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Tu estrategia de inversión comienza por conocerte a ti mismo
(segunda y última parte)
Tenemos que dejar de pensar en “cuál es la mejor inversión” o “en dónde invierto”, porque no hay un producto que funcione para todos, o un lugar que nos ofrezca la gran solución que estamos buscando. Por el contrario, tenemos que pensar en términos de diseñar una estrategia de inversión que pueda funcionar para nosotros. Eso empieza por conocernos a nosotros mismos.
Hay varios aspectos que tenemos que tomar en cuenta para diseñar de qué manera vamos a invertir nuestro dinero. En la primera parte hablamos del primero: nuestra objetividad y capacidad de filtrar el “ruido” que siempre está presente en los mercados y en los medios de comunicación. Sigamos entonces:
2. La manera como sentimos la vida. Algunas personas son muy apasionadas y sienten de manera intensa. Entonces, tienden a gozar mucho los periodos alcistas de los mercados, pero sufren demasiado en los momentos negativos. Esto les hace sentir miedo, que les orilla a tomar decisiones apresuradas o poco razonadas. A ellos les conviene mucho más conformar portafolios de inversión estables y poco volátiles.
Por el contrario, las personas que son frías y calculadoras, tienden a usar más la razón que el corazón. Son serenos cuando las cosas van mal, piensan antes de actuar, por lo que pueden darse el lujo de conformar portafolios de inversión más volátiles, pero con mayor potencial de rendimiento.
3. Nuestra paciencia y visión de largo plazo. Existe una gran cantidad de inversionistas que, en periodos difíciles, se desesperan y venden sus posiciones a cualquier precio. Hay otros que conocen de la volatilidad del mercado, y saben esperar estos momentos para conformar sus carteras a precios de ganga. A los primeros les conviene definir desde el principio un horizonte, y cumplirlo cabalmente. A los segundos, tener una parte de recursos líquidos para aprovechar las oportunidades a su favor.
4. Nuestra resistencia al cambio. Parece mentira, pero aún cuando el mundo cambia a velocidades vertiginosas, no todas las personas se saben adaptar. Hay gente que no le veía futuro al internet, o a las tecnologías basadas en blockchain. Sin embargo, justamente es en los cambios cuando se presentan las mejores oportunidades de inversión. Por lo tanto, si tenemos la capacidad de anticipar y aprovechar los cambios, podremos asumir una estrategia dinámica que busque capitalizar momentos del mercado. De lo contrario, será más adecuada una táctica enfocada a obtener ganancias en el largo plazo.
5. Nuestra actitud ante lo que hacen los demás. En general, cuando hacemos una transacción comercial, nos interesa comprar barato o vender caro, dependiendo de cuál sea nuestra posición en la mesa. Al invertir, curiosamente, la enorme mayoría de la gente hace exactamente lo contrario: se interesan en instrumentos que han subido como la espuma y los compran cuando están caros. Vienen las bajas, se asustan y los venden cuando han llegado a sus mínimos. Es decir, muchos inversionistas entran o salen del mercado cuando los demás también lo hacen, lo cual suele ser un grave error. Por lo tanto, quienes suelen contagiarse por el movimiento de las masas les conviene diseñar estrategias estables, pasivas, para no tener que entrar o salir del mercado. Mantener sus inversiones en el horizonte que se trazaron al inicio.
Todo lo que hemos dicho en estas dos columnas se queda sólo en la superficie. Sin embargo, es importante conocernos a nosotros mismos para darnos cuenta si nos conviene mejor una estrategia pasiva, enfocada en nuestro horizonte de inversión, o una que tenga un manejo más activo. Además de tener claro cuál es el nivel de riesgo que somos capaces de asumir en una inversión, para que pueda ser rentable sin que nos quite el sueño por la noche.