estarían los autos de la marca Tesla.
Pero el problema de la electromovilidad va mucho más allá de los aranceles con los que amenaza Donald Trump o de los autos subsidiados por el gobierno chino, cada vez queda más claro que esa no es la única salida para el futuro del transporte.
Hasta hace no mucho tiempo Musk era la estrella ascendente por su apuesta total a los autos eléctricos puros, incluso le aplaudían a rabiar por proyectos tan contraintuitivos como su Cybertruck, y al mismo tiempo condenaban a empresas tan emblemáticas como Toyota, que exponían sus razones para no subirse a esa ola del monopolio de la electrificación total.
Cuando Toyota Motors defendía su postura de diversidad tecnológica, no sólo autos eléctricos puros, sino híbridos e incluso de hidrógeno, la masa instalada en la moda eléctrica se le fue encima, le advertían el riesgo de la obsolescencia de sus modelos, de no entender al consumidor, de no sumarse a los objetivos climáticos del mundo, bueno, hasta de una falta de visión de largo plazo.
La empresa japonesa ha argumentado elementos técnicos, económicos y hasta de sentido común para sostenerse en una apuesta hacia la movilidad híbrida o de celdas de combustible y esas razones van ganando peso en el mundo.
Desde la disponibilidad global de litio hasta algo tan sencillo como poder hacer un viaje largo con la opción de repostar gasolina en 10 minutos y no electricidad en tres horas.
En fin, el punto es que Musk provocó un caos en México por su pretexto para no seguir con su inversión en Nuevo León. Incluso revivió los temores de lo que podría sufrir este país en un segundo mandato de Trump, con todo y factura para las operaciones cambiarias.
Tal parece que México y la cancelación de la Gigafactory de Nuevo León son pasajeros de otros problemas del multimillonario sudafricano, que al menos en su división automotriz lo tendrá que llevar a tomar definiciones importantes en el futuro.
No tanto dedicarse a fabricar robots, como recién argumentó Musk, sino a repensar la forma en la que los Tesla del futuro habrán de impulsarse.
No es descartable que en poco tiempo haya modelos Tesla híbridos, no sólo eléctricos puros, tal como lo anticipó Toyota.
Musk provocó un caos en México por su pretexto para no seguir con su inversión de Tesla. Incluso revivió los temores de lo que podría sufrir este país en un segundo mandato de Trump.