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Opinión

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Un memorando para el próximo presidente del Banco Mundial

Con el mundo enfrentando una confluencia de crisis climática, de deuda, energética y de seguridad, el próximo presidente del Banco Mundial tiene una oportunidad histórica para sacar a la institución de su estado esclerótico. Pero para hacer eso, el director entrante del Banco debe liderar en nombre de todos los países, en lugar de recibir órdenes de su mayor accionista.

OXFORD – El Banco Mundial pronto elegirá un nuevo presidente. Con el mundo enfrentando una confluencia de crisis climática, de deuda, energética y de seguridad, el cambio de liderazgo llega en un momento crucial para la institución. Un líder más activo podría colocar al Banco en una posición privilegiada para ayudar a los países en crisis, ayudar a combatir el cambio climático y facilitar la cooperación entre Estados Unidos y China, a pesar de su creciente rivalidad. Pero para hacer eso, el nuevo presidente debe evitar las trampas en las que han caído sus bien intencionados antecesores.

La carrera por el liderazgo se ha movido rápidamente. Una semana después de que el actual presidente David Malpass anunciara el 15 de febrero que dejaría el cargo, el directorio Ejecutivo del Banco Mundial anunció que se aceptarían nominaciones hasta el 29 de marzo e instó a los países a nominar mujeres. Pero un día después de la declaración de la Junta, Estados Unidos anunció que su candidato sería Ajay Banga, poniendo fin de hecho a la contienda real, dado que todos los presidentes del Banco Mundial han sido nominados por Estados Unidos (del mismo modo, el director gerente del Fondo Monetario Internacional siempre ha sido un candidato europeo).

Banga ciertamente está calificado para el trabajo. Como exdirector ejecutivo de Mastercard, tiene experiencia en la dirección de un negocio global con personal que presta servicios en todo el mundo. También ha trabajado en microfinanzas y asesoró a la vicepresidenta estadounidense Kamala Harris.

Pero el Banco Mundial es una organización grande y compleja cuya misión es brindar servicios y financiamiento a sus miembros más necesitados. Como tal, su nuevo liderazgo debe guiarse por varios imperativos prácticos.

Primero, el presidente no debe caer en la tentación de embarcarse en otra reforma de la organización. En su lugar, deberían centrarse en marcar una diferencia real para aquellos a quienes el Banco existe para servir. En el pasado, algunos presidentes del Banco Mundial contrataron de inmediato a asesores para transformar el propio Banco, dedicando enormes recursos a cambios impulsados por promesas vacías de “ahorrar dinero” o “obtener mejores resultados”.

Esta es una forma tentadora de dejar su huella rápidamente, pero es mucho mejor impulsar al Banco a cumplir con dos o tres prioridades urgentes. Los expresidentes han subestimado su poder para lograr el cambio al reconocer la excelencia y promover a los innovadores desde dentro del Banco.

En segundo lugar, el nuevo presidente debe liderar en nombre de todos los países. Esto es más fácil decirlo que hacerlo. En teoría, el presidente es seleccionado por la Junta Ejecutiva y lidera la organización en nombre de todos los países que pertenecen (y contribuyen) a ella. En la práctica, sin embargo, los presidentes del Banco Mundial sirven a discreción del secretario del Tesoro de Estados Unidos, quien los nombra y decide si los vuelve a nombrar para un segundo mandato o incluso los presiona para que se retiren antes de tiempo. Esto limita la responsabilidad del Banco ante sus otros accionistas.

Para ser efectivo, el próximo presidente debe abstenerse de recibir órdenes de la Casa Blanca. En cambio, deberían usar su posición para informar, explicar, persuadir y engatusar a un gobierno estadounidense que no siempre comprende el papel del Banco. Cuando los republicanos del Senado de Estados Unidos acusan al Banco de dar dinero de los contribuyentes de Estados Unidos a China, la organización debe dejar en claro que no es dinero de los contribuyentes de Estados Unidos y que no es un regalo. A lo largo de los años, los propios Estados Unidos han instado al Banco Mundial a autofinanciarse cobrando a China y otras economías emergentes una prima por los préstamos, lo que genera ingresos considerables para el Banco.

El tercer imperativo para el próximo presidente es no dar por sentado el mandato de la organización. El Banco Mundial puede y debe liderar la respuesta a las crisis en lugar de limitarse a adherirse a restricciones y prácticas desgastadas por el tiempo. El nuevo presidente no debe caer en ser un rehén pasivo de la junta.

Ser presidente del Banco Mundial no es tan sencillo como ser director ejecutivo de una empresa pública. Requiere tanto una gestión eficiente como habilidades políticas excepcionales. Como presidente de la junta Ejecutiva del Banco, el presidente debe trabajar entre bastidores para negociar acuerdos. Es responsabilidad del director del Banco ayudar a los países de ingresos bajos y medianos a contrarrestar a los accionistas más poderosos y presionar a la institución para que actúe cuando sea necesario. El presidente del Banco puede trabajar discretamente para ayudar a formar coaliciones y dar voz a una gama más amplia de accionistas. Por ejemplo, el próximo presidente podría instar a los países a considerar la Iniciativa Bridgetown de la primera ministra de Barbados, Mia Mottley, que busca reformar las finanzas globales para abordar la crisis de deuda del mundo en desarrollo.

Con docenas de países que luchan por alcanzar sus objetivos de desarrollo en medio de una tormenta perfecta de crisis alimentaria, energética, de deuda y climática, el Banco Mundial debe desplegar más recursos. Aquí, también, el nuevo presidente del prestamista, ya sea Banga o cualquier otra persona, podría marcar una diferencia real. Por ejemplo, podrían desbloquear los recursos existentes del Banco persuadiendo a los gobiernos accionistas de que sean menos reacios al riesgo y reduzcan sus coeficientes mínimos de capital. Más allá de eso, el nuevo jefe podría persuadir a los países para que aumenten sus contribuciones al Banco y mostrar que cada dólar que se entregue al Banco podría apalancarse y usarse de manera mucho más efectiva que cualquier dólar gastado por un gobierno individual, como informan los expertos al G20 y el G7 han demostrado.

Como probable próximo presidente del Banco Mundial, Banga enfrenta una serie de desafíos particularmente difíciles. Si logra aumentar los préstamos, podría evitar que los países más pobres del mundo pierdan el progreso logrado durante la última década en educación, salud e inclusión social y política. También debe movilizar a los gobiernos, los recursos y el conocimiento para mitigar los efectos desastrosos del cambio climático en los países de bajos y medianos ingresos. Pero para lograr todo esto, el líder entrante del Banco debe sentirse envalentonado por la urgencia del momento actual y sacarlo de su estado esclerótico.

*La autora es decana de la Escuela de Gobierno Blavatnik de la Universidad de Oxford.

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