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Opinión

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Un réquiem por le magistrade

Una mentira repetida mil veces, se convierte en una gran verdad

Joseph Goebbels

Para muchos, el feminicidio en México es una desgracia de generación espontánea y las once mujeres que mueren en nuestro país cada día, un número abstracto que se lee en las contadas publicaciones que hablan del tema. No hay nada más falso: el feminicidio, que implica el asesinato de una mujer por el sólo hecho de serlo, se ha arraigado a la realidad de nuestro país y lo diezma desde hace décadas.

Hasta hace poco, muchos creían que la ola de feminicidios que convirtió Ciudad Juárez en un campo de muerte, inició a principios de los noventa, cuando el Estado fue tan indolente ante el asesinato masivo de sus ciudadanas, que se necesitó que la Corte Interamericana de Derechos Humanos emitiera una recomendación para que México tratara las muertes de las trabajadoras de las maquiladoras bajo una perspectiva de género.

Lo cierto es que desde los setentas existieron voces que pidieron atención a la vulnerabilidad del esquema laboral de las mujeres en las empresas al norte del país, pero también a la recurrencia del feminicidio, lejano entonces de la connotación que tiene en nuestros días.

Hago esta breve reseña sobre el feminicidio, para que comprendamos lo que le depara el futuro a los cada vez más frecuentes crímenes de odio que resultan de la homofobia, la lesbofobia, la bifobia y la transfobia. Es imposible revertir un fenómeno cuándo éste no se atiende bajo la perspectiva correcta. Si las cosas en México siguen así, sólo podremos esperar más muertes violentas e impunes.

Escribo estas líneas para honrar la memoria de le magistrade Jesús Osiel Baena Saucedo y su pareja Dorian Daniel Nieves Herrera, pero también para alzar la voz ante el inminente riesgo de les, las y los que hoy viven, pero que mañana pueden perder la vida a causa del odio que anida en una sociedad animada a aborrecer a quienes le parecen distintos.

A las cosas hay que llamarlas por su nombre. Y aunque apenas empiezan las investigaciones en torno al caso, es frustrante que a pocas horas del asesinato, la Fiscalía de Aguascalientes determinara que las muertes de Baena y Nieves Herrera habían sido producto de un crimen pasional, descalificando la relación de la pareja y bloqueando la aplicación del protocolo de investigación por delitos cometidos contra la comunidad LGBTTTIQA+ bajo criterios de interseccionalidad y perspectiva de género.

Es muy triste comprobar que las figuras legales no bastan y que el camino recorrido se convierte de tajo en un retroceso porque todavía no estamos preparados para no discriminar y aceptar la diversidad.

Además de definirse como una persona no binaria y luchar por los derechos y la expresión de género de las personas LGBTTTIQ+, le magistrade abrió el espacio de la participación política en nuestro país. Lo más triste es que sólo tenía 38 años cuando las amenazas surtieron efecto a pesar de que Osiel contaba con la protección reciben las personas defensoras de los Derechos Humanos. Duele imaginar todo lo que le faltó por hacer.

El “Ni une más” de los miles que marcharon para denunciar y también llorar la muerte de Osiel y Dorian Daniel se pierde en la desesperanza. Sólo en 2023 han sido víctimas de crímenes de odio más de cincuenta personas, aunque se sabe que son muchas más.

La aflicción y el desánimo por el asesinato de le magistrade, aplica también a un mundo incapaz de detener las guerras, donde los que más pierden son los niños que mueren en los ataques o por el horror que los priva de la libertad.

Ojalá que la muerte de Osiel Baena inspire a muchos a seguir su camino. Su memoria lo merece.

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Linda Atach Zaga es historiadora de arte, artista y curadora mexicana. Desde 2010 es directora del Departamento de Exposiciones Temporales del Museo Memoria y Tolerancia de la Ciudad de México.

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