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Opinión

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Un caso para Sherlock Holmes: la economía crece poco, a pesar de récords en gasto público e inversión extranjera

El comportamiento de la economía en el primer semestre tiene más caras que un cubo de Rubik. En una de ellas, podemos ver que hay una clara desaceleración: en el primer semestre crecimos a una tasa de 1.5%, entre otras cosas porque el segundo trimestre trajo un magro crecimiento de 1.1 por ciento. ¿Desaceleración o balde de agua fría? Cerramos el 2023 creciendo al 2.3% y en el 2022 tuvimos un crecimiento de 4.4 por ciento. Todo indica que cerraremos el 2024 con un número menor a 1.5 por ciento.

Los datos del primer semestre son sorpresivos. Los expertos esperaban un crecimiento que estaría en el rango de 2 a 3% y algunos se atrevían a poner un número arriba del 3 por ciento. Ese “optimismo” se justificaba con el crecimiento del gasto público en el primer semestre. Eso es lo normal en un año electoral: el apretón de tuercas viene en el segundo semestre. Ahí es donde sería “lógico” que tuviéramos el enfriamiento del PIB. Lo extraño del caso es que sí hubo erogaciones extraordinarias del gobierno federal entre enero y junio, pero ese esfuerzo no tuvo un impacto notable en la economía. Los egresos crecieron 12.1% respecto a 2023, pero ese “trancazo” no se reflejó tanto como hubiera sido lógico esperar. 

Desaceleración es la palabra clave para describir el desempeño de la economía mexicana. Cuando ponemos la lupa en el comportamiento del sector primario, la cosa va más allá. Tenemos crecimiento negativo. Entre abril y junio cayó 1.7 por ciento. Una de las causas de esta caída está relacionada con factores climáticos: la sequía y los calores extremos impactaron en la producción agrícola y ganadera. Se redujeron los rendimientos en algunos cultivos y se perdieron cosechas. Los consumidores vivieron estos problemas en el campo en forma de mayores precios de las frutas y verduras. 

Hablamos de desaceleración y decrecimiento, pero no todas las caras del cubo cuentan ese tipo de historias. Hay lados más brillantes, por ejemplo, podemos encontrar que la economía mexicana encadena 11 trimestres de crecimiento positivo. En el primer trimestre, se registraron 20,313 millones de dólares de inversión extranjera directa. Entre enero y mayo, se reportaron anuncios de inversiones por 39,000 millones de dólares, según la Secretaría de Economía. 

Tenemos también entidades federativas, como Quintana Roo que trae tasas de crecimiento “asiático”. Ha dejado atrás la crisis de la pandemia y ahora está rompiendo récords en recepción de turistas y liderando las cifras de crecimiento en el mapa nacional. Esto se explica por la dinámica del sector turismo, donde Quintana Roo es líder nacional y por el impulso que han traído las inversiones públicas relacionadas con el Tren Maya.

¿Es la inversión pública el ingrediente secreto del crecimiento económico? Sí y no. Tenemos el caso de Tabasco que nos sirve como ejemplo y contraejemplo. Mientras duró la parte más intensiva de la construcción de la refinería de Dos Bocas, Tabasco estuvo en los primeros lugares de crecimiento nacional, por encima de los estados del norte o del Bajío.  

Ahora que está terminando la construcción de esta obra, Tabasco vuelve a tener problemas de crecimiento del PIB. ¿Qué pasa? No es difícil crecer cuando hay un río de dinero “irrigando” la economía en el proceso de construcción de una obra gigante, como la refinería. Fueron más de 18,000 millones de dólares en un periodo de cuatro o cinco años. El reto es tener crecimiento o mantenerlo una vez que ha terminado la construcción. Ahí es cuando empiezan las preguntas complicadas para los promotores del proyecto, ¿cuánto aportará a la economía de Tabasco la refinería de Dos Bocas una vez que esté funcionando?, ¿cuántos empleos directos e indirectos?, ¿de qué calidad?, ¿qué otros sectores pueden ser motores y qué se hace para detonarlos?

Hablando del mercado laboral, las cifras del IMSS en el primer semestre de 2024 confirman que hay una desaceleración en la creación de empleo formal. Entre enero y junio se sumaron 295,058 puestos al total que ronda los 22.3 millones. Esta cifra está por debajo de los 100,000 empleos formales que se necesitarían por mes para “empatar” con la dinámica poblacional. También está muy abajo de las cifras de empleo formal de 2021, 2022 y 2023. En esos tres años, habíamos tenido una tendencia creciente. Se crearon 401,000 empleos en 2021, 448,000 en 2022 y 514,000 en 2023. 

¿Por qué el crecimiento del PIB es tan magro? El 1.5% es una miseria si consideramos nuestro potencial. Tenemos el conflicto entre Estados Unidos y China que nos ofrece una oportunidad única llamada nearshoring. Arrancamos el 2024 con niveles de inversión extranjera de casi 7,000 millones de dólares mensuales. Tuvimos un gasto público récord en el primer semestre. Deberíamos crecer más, pero no lo haremos si no tenemos estabilidad en las reglas del juego y si el gasto público no rompe la maldición de la baja productividad: Dos Bocas y apoyos a Pemex, por ejemplo. Para resolver ese misterio del crecimiento perdido, ¿buscamos a Sherlock Holmes o aplicamos el sentido común?

lmgonzalez@eleconomista.com.mx

Licenciado en Economía por la Universidad de Guadalajara. Estudió el Master de Periodismo en El País, en la Universidad Autónoma de Madrid en 1994, y una especialización en periodismo económico en la Universidad de Columbia en Nueva York. Ha sido reportero, editor de negocios y director editorial del diario PÚBLICO de Guadalajara, y ha trabajado en los periódicos Siglo 21 y Milenio. Se ha especializado en periodismo económico y en periodismo de investigación, y ha realizado estancias profesionales en Cinco Días de Madrid y San Antonio Express News, de San Antonio, Texas.

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